¿Qué hago yo enseñando en la Escuela Dominical?
Esta pregunta me vino de repente un domingo de mañana cuando me dirigía a mi clase. No fue el momento más oportuno, pero se presentó. Y persistía. Parecía absurda, pero las preguntas absurdas son a menudo correctas, de modo que empecé a pensar en las razones.
En primer lugar, me sentía profundamente agradecido por la Ciencia Cristiana. Me había despertado a la realidad de mi identidad espiritual verdadera. En segundo lugar, deseaba compartir las buenas nuevas de la realidad espiritual en cualquier parte que me fuera posible, y la Escuela Dominical era un lugar donde hacerlo. Tercero, las verdades específicas de la Lección-Sermón de esa semana serían directamente útiles para la vida y el trabajo de los estudiantes universitarios a quienes yo enseñaba, y juntos las discutiríamos y las relacionaríamos.
Bien, pero, ¿con qué objeto? ¿Acaso era meramente para ayudarles a que fuesen mejores Científicos Cristianos? ¿O tal vez para mantenerlos firmes — o para corregirlos? ¿O sería quizás para ayudarles a vivir una vida lo más libre de problemas posible? ¿O para inmunizarlos contra el mal? ¿O para ayudarles a perpetuar el movimiento de la Ciencia Cristiana?
Surgieron entonces algunos de los pensamientos de la Sra. Eddy sobre el hombre verdadero: "El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales.. . El hombre es idea, la imagen del Amor; no es corpóreo.. . es aquello que no posee vida, inteligencia ni poder creativo propio, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor“.Ciencia y Salud, pág. 475;
El pasaje completo al cual pertenecen estas frases es una descripción que invita a pensar, y esa descripción había adquirido cada vez más importancia en mi vida. Había estado aprendiendo a identificar a cada persona con que trataba como la imagen del Amor, alguien digno de ser altamente estimado, en el sentido más profundo de la palabra. Me estaba volviendo más receptivo a la originalidad y belleza de las personas con quienes trataba y trabajaba, sin prestar atención a la evidencia material. Los resultados fueron interesantes, a menudo hermosos. Las relaciones humanas prosperaron, se establecieron y fueron más provechosas. Me di cuenta entonces de que la respuesta a mi pregunta esa mañana consistía en contemplar y amar al hombre real.
La declaración de la Sra. Eddy sobre el hombre continúa: “Los mortales son las falsificaciones de los inmortales.. . En la Ciencia divina, Dios y el hombre verdadero son inseparables como Principio e ideas divinos”.ibid., pág. 476;
¿Eran realmente falsificaciones? ¿Acaso iba a la Escuela Dominical con el propósito de enseñar a falsificaciones o a mejorarlas? De ningún modo. Una falsificación continúa siendo falsa, hágase lo que se haga con ella.
Pero entonces, ¿qué era lo verdadero acerca de las identidades de esa clase que yo amaba? Bueno, la Sra. Eddy justamente lo indica en Ciencia y Salud. Ellos vivían "en la Ciencia divina", no en la materia. Mis alumnos, en realidad, no eran Científicos Cristianos incompletos que esperaban que yo llegase y los colmara de Verdad. Ya estaban repletos, ya eran las completas ideas de Dios. El motivo de reunimos era compartir el reconocimiento de nuestra plenitud divina.
Con esta clara visión respecto al lugar en el que llevábamos a cabo nuestra actividad y la naturaleza de esta actividad, la incertidumbre acerca de mi misión esencial para esa mañana comenzó a desvanecerse. En realidad, no era posible que yo supiese algo más o estuviera más en armonía con Dios que mis alumnos, porque la única Mente infinita, Dios, nos incluía a todos — nos proveía, nos inspiraba, y nos unía en el Amor. Estábamos ya en una coordinación perfecta por medio de la ley de la Vida. Al concurrir a la Escuela Dominical, ilustrábamos esta ley que atrae a hermanos y hermanas a reunirse y glorificar a Dios.
Como Científicos Cristianos, amamos nuestra Escuela Dominical. Vemos que hoy en día enfrenta una serie de desafíos. Los sucesos de la actualidad constituyen un fuerte estímulo que obliga a hacer cambios rápidos y beneficiosos en nuestro concepto de la Escuela Dominical y de la iglesia misma. La Escuela Dominical, como la Iglesia, requiere nuestro constante amor sanador.
Como Científicos Cristianos, comenzamos nuestro trabajo del punto de partida absoluto de que Dios, el bien, es real, y el mal es irreal. Partiendo desde esta base, satisfacemos cada necesidad humana. Esto no significa que ignoramos el mal ni hablamos con ampulosidad sobre la “paz” cuando no hay paz. Curamos, eliminando el mal.
Por medio de un estudio cuidadoso de la Biblia y de las obras de la Sra. Eddy, comenzamos a comprender que nuestra experiencia humana es subjetiva, la cual viene a incluir la manifestación humana de iglesia y de sus actividades. Y comenzamos a ver cómo la iglesia crece a medida que nosotros crecemos.
Probamos la irrealidad de la materia y sus condiciones, viviendo las verdades espirituales que conocemos, de modo que ningún cuadro material, tal como una menor asistencia a la Escuela Dominical, pueda desconcertarnos o frustrarnos. Solamente debería estimularnos a hacer progresos más rápidos en nuestro viaje individual de los sentidos al Alma y a permanecer más firmes contra cualquier suposición de que el Amor infinito no es infinito.
