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Una mayor utilidad

Del número de abril de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El deseo de ser útil es innato en todos. Los esfuerzos de un niño pequeño por ayudar a su madre son uno de los primeros signos de este deseo. Muchos jóvenes reflexionan, a edad temprana, respecto de la elección de un oficio o profesión que les permita hacer del progreso individual una contribución significativa al bienestar general de la humanidad. El adulto que está por jubilarse busca una actividad en la que pueda continuar siendo útil.

El ejemplo más sublime de una vida significativa al servicio de Dios y de la humanidad es el de Cristo Jesús. Aunque la espiritualidad innata derivada del nacimiento virginal le preparó para su carrera de Mesías, Jesús fue educado en las Escrituras junto con otros niños judíos, y en su juventud aprendió el oficio de carpintero. Evidentemente continuó en este oficio hasta los treinta años. Para entonces, su creciente comprensión de Dios como el bondadoso Padre, Espíritu, y del hombre como el hijo espiritual y perfecto de Dios, como también su aplicación de esta comprensión en bondad y misión de amor, le habían capacitado para una mayor utilidad, a saber, para su vocación divina de Mostrador del camino para toda la humanidad.

Mary Baker Eddy, quien también cumplió una misión divina en su calidad de Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, se refiere a la omnímoda influencia del Cristo, la idea verdadera de Dios, sobre la vida de Jesús, cuando dice lo siguiente: “Esta idea espiritual, o Cristo, se exteriorizó en todos los detalles de la vida del Jesús personal. Lo hizo un hombre honrado, un buen carpintero y un hombre bueno, antes de que pudiera convertirlo en el glorificado”.Miscellaneous Writings, pág. 166;

La Ciencia Cristiana sigue las enseñanzas del Maestro. Nos muestra que nuestra utilidad para con la familia, los amigos, la iglesia y, sí, el mundo, aumenta en la medida de nuestra comprensión del Espíritu infinito, el Amor divino, y de la unidad del hombre con Dios como Su semejanza y de nuestro uso de esta comprensión para manifestar nuestra identidad verdadera en integridad, nobleza y servicio. Dios nos imparte esta comprensión por medio de Su Cristo. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “El Cristo es la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la consciencia humana”.Ciencia y Salud, pág. 332;

Por ser el Mostrador del camino, Jesús vino a vivir y a demostrar el Cristo, la Verdad, y a ejemplificar el poder sanador de la Verdad y el Amor. Enseñó a la vera del camino, y aunque a veces sus palabras cayeron en oídos sordos, no obstante, en algunos de sus oyentes inspiraron un profundo anhelo de comprender mejor a Dios y de pensar y vivir en obediencia a la ley del Amor. Los que fueron receptivos a la verdad que enseñó, con frecuencia fueron sanados de la enfermedad y los defectos físicos y fueron restablecidos a vidas de utilidad, salud y armonía.

Jesús enseñó por medio de parábolas. La semilla de mostaza, el tesoro escondido, los obreros de la viña, el hijo pródigo, la oveja perdida y los talentos que deben ponerse en buen uso, todos estos ejemplos, sacados de la vida diaria, le sirvieron al enseñar el reino de Dios. Jesús dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 4:17; En otra ocasión señaló que este reino de Dios está dentro de nosotros. Ésa es la semilla que el Padre ha sembrado en nuestros corazones y que debe cultivarse, para que crezca y dé mucho fruto.

Muchas personas que han experimentado el poder sanador y regenerador del Cristo, la Verdad, en su vida, mediante la aplicación de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, anhelan progresar en nuevas esferas de actividad que les permitan utilizar su recién descubierta comprensión de Dios para bendecir a la humanidad. La narración bíblica de la vida de Jesús, que primero aprendió el oficio de carpintero y pacientemente se preparó, por años, para emprender su bendita obra de Mesías, puede ser una estrella guiadora de tal deseo. Podemos adoptar la norma de aplicar las enseñanzas de la Ciencia Cristiana a todos los detalles de nuestra experiencia diaria y considerar todo problema como una oportunidad para crecer en gracia y comprensión espiritual. El progreso se manifestará en la evangelización de la consciencia humana, en un carácter mejor y un estado de pensamiento más espiritualizado. Paso a paso creceremos en utilidad y nos encontraremos colocados en esferas nuevas y más amplias de trabajo que nos darán oportunidades para proclamar el Cristo, la Verdad, al pensamiento receptivo.

Como Científicos Cristianos demostramos una mayor utilidad mediante la gozosa consagración de nuestra vida, nuestros empeños y nuestros afectos a la glorificación de Dios, el bien infinito. Nos esforzamos por cumplir el propósito del Amor mediante la demostración de nuestro lugar y misión individuales en el infinito universo espiritual de Dios. Y al ceder a la Verdad, la Vida y el Amor descubrimos que Dios está trabajando con nosotros, apoyando y sosteniendo nuestros esfuerzos con inefable ternura e irresistible poder. Pablo escribe: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filip. 2:13;

En su definición de “El Yo o el Ego”, la Sra. Eddy incluye estas declaraciones: “No hay sino un solo Yo o Nos, un solo Principio divino o Mente divina, gobernando toda la existencia; el hombre y la mujer, intactos para siempre en sus caracteres individuales, al igual que los números, que jamás se mezclan entre sí, a pesar de ser regidos por un mismo Principio”.Ciencia y Salud, pág. 588;

En la ciencia de las matemáticas cada número tiene su debido lugar racional. Similarmente, en la Ciencia de la Mente cada identidad existe para manifestar el Principio divino, el Amor, y está unida a todas las demás identidades en un único todo infinito. Pensemos, por ejemplo, en la tabla de multiplicar. En ella el número 3 o el número 7 desempeña una función específica. Ninguno puede omitirse. Del mismo modo, cada idea individual de Dios tiene su propia función útil y lugar necesario. Aun si faltara sólo una idea espiritual, el Principio divino estaría incompleto. La comprensión de esta verdad espiritual nos eleva por sobre la incertidumbre, aparentemente interminable, y por sobre el divagar sin rumbo de la existencia mortal. Da propósito al trabajo y substancia al empeño. Nos inspira a alcanzar nuestra verdadera identidad como expresión de la Vida. Nos capacita a cada uno de nosotros para demostrar gozosamente nuestra útil participación en el gran designio divino de bien.

Las oportunidades de progreso se derivan de Dios y, por eso, siempre están disponibles.

El que ama a Dios y a su prójimo como a sí mismo, como el Maestro exhortó a los hombres que hicieran, sigue experimentando la incesante manifestación de bien. Vive de conformidad con la ley de Dios y esta ley le vigoriza y le sostiene.

Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis”. Mateo 7:16. Un árbol frutal productivo bendice a muchos. Si nuestra vida ha de bendecir a los demás, debemos dar mucho fruto, esto es, el fruto de la compasión a la manera del Cristo, el amor desinteresado, la humilidad, la pureza, la devoción, y el crecimiento en la comprensión de Dios y del hombre. Cuanto más fruto de esta clase rindamos, tanto más genuinamente útil y significativa será nuestra vida.

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