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“Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y...

Del número de enero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Lucas 10:21). La Ciencia Cristiana llegó a mi conocimiento debido a la curación de un caso de paludismo que tuve poco después de mi retorno de Inglaterra, en diciembre de 1967, al clima ecuatorial de Nigeria, en África occidental.

Había crecido en una familia cristiana y no estaba acostumbrado a tomar medicamentos. La fiebre se manifestó una tarde mientras me hallaba en el trabajo, y en estado inconsciente fui llevado de inmediato a mi casa, pero a la mañana siguiente me sentí bastante bien como para volver al trabajo. Más o menos al mediodía la fiebre volvió de nuevo y continuó repitiéndose intermitentemente durante varios días. En esas temidas tardes y noches, utilicé toda clase de ayuda médica, sin resultado favorable alguno. Una noche me sentí sumamente mal. La temperatura era extremadamente alta, y habiendo perdido toda esperanza de sanar pedí a Dios que me quitara la vida.

Durante esa lucha un pariente que yo ignoraba era estudiante de Ciencia Cristiana, dado que yo no sabía nada acerca de esta religión, vino a verme y me halló en un estado lastimoso de esclavitud mortal. Él sabía que yo era un cristiano devoto, así es que me habló acerca de Dios en un lenguaje que yo pude comprender claramente. Continuó hallándome por tres cuartos de hora, y cuando se disponía a partir, pude ponerme de pie, vestirme, y acompañarlo hasta la puerta principal.

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