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Defensa contra los guerrilleros

[Original en español]

Del número de abril de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En varias ocasiones, después de enterarme de los sucesos alarmantes que ocurrían en el país en que vivían mis familiares, sucesos tales como secuestros, asesinatos y carencia de artículos de primera necesidad, me encontré con que estaba sustentando pensamientos llenos de temor. También me sentí impaciente hacia aquellos que debían restablecer el orden y no podían; y odio hacia los terroristas que causaban tanto sufrimiento.

Como estudiante de Ciencia Cristiana yo sabía que estos pensamientos muy negativos, de ninguna manera iban a ayudar a aquellos que tanto deseaba yo ayudar, y que estos pensamientos necesitaban corregirse.

Al enterarme de la situación alarmante en que se encontraba mi familia enfrentada con la hostilidad de los guerrilleros y sus partidarios, decidí tornarme a Dios en busca de ayuda, en lugar de entregarme a los pensamientos de temor y odio. La Biblia y los escritos de la Sra. Eddy fueron mi fuente de tranquilidad, fortaleza, y amor hacia todos los habitantes del convulsionado país.

En el libro Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, encontré este pasaje: “La práctica científica y cristiana comienza con la nota tónica de la armonía de Cristo: ‘¡No tengáis miedo! ’ ” Ciencia y Salud, págs. 410–411; Al principio parecía algo imposible deshacerme del miedo, pero también percibí que si no empezaba por el comienzo, no iba a obtener la tranquilidad que viene de saber que todo está bien con todos y con todo.

Cristo Jesús nunca insistió en que sus discípulos o pacientes hicieran algo que no pudieran hacer. Razoné que lo que yo sí podía hacer, era obedecer firme y honestamente el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3;

Por primera vez comprendí claramente lo que las palabras de este mandamiento implican. Al declarar que no tenía otros dioses aparte de Dios, estaba diciendo que tampoco aceptaba otra presencia o poder que el Suyo. En la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios es Uno, omnipotente y omnipresente, así que no puede haber otra realidad para elegir o en la cual creer, ningún poder de naturaleza opuesta a Dios y en competencia con Él.

Consciente de la totalidad de Dios, dejé de temer las llamadas fuerzas del mal porque pude ver que no tienen energía, inteligencia, organización ni representantes personales capaces de destruir o dañar a Dios ni a Su creación (en este caso, mi familia), ni Su ley.

En otra ocasión las palabras de Pablo: “en él vivimos, y nos movemos, y somos”, Hechos 17:28; me calmaron en gran manera. Cuando él dijo eso no agregó: “¡Siempre y cuando uno esté en una nación amiga en el momento propicio!” Un lugar geográfico es donde las teorías mortales quisieran ubicar a los mortales y los acontecimientos. Pero el hombre verdadero no es un mortal, ni está viviendo en la materialidad.

La Sra. Eddy nos da una explicación demostrable de esto al darnos “la declaración científica del ser” en Ciencia y Salud, donde dice en parte: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 468;

Esta declaración me ayudó a comprender que sin duda Pablo dio a entender que vivimos en el Espíritu, Dios, el bien, esté donde esté nuestro domicilio en la tierra. Sabiendo que Dios es omnipotente y del todo armonioso, y que el hombre es Su imagen y semejanza exactas, pude estar segura de que lo que es cierto acerca de Dios y yo misma, es cierto acerca de cada niño, mujer y hombre en Vietnam, Irlanda, Sudamérica. Yo sabía que la guía y protección de Dios son siempre universales e imparciales.

La dificultad que tienen las autoridades para dominar los disturbios y para aliviar el sufrimiento en ciertas zonas, da la impresión de una situación muy real, alarmante y hasta irremediable. Cuando me di cuenta de que estaba aceptando este cuadro en relación con mis parientes, recordé el relato del Génesis, en el cual Eva se dejó engañar por los argumentos de la serpiente en cuanto a por qué debía comer del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Estos argumentos le parecieron lógicos y, en consecuencia, desobedeció a Dios.

Yo estaba desobedeciendo el Primer Mandamiento porque estaba aceptando la existencia de una situación causada por un poder que no era Dios, dando por sentado de que el mal había quitado el puesto a Dios y que estaba en ese momento dominando la situación. Este cuadro mental fue pintado por los sentidos materiales que sólo son capaces de percibir materialidad y falsedad. Pude ver que yo no tenía ningún derecho a quejarme o a esperar que la policía, el ejército o los guerrilleros cambiaran de actitud sin antes yo corregir mi manera de ver la situación.

Alguien puede preguntarse: “¿Cómo puede la oración dar protección a otras personas o ayudar a la solución de un problema monumental y complicado?” Para evitar que se le destruya, el mal quisiera engañarnos disfrazándose con nuestra propia duda. Puesto que Dios es Verdad y es omnipotente, nuestra comprensión, nuestra confiada afirmación de la verdad tiene que tener gran fuerza.

Llegó el momento en que estuve muy consciente de la presencia de Dios y de Su poder. Sabía que tanto yo, como los demás, estábamos siempre protegidos. Pero, de repente, me acordé de los que nunca había considerado “uno de los míos”, es decir a los guerrilleros, los responsables de tantas tragedias. ¡Se me hizo muy difícil incluirlos en la oración que expresa un amor tan puro y sincero de la humanidad!

Pero razoné: “Si Dios ama a Sus hijos por igual, ¿quién soy yo para considerar que ciertos individuos están excluidos de su filiación con Dios?” Era muy necesario corregir mi resentimiento, y encontré la solución en el Padrenuestro, especialmente donde dice: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Mateo 6:12, 13; Mi gran tentación era no querer perdonar, y ver criminales en vez de hijos de Dios espirituales y perfectos. Oré por ser librada de ese error, y para que los terroristas también fuesen librados del impulso de recurrir a la violencia, y recurrieran a la razón.

El resultado de mi oración y mi estudio ha significado para mí más serenidad, y para mis familiares, quienes también practican la Ciencia Cristiana, ayuda para demostrar protección y progreso bajo circunstancias adversas y peligrosas. Otro beneficio que obtuve a causa de esta experiencia es la percepción de la gran necesidad de mantenerme alerta a preservar el concepto correcto de Dios y del hombre a pesar de cualquier mala noticia que oiga.

Mediante nuestra confianza en Dios y una oración científica y llena de amor, todos podemos acelerar el acercamiento de la humanidad a ese momento descrito en Ciencia y Salud: “ ‘De su reino no habrá fin’, porque el Cristo, la idea de Dios, regirá al fin todas las naciones y todos los pueblos — imperativa, absoluta y definitivamente — con la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 565.

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