Hace algunos años me vi enfrentado a un problema comercial. Se trataba de un negocio familiar y del cual yo formaba parte; debía adoptar una decisión para venderlo porque no era compatible con la Ciencia Cristiana. Hubo dudas, temores y postergación para buscar la solución apropiada. El progreso era lento, y pasaron muchos meses sin que sucediera nada.
Entonces comenzaron las complicaciones. El plazo para dejar el local se acercaba. Los dueños no estaban dispuestos a conceder otro plazo. Los planos de construcción en el lugar fueron denegados indefinidamente por el gobierno. En resumen, la situación no podía ser peor para vender el negocio.
Así que decidí confiar en la Ciencia Cristiana sabiendo que sería guiado a hacer lo que debía.
Comencé a dedicarle más tiempo al estudio metódico, de día y de noche, de la Lección- Sermón semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Tuve oportunidad de tomar instrucción en clase de la Ciencia Cristiana por lo que nunca estaré lo suficientemente agradecido. Además, se presentaron nuevas oportunidades de colaborar en la iglesia, que me trajeron muchas bendiciones.
Al mismo tiempo trabajé para mejorar el negocio, esforzándome cada día por expresar más cualidades espirituales de Dios, y menos las ansiedades del hombre mortal. Tuve un gran apoyo, y siempre estaré agradecido por la ayuda de un devoto practicista, que me ayudó con su oración hasta que me pareció conveniente continuar por mí mismo. Una de las lecciones que tuve que aprender fue dejar de pensar de mí mismo como un mortal y ver al hombre de Dios como inmortal. No fue fácil. En Miscellaneous Writings — Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy escribe (pág. 104): “¿Quién desea ser mortal, o quién no desearía alcanzar el verdadero ideal de la Vida y recobrar su propia individualidad?” Y en Ciencia y Salud (pág. 305), dice: “Pero así como la discordancia no es música, un mortal descontento y discordante tampoco es un hombre”.
Gradualmente las cosas empezaron a cambiar. La rutina diaria me preocupaba cada vez menos. Los problemas de personal desaparecieron. El negocio parecía marchar solo y reinó la armonía. Lo que es más, el negocio creció y prosperó más que nunca. Finalmente, con el plazo de alquiler a menos de tres años, hubo un cambio de gobierno, a lo cual siguió el alzamiento de las restricciones para construir la ampliación del edificio. Poco después se efectuó la venta a un precio satisfactorio, y se cerró el negocio.
Cristo Jesús enseñó (Juan 5:30): “No puedo yo hacer nada por mí mismo”, y (14:10) “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud, (pág. 22): “ ‘¡Llevad a cabo la obra de vuestra misma salvación,’ es la demanda de la Vida y el Amor, porque para este fin Dios obra en vosotros. ‘¡Negociad. .. hasta que yo venga!’ ” Esta solución demoró más o menos seis años, y puedo decir con toda honestidad que cada paso que di valió realmente la pena.
Estoy muy agradecido a Dios por esta valiosa experiencia, a Cristo Jesús, el Mostrador del camino, a la Sra. Eddy por habernos dado la Ciencia Cristiana, y por las innumerables bendiciones que me depara el ser miembro de una iglesia filial y de La Iglesia Madre.
Londres, Inglaterra