Ocasionalmente descubrimos que estamos trabajando para obtener ciertos resultados humanos, como por ejemplo, una mayor asistencia a la Escuela Dominical que no se ha manifestado. La inasistencia continúa. Éste es el momento de sacudir nuestra manera de pensar y de establecer nuevamente cuáles son las prioridades. Si nos preocupamos más por los resultados humanos, por ejemplo, el número de alumnos, que por las realidades espirituales, como la integridad de la Iglesia, sería como tratar de sacar jugo de naranja de una banana. Otra clase de materia no nos va a dar satisfacción ni buenos resultados.
Comenzamos con la Verdad — la cual es una realidad actual. Deseamos la Verdad. Cristo Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33La materia jamás es real. Jesús lo sabía. Todo lo que hizo lo demostraba. Entonces, ¿cuáles fueron “las cosas” añadidas? ¿No eran acaso principalmente los hechos espirituales — hechos tales como la salud constante, oportunidad ilimitada, y provisión infinita?
Todo lo que podemos tener o experimentar son hechos espirituales. Como ideas de Dios, no poseemos un futuro material con mejores condiciones materiales, tales como Escuelas Dominicales desbordantes e iglesias aglomeradas. Sólo poseemos el ahora espiritual y sus condiciones espirituales y perfectas. El saber esta realidad elimina las creencias falsas contrarias, lo que trae como resultado un mejor crecimiento y desarrollo — ahora.
A medida que enfocamos las prioridades espirituales en nuestro trabajo metafísico para la Escuela Dominical, podemos recordarnos que lo que realmente existe — la creación de Dios — es por siempre completa, y por siempre perfectamente coordinada. Esta realidad incluye a cada hijo en la comunidad y en el mundo.
Después de encarar los hechos, debemos afrontar los errores sutiles o evidentes en nuestro propio pensamiento. Quizás hemos estado tratando de hacer real la verdad de la abundancia e irreal el error de la escasez, como si lo verdadero hubiera estado temporalmente ausente mientras que un error se infiltraba en la creación. Esto es ilógico y resulta en problemas no solucionados.
La solución radica en saber confiadamente que la Verdad es real y el error es irreal, no en que tratemos de hacerlo así. Dios ya los ha hecho de este modo.
A medida que nos asemejamos más al Cristo, esforzándonos por reflejar la acción divina, se nos abrirán innumerables avenidas para prestar servicio humanitario. En la proporción en que vemos más claramente que no hay poder que se oponga a Dios o que resista Su amor, la asistencia a la Escuela Dominical aumentará y, finalmente, desbordará como desbordaban las colinas y playas cuando Jesús enseñaba.
Hoy en día, el miembro de iglesia interesado, a veces se pregunta: ¿Qué podríamos hacer para que nuestros jóvenes se entusiasmen en el descubrimiento espiritual? A menudo estudiantes de la Escuela Dominical que son muy receptivos expresan francamente su desaprobación por la calidad de instrucción que están recibiendo. Llegan a experimentar tedio por los mismo clichés tan trillados que utilizan ciertos maestros. ¿Cómo mantenemos el interés, el entusiasmo y el deseo de alcanzar la superación en la tarea de servir a Dios? ¿Cómo mantenerlo en cualquier cosa?
Como profesor de universidad, se me ha hecho notar que cuando los estudiantes han dejado de aprender, es porque el maestro también ha dejado de aprender. Es pues, vital, que el maestro nunca deje de estudiar y crecer.
El crecimiento espiritual proviene de amar todo lo que Dios es. La verdadera enseñanza está basada en el amor que nos une a la inteligencia divina, de modo que la respuesta a la enseñanza verdadera en las Escuelas Dominicales es amar realmente. Esto trae como resultado una Escuela Dominical saludable, que acrecienta la salud de la iglesia y de sus miembros.
¿Estamos dispuestos a mantener este aprecio hacia toda persona, quienquiera que sea, dondequiera que se encuentre?
Si un estudiante manifiesta que preferiría estar jugando al fútbol en lugar de estar en la Escuela Dominical, sería conveniente preguntarle por qué. Le será posible descubrir lo que el estudiante está buscando, qué cualidades del juego lo entusiasman. Y más importante aún, él sentirá el interés que Ud. tiene por él y apreciará ese interés.
El interés profundo le es innato al hombre y nos es fácil expresarlo cuando nos damos cuenta de que estamos ante la presencia del hijo de Dios. Cuanto más apreciamos y respondemos a este hijo preciado en nosotros mismos y en los demás, tanto más atractivo se vuelve. Este hijo es lo que realmente está presente, a pesar de que el cuadro material indique que es alguien que se ha dado de baja o que es un ciudadano excelente. Al interesarnos por él y prestarle atención, ejercemos la sabiduría del Amor y manifestamos nuestra afluencia verdadera como miembros de la iglesia.
La carencia y la restricción son borradas por este amor imparcial o reconocimiento genuino. Cuando esto ocurre, estamos realmente compartiendo nuestra plenitud espiritual, y las Escuelas Dominicales se repletan.