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Vida: gozosa y abundante

Del número de abril de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un viernes anterior a la Pascua de Resurrección, junto con centenares de personas una joven salió trabajosamente de un auditorio colmado de personas. Acaba de asistir por primera vez a una inspirada conferencia de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.. El mensaje fue oportuno. El conferenciante manifestó su agradecido homenaje a Jesús y a su incomparable victoria sobre la burla, la malicia, la muerte y la tumba. Jesús era Maestro, a no dudarlo, en el restablecimiento de la esperanza jubilosa y de un sentido del Amor invencible, la Vida eterna y abundante.

La joven se detuvo cerca de la practicista de la Ciencia Cristiana que la había invitado a asistir a la conferencia, esperando que la concurrencia se dispersara. Profundamente conmovida, esta joven, que había tenido su primer contacto con la Ciencia Cristiana, tenía consciencia de un despertar espiritual y de una respuesta definida a la brillante promesa de la Pascua. Buscó palabras para describir mentalmente la tranquila inspiración y estímulo que sentía en su consciencia. “Me siento animada, consciente de la vida, agradecida por la vida abundante, más agradecida de lo que lo he estado nunca”.

En ese momento advirtió que un grupo de personas salía de una iglesia del otro lado de la calle. Sus rostros parecían sombríos y tristes. Algunos enjugaban las lágrimas de sus rostros. Una de estas personas cruzó la calle y se acercó a la practicista, de que era amiga.

—¡Pero, mi querida Doris! ¿qué ocurre? ¡Estás llorando! — dijo la practicista.

— Estoy desconsolada. Es la vieja historia de la crucifixión. Esa terrible tragedia siempre me deprime. Me entristece por varios días.

—¡Pero Doris, párate a pensar! ¿No comprendes cuán inútil es toda esta pena? Tus lágrimas han llegado tarde por casi dos mil años. Éste, como tú sabes, es tiempo de regocijo por participar en la resurrección del Maestro. Piensa en el Maestro que había resucitado de la tumba cuando amaneció hace siglos aquel brillante día de Pascua.

—¡Pues claro que puedo pensar en eso! ¿En qué he estado pensando?

Así es que la resurrección continúa su misión sanadora sin interrupción doquiera que los corazones humildes y agradecidos acogen su mensaje. La percepción constante del Maestro de los defectos de carácter, y su espiritualidad, su profundo conocimiento de la suficiencia abundante de la Vida divina y su aceptación y prueba de ella, son todas cosas que contribuyen a la gloria de la Pascua.

En oración y con paciencia, Jesús había aguardado la dirección de Dios. Había abierto el áspero camino hacia la perfección, lo había limpiado de escombros temporales y complicaciones mortales, había vencido la envidia, los celos y el odio de sus opositores y había revelado la ilimitada e inmortal Vida del hombre; del hombre creado para compartir, amar y expresar la armonía por siempre.

Para los humildes que le aceptaron, Cristo Jesús explicó y demostró el poder animador de la Vida divina. No sólo rescató a los que habían muerto en pecado, sino que resucitó a su amigo Lázaro al cabo de cuatro días de permanencia en la tumba. Ver Juan, Cap. 11; Levantó de su féretro al hijo de la viuda en Naín. Ver Lucas 7:11–15; A pedido de Jairo, uno de los principales de la sinagoga, resucitó a su hija única. Aunque estaba muerta, ésta volvió a vivir. Ver Marcos 5:22–43; La vida abundante — la vida perfecta e inmortal, legítimo patrimonio del hombre — fue el tema del ministerio del Maestro. Jesús vivió para dar a conocer este evangelio vivificador a todos los hombres: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10;

Un concepto falso de la vida que la considera restringida, material y destructible, vivida precariamente por un breve lapso y terminada rudamente por la muerte, no es la vida. La Vida es espiritual, infinita, eterna y divina. Jesús lo probó de una vez para siempre.

