Cuando yo era una adolescente, una querida amiga puso en mis manos un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana diciendo: “He aquí una religión que lleva a cabo curaciones como en el tiempo de Jesús”.
No dudé de la veracidad de los testimonios que leí y en seguida me convencí que ésta era la religión que yo necesitaba.
Poco después al poner a prueba este método de curación, pude sanarme en veinte minutos de un agudo ataque de amigdalitis. Esta curación me alentó a aplicar lo que comprendía de la Ciencia Cristiana para resolver otras dificultades tales como problemas de provisión y de vivienda.
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