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Mi madre se volvió de todo corazón a la...

Del número de abril de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi madre se volvió de todo corazón a la Ciencia Cristiana en momentos de gran necesidad cuando era una joven viuda con seis niños.

Desde muy niño crecí en una atmósfera donde cada día empezaba con una oración de gratitud hacia Dios, el Dador de todo bien. También aprendí a confiar en la Ciencia Cristiana.

Cuando era niño sané repentinamente de una seria molestia gástrica luego que un practicista de la Ciencia Cristiana visitara nuestra casa.

Cuando era adolescente, un feo tartamudeo que había tenido durante algunos años desapareció a medida que gradualmente reemplacé falsos temores con expresión segura, obtenida de un mejor entendimiento de mi ser divino como la imagen reflejada de Dios.

Mientras cursaba mi carrera de ingeniero civil, me fue muy beneficioso ir a una Sala de Lectura cercana, durante mis horas de almuerzo. Tuve éxito en los exámenes finales y me fue de gran ayuda mantener en mi pensamiento pasajes apropiados de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy. Sin ninguna duda, le debo a mi educación en la Ciencia Cristiana el no haber tenido nunca el menor deseo de fumar o beber.

Cuando tenía cerca de veinte años de edad, me torcí un tobillo al saltar de un vehículo en movimiento. Las siguientes palabras del Himno No. 139 del Himnario de la Christian Science: “Andando voy con el Amor” me permitieron cumplir con ciertas actividades que ya tenía dispuestas de antemano, entre ellas ensayar, esa misma tarde, con un conjunto musical de baile, y partidos de tenis al día siguiente.

Debido a diferentes tareas he tenido que viajar con mi esposa y nuestros tres hijos por una extensa área de Australia y más recientemente por otros países. Hemos sido protegidos al reconocer humildemente que el hombre está gobernado por Dios y que todo está bien.

En cierta oportunidad, mientras viajaba hacia una localidad para ocupar un nuevo empleo, y tenía a mi lado, en el asiento delantero, a mi esposa y a nuestra primera hija, nuestro auto patinó, quedó fuera de control y chocó con un auto que venía en sentido contrario al nuestro. El impacto lanzó a nuestra pequeña hija de los brazos de mi esposa y la niña cayó a salvo en una cama que teníamos preparada para ella en el asiento de atrás del auto. No experimentamos efectos posteriores, y continuamos ese mismo día nuestro viaje en otro auto.

Con la ayuda de un practicista, sané, mediante la oración, de un dedo gravemente herido al quedar apretado entre dos piedras muy pesadas. La rápida curación que tuve me permitió continuar en pocos días mi trabajo de construcción.

La Ciencia Cristiana ha sido un consuelo constante durante la época en que hemos vivido y trabajado en regiones tropicales y selváticas escasamente pobladas. En innumerables ocasiones probé la promesa de la Biblia: “Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23:4).

Siempre estaré agradecido por el bien que hemos experimentado en cada oportunidad en que nos hemos mudado de localidad con nuestra familia. Al mantenernos constantemente en la verdad de que Dios suple toda necesidad, nuestro hogar, ya establecido en el cielo, se nos ha revelado.

El deseo de dejar que la voluntad de Dios se haga, como se ha ilustrado en la vida de Cristo Jesús, ha sido siempre una gran ayuda para mí, a fin de mantener relaciones armoniosas con los demás y para hacer decisiones correctas. Los pensamientos de que la Mente es el gran arquitecto y que el designio es de Dios, ha sido a menudo una fuente de inspiración en mi trabajo.

Es con mucha gratitud que doy gracias a Dios porque la Sra. Eddy nos ha dado la Ciencia Cristiana, que nos ayuda a comprender y apreciar las palabras de la Biblia y las obras de Jesús, nuestro gran Modelo. Mi sincera gratitud a Dios no tiene límites por el eterno desarrollo del bien sobre la tierra.


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