Todos seríamos artistas si estuviéramos conscientes de la naturaleza del Alma. Por medio de la Ciencia Cristiana, tenemos a nuestro alcance la información necesaria para avanzar hacia una vida que exprese el Alma. Y cada día, cuando desempeñamos nuestro trabajo — ya sea que estemos dedicados a la enseñanza, administrando un negocio, tratando individualmente con clientes, planificando, construyendo, coordinando, diseñando, ejecutando, dirigiendo, u obedeciendo órdenes — nuestro trabajo puede ser una obra de arte.
Dios, el Amor divino, es nuestra Alma. Esta Alma es infinita, y se expresa a sí misma en identidad, individualidad, habilidad, pureza, inspiración, comprensión y amor infinitos. En la medida que estemos conscientes de que somos la idea del Alma — que es lo que el hombre verdadero es — estamos conscientes de nuestra identidad ilimitada, brillante, perfecta, afectuosa y amada. Encaramos nuestras tareas con lo que humanamente se denomina imaginación.
Cuando estamos divinamente motivados, nuestro enfoque imaginativo asume el color de la inspiración divina. Las ideas que concebimos, los planes que hacemos, los métodos que empleamos, los pasos que damos, las actitudes que expresamos, los conceptos que adquirimos, los medios que utilizamos, la visión que tenemos cuando miramos hacia el futuro, todo proviene de la fuente que consideramos como nuestra identidad. Y en la proporción en que reconozcamos que somos la idea del Amor divino, estamos conscientes de que la fuente de ideas verdaderas es el Alma, y podemos rechazar como falsa la fuente de sus falsificaciones — el sentido mortal, material o personal.
El falso concepto que las personas tienen de sí mismas como seres materiales, es la única causa de su falta de habilidad artística en su vida. El sentido material centralizado en el cerebro, y operando según éste, no es el Alma del hombre verdadero, es una contradicción de Dios; es el mal mismo; su nombre es mente mortal. El mandamiento “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, Éx. 20:3; identifica como idolatría la adoración de una consciencia o alma material. De esta adoración falsa o creencia falsa, proviene la sensualidad de la materia y el así llamado arte que la glorifica, mas es falso porque la materia no tiene sensación. En el grado que el arte sea meramente sensual en su incentivo, es un producto de la mente mortal. Esta así denominada mente, siendo finita, limitaría la habilidad artística a unas pocas personas que han heredado mediante la materia la capacidad de expresarse con sensibilidad artística.
La Ciencia Cristiana revela al hombre como espiritual. Cada persona en la creación de la única Mente, es el reflejo espiritual del Alma y refleja la habilidad del Alma para expresar su naturaleza infinitamente bella. Cristo Jesús demostró la ilimitada capacidad del hombre individual al transformar la vida de aquellos que lo reconocieron como el modelo del Cristo, la Verdad. Su primera demostración registrada simbolizó la manera en que su influencia elevó, por encima de lo rutinario a lo inspirado, los acontecimientos humanos y la vida de los que participaban en ellos.
En la ceremonia de una boda, que en esa época rara vez era cuestión de amor, convirtió el agua en vino. Fue como si él hubiera querido demostrar que una boda — que carecía muchísimo de lo necesario para lograr la inspirada unión de los afectos como debería ser — podía transformarse en un hermoso acontecimiento. Las obras de curación que llevó a cabo a través de su ministerio revelaron en cada caso algo del arte divino, la idea del Alma perfectamente expresada. Y en cada oportunidad se probó que las limitaciones de la creencia material finita fueron sugestiones falsas.
Hoy en día la curación por la Ciencia Cristiana revela el arte divino. Cuando se comprende la acción de la ley divina, se revela la diferencia entre el arte verdadero y lo que pretende ser arte, que es tan sólo la expresión exagerada de los sentidos opuestos al Alma. Y la diferencia es exactamente la misma que la que existe entre la oración verdadera y su imitación, el desahogo egoísta de emociones.
La oración verdadera es inspirada por el Alma; el arte verdadero es inspirado por el Alma. La oración falsa y lo que se supone arte son motivados por el concepto material del yo. La Sra. Eddy define la oración verdadera en su capítulo sobre este tema que se encuentra en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. La frase inicial dice: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”.Ciencia y Salud, pág. 1;
Ni la oración verdadera ni el arte verdadero dependen de la herencia material. Se derivan como resultado de estar conscientes de que somos la idea del Alma, y ambos se evidencian en obras que revelan algo de la gloria del Alma expresada por todas partes, en el hombre individual.
La Ciencia Cristiana revela el artista que hay en cada uno de nosotros. A medida que vemos la irrealidad de las creencias sensuales que pretenden ser nuestra identidad, y vemos la abundancia de ideas espirituales que constituyen nuestro ser verdadero, nos vemos libres de las creencias que ocultan nuestro talento único y original. Aprendemos a trabajar y a orar comprensiva y desinteresadamente. El resultado es lo artístico manifestándose vivamente en todos los aspectos de nuestra vida humana.
La Sra. Eddy después de amplificar más sobre su declaración: “Todos somos escultores, elaborando variadas formas, modelando y cincelando el pensamiento”, nos da la culminación del arte de vivir. Dice así: “Dejemos que el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor — el reino de los cielos — reinen en nosotros; y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán, hasta que desaparezcan finalmente”.ibid., pág. 248.