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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

Las doce tribus de Israel

Del número de enero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A medida que la historia de los hebreos se desarrolla, se hacen muchas referencias de los descendientes de Jacob, llamado también Israel, quien dio a las “doce tribus de Israel” sus nombres (Génesis 49:28); y es de interés observar sus características tal como están detalladas en la sagaz evaluación final que hace Jacob de las cualidades y el destino de sus hijos.

El mismo Jacob nació en Canaán, pero muy pronto se dirigió al norte, a Harán en Padan-aram, mayormente para escapar de la ira de su hermano Esaú; y en Harán nacieron once de sus hijos y Dina, su única hija. Sin embargo, Benjamín, su duodécimo hijo y el más joven, nació cerca de Belén, que más tarde se llamó Judea.

Lea, menos favorecida por su esposo que Raquel, fue la madre de siete de sus hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón, así como Dina (ver Génesis 29:32–35; 30:18–21). Bilha dio a luz a Dan y a Neftalí y Zilpa fue la madre de Gad y Aser (ver Génesis 30:6–13); mientras que José y Benjamín fueron hijos de Raquel (ver Génesis 30:22–24; 35:18).

La percepción del patriarca se ve claramente en la descripción que, hasta cierto punto, hace de los actos pasados de sus hijos y de las futuras posibilidades de ellos. A pesar de las grandes esperanzas que una vez tuvo en su primogénito, Rubén, Jacob lo describe como “impetuoso como las aguas” (Génesis 49:4) debido a su falta de entereza moral. Los dos hijos siguientes de Lea, Simeón y Leví, están ligados en la representación de la crueldad, la ira y la obstinación, que su padre reconoció como la causa que provocaría la división e incertidumbre en sus asuntos (ver Génesis 49:5–7).

La comprensión de Jacob de la naturaleza de su cuarto hijo, Judá, indica más de la visión del patriarca, pues vio en él las cualidades innatas de dirigente. Sus hermanos lo reverenciarían; además, Jacob dijo: “No será quitado el cetro de Judá” (Génesis 49:10). La historia ha comprobado la exactitud de la predicción de Jacob, porque el territorio de Judea, como se estableció luego en Palestina, incluía a Jerusalén, el centro espiritual de la Tierra Santa; mientras que Belén, también en Judea, iba a ser testigo del nacimiento de David y más tarde del mismo Jesús.

Israel habló más brevemente de seis de sus otros ocho hijos (ver Génesis 49:13–21). Previo que Zabulón y sus descendientes iban a tener acceso a puertos tal como Sidón en la costa del Mediterráneo; a la vez que Isacar, fuerte pero indisciplinado, se encontraría pronto convertido en esclavo por su tendencia al ocio. Dan iba a actuar como juez entre las tribus, aunque sus características traicioneras serían una fuente de peligro. Gad tendría asegurado el progreso y Aser la prosperidad, mientras que Neftali fue considerado muy activo y aventurero como “cierva suelta” (Génesis 49:21).

En su hijo José, Jacob vio a un verdadero gran hombre, fructífero en sus esfuerzos a pesar de la oposición que halló tanto entre sus hermanos como en algunos egipcios con quienes estuvo asociado — sostenido y apoyado por Dios, por consiguiente, singularmente bendecido. Aunque la ominosa predicción de Jacob acerca de su hijo más joven Benjamín, a quien describió como “lobo arrebatador” (Génesis 49:27), fue breve, sabemos por referencias anteriores cuán profundamente lo amó Jacob. Además, el diccionario bíblico de Harper, indica que “los hombres de Benjamín eran rudos combatientes montañeses, y fueron siempre defensores de la libertad”. De sus filas salió el primer rey de Israel, “Saúl. .. varón de la tribu de Benjamín” (Hechos 13:21).

Cuando se produjo la división de Canaán entre las doce tribus, en los días de Josué, no aparecen los nombres de dos de los hijos de Jacob, Leví y José. La razón fue que los levitas no tenían una posición territorial porque estaban considerados como un grupo esencialmente sacerdotal, y dos hijos de José, Efraín y Manasés, llegaron individualmente a representar a su padre, estableciendo así en doce el número de las tribus provinciales.


Mirad cuál amor
nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados
hijos de Dios ;
por esto el mundo no nos conoce,
porque no le conoció a él.

1 Juan 3:1

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