A menudo encontramos que una desavenencia o discordia entre dos personas tiene su origen en una mala interpretación. Cuando se aprende la verdad de la situación y se la aplica al problema, se restablece la armonía. Lo que pareció ser un choque de opiniones pudo haber sido sólo una mala interpretación de los hechos por una o por ambas partes. Cuando los puntos de vista en pugna se enfocan correctamente, el conflicto desaparece.
Ésta es la manera de abordar no sólo las desavenencias personales sino también la discordancia en todas sus formas. Podemos ver que la enfermedad, el pecado, la carencia y aun la muerte, son el resultado, o bien de una mala interpretación acerca de la verdad del ser o una falta de comprensión de la misma.
Cuando Jesús encontró al hombre inválido en el estanque de Betesda, éste estaba luchando bajo la ilusión que debía tener a alguien que lo llevara al borde del estanque, y que la inmersión en el agua en determinado momento sanaría sus enfermedades. Gracias a su clara comprensión del Cristo, o estado del hombre perfecto, pudo liberar Jesús al inválido del concepto limitado que tenía de sí mismo y que impedía su curación. El Maestro le ordenó: “Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo”. Juan 5:8, 9;
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