En el segundo capítulo de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras Mary Baker Eddy interpreta los acontecimientos anteriores, durante y siguientes a la crucifixión y la resurrección y nos explica las verdades espirituales con las cuales Jesús triunfó sobre las pretensiones ilusorias de la materia y el mal. “Nada,” dice la Sra. Eddy, “podía matar esta Vida del hombre. Jesús podía entregar su vida temporal en manos de sus enemigos; mas cuando su misión terrenal fue cumplida, se encontró que su vida espiritual, indestructible y eterna, era por siempre la misma”. La Sra. Eddy agrega: “Su ejemplo consumado fue para la salvación de nosotros todos, pero sólo si hacemos las obras que él hizo y que enseñó a hacer a los demás”.Ciencia y Salud, pág. 51;

Todos tenemos el derecho y la oportunidad de aceptar el desafío del Maestro de dedicar nuestra vida a trabajar, como él lo hizo, por la salvación universal. ¿Cómo interpreta la salvación la Ciencia Cristiana? En el Glosario de Ciencia y Salud se la define así: “La Vida, la Verdad y el Amor, entendidos y demostrados como supremos sobre todo; el pecado, la enfermedad y la muerte, destruidos”.ibid., pág. 593;

Mediante el avance sostenido podemos probar la potencia sanadora de la Verdad divina sobre el error, las equivocaciones y el mal de toda índole. Las fuerzas emancipadoras del Amor — expresadas en bondad, pureza y generosidad — son suficientes para dominar la malicia, la pasión y la avaricia. El entendimiento de la Vida divina activa; aniquila el letargo y la enfermedad. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Juan 6:63;

Una estudiante de Ciencia Cristiana, relativamente nueva, pasó por la experiencia del fallecimiento de uno tras otro de los miembros de su familia más inmediata. Nunca había experimentado antes la prueba que significa la transición de los seres queridos. Una practicista la ayudó con firmeza. La practicista comunicó a la interesada estudiante las verdades consoladoras de la existencia inmortal del hombre, su vida en Dios, abundante, armoniosa y exuberante. La practicista afirmó la real y espiritual inseparabilidad del hombre de Aquél en quien “vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28;

El método de Dios para enjugar nuestras lágrimas, le explicó la practicista, es Su revelación de que, en verdad, no hay razón para el llanto. Por el contrario, hay toda la razón para regocijarse en nuestro ilimitado potencial para continuar el progreso espiritual en la Verdad. La dirección infalible de Dios, su segura protección y su bondadosa corrección son suficientes ahora, y en el más allá, para llevar a todos — a nuestros seres queridos y a nosotros mismos — paso a paso por el camino hacia la plena realización de la Vida imperecedera.

Estos consoladores mensajes de la Verdad, los ángeles de liberación del Amor divino, fueron abundantemente suficientes. En poco tiempo la nueva estudiante se sintió liberada de la pena y su legítima libertad se sustentaba sólidamente de verdades espirituales. Periódicamente, más de un conocido o amigo que había sido testigo de su progreso de paz, gozo y dominio, le pidió ayuda en circunstancias similares. ¡Nuestra amiga se sintió inmensamente feliz de poder compartir sus riquezas, esto es, las verdades espirituales que había acumulado mediante el estudio consagrado de la Ciencia Cristiana y la aplicación de sus normas!

A medida que se afinó su percepción espiritual, percibió que sanar al enfermo era frecuentemente sinónimo del reconocimiento de que Dios es Vida y de la percepción de que la vida que expresa a Dios no está restringida y sujeta a la materia. La vida se perpetúa por el bien que percibimos y hacemos. La Sra. Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice lo siguiente: “Quien vive en el bien, vive también en Dios, vive en toda la Vida, a través de todo el espacio”. Y agrega: “Su existencia es imperecedera, manifestando eternamente su Principio eterno”.Pulpit and Press, pág. 4.

El poder resucitador de la Vida inmortal, como lo demostró Jesús, y otros discípulos y seguidores consagrados en su nombre, es el consuelo, la curación y la regeneración impartidos por el Principio divino, el Amor. Todos los días — no sólo aquel día que el calendario del mundo cristiano señala para el Domingo de Pascua — amanecen luminosos, con la alegría de la Pascua, para quienes entienden la Vida como lo que ésta realmente es: la fuente que provee abundantemente gozosa utilidad, salud y bondad.

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