Para muchas personas, la última campanada de la medianoche del 31 de diciembre es trascendental. Cada año, la consideran como el punto de partida para dar el primer paso en un tramo habilitado recientemente en la carretera de la existencia humana. Ven el año entero como una oportunidad para ser mejores hombres y mujeres, para establecer hábitos más saludables y relaciones más felices. En realidad, adoptan resoluciones para lograr el bien que en muchas ocasiones anteriores quedaron en la etapa de planeamiento.
Si bien algunos estudiantes de la Ciencia Cristiana se reúnen socialmente con amigos y parientes para las tradicionales festividades de Año Nuevo y responden cálidamente al intercambio general de buenos deseos de felicidad y prosperidad, este período en particular no tiene un significado sobresaliente que requiera celebraciones materiales. Han aprendido que Dios, el divino Padre-Madre de todos, es omnipresente, y como consecuencia, ellos, y todos los demás hombres y mujeres, están perpetuamente en un estado de bien infinito. Saben que como hijos de Dios siempre poseen el gozo de expresar las cualidades espirituales del Principio divino, del Amor, de la Mente, del Alma y del Espíritu infinitos. Reconocen que, como la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “El hombre, gobernado por la Mente inmortal, es siempre bello y sublime. Cada año que pasa desarrolla más sabiduría, hermosura y santidad”.Ciencia y Salud, pág. 246;
Así, cada momento de cada año puede ser considerado como una ocasión para ser celebrada, es decir, para expresar más de la vitalidad de la Vida eterna, para desarrollar y desplegar más las sublimes cualidades y energías del Espíritu. Es una oportunidad para demostrar más de la afluencia de la Verdad, para avanzar hacia una consciencia más clara de la presencia y poder del Amor infinito, para demostrar la hermandad de los hombres bajo la ley de Dios, mediante relaciones más ricas y más cariñosas, y sentir el cuidado y el gobierno del Principio divino en la jornada ascendente hacia el objetivo elevado del pensar y vivir completamente espirituales. Cada día, incluso el día del Año Nuevo, es igualmente una ocasión para elevar el pensamiento para saber y demostrar aquello que es espiritualmente verdadero y completamente satisfactorio.
Cristo Jesús no designó el comienzo de un año calendario como un acontecimiento especial. No enseñó que el bien viene por temporadas. Al contrario, dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35; Así, hoy y todos los días, al mirar los campos de nuestra consciencia a la luz de la Ciencia Cristiana, podemos con gratitud, ver que a pesar de la fecha del calendario, podemos trabajar para recoger en la siega de ideas espirituales dada por Dios, y demostrar nuestra unidad con la Vida y el Amor infinitos.
Y el camino hacia este cielo del Alma — hacia la plena demostración de la perfección espiritual bajo el gobierno de Dios — por cierto que requiere trabajo. Se debe emprender el camino señalado por Dios, el camino demostrado por Cristo Jesús, con resolución, dedicación, honestidad, paciencia y humildad. Se habrá de superar obstáculos — la obstinación, los argumentos del testimonio del sentido material, y las sugerencias de que hay un poder y una presencia separados de Dios, el bien. Pero es una jornada que debe hacerse con alegría y amor, pues el destino es muy deseable. Como dice la Sra. Eddy: “Cuando cesen las luchas humanas, y los mortales cedan humildemente al designio del Amor divino, ya no habrá más enfermedad, dolor, pecado ni muerte”.No y Sí, pág. 35 ;
Cada día puede ser un día de progreso espiritual para aquellos que están avanzando en este viaje mental desde las creencias mesméricas de que hay vida en la materia hacia el conocimiento del bien espiritual infinito. Uno puede sentir que este pensamiento está insinuado sutilmente en la naturaleza de dos regalos preparados por la Sra. Eddy en 1896. En aquel año, con la acostumbrada consideración por el bienestar de sus seguidores y con un especial pensamiento para los niños en este tiempo festivo, la Sra. Eddy envolvió los regalos de profundo valor en dos cortos versos. Me agrada pensar en el segundo como una ampliación del primero. Uno lo tituló “Regalo de Año Nuevo de la Madre a los niños pequeños”, y el otro, “A los niños grandes”. Dicen así:
Padre-Madre Dios,
en Tu amor,
guárdame al dormir,
guía mis pies al ir
de Ti en pos.
y,
Padre-Madre, todo bondad, amorosamente
a Ti Te busco,
paciente, humilde,
en el camino que Tú señales,
sea despacio, sea rápido,
de Ti en pos.Miscellaneous Writings, pág. 400.
Estos versos juntos constan de sólo cuarenta y tres palabras, sin embargo pueden consolarnos, protegernos, guiarnos y aconsejarnos no sólo en la niñez sino también a través de nuestros años de madurez, pues transmiten ideas espirituales que son inmortales y aplicables a toda la humanidad en cada etapa de desarrollo. Algunos de los que los han aprendido antes de siquiera poder leer han continuado considerando en años posteriores las verdades que expresan. Dicen que el valor de los regalos de la Sra. Eddy ha incrementado con su uso en vez de disminuir.
Estas oraciones tienen poder para penetrar nuestro pensamiento en cualquier etapa de desarrollo espiritual. Nos aseguran del cuidado solícito de Dios cada día de cada año y que Él siempre nos consuela, protege y guía cuando lo buscamos con amor.