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Espiritualizando el pensamiento mediante la oración incesante

Del número de enero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La curación espiritual requiere espiritualidad. Esta declaración es obvia y su importancia es subrayada en todas las enseñanzas de la Ciencia Cristiana
Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.. Al indagar sobre lo que Mary Baker Eddy ha escrito referente al tema de cómo podemos mejorar nuestra capacidad para curar, consistentemente se nos recuerda: La curación exitosa está directamente relacionada con la espiritualidad. Ella resume esto en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Nos acercamos a Dios, o la Vida, en proporción a nuestra espiritualidad, nuestra fidelidad a la Verdad y al Amor; y en esa misma proporción conocemos toda necesidad humana y podemos percibir el pensamiento del enfermo y del pecador con el objeto de sanarlos”.Ciencia y Salud, pág. 95;

Nuestro papel en el cumplimiento de la meta sanadora de largo alcance de nuestra Iglesia es fortalecer nuestra capacidad para curar. Puesto que el desarrollo espiritual individual es esencial para esto, ¿cuáles son los pasos prácticos que podemos dar para lograrlo?

La espiritualidad es un estado de consciencia. ¿Estamos más conscientes del Espíritu que de la materia? ¿Adoptamos una actitud espiritualmente predispuesta frente a las personas, circunstancias y acontecimientos? ¿Nos estamos volviendo menos sensitivos a las exigencias, las distracciones, los placeres y los dolores del materialismo? Una franca observación de la Sra. Eddy explica lo que se necesita: “Es la materialidad de los estudiantes lo que entorpece el progreso de éstos, y ‘este género no sale sino con oración y ayuno’ ”.Miscellaneous Writings pág. 156;

Al separarnos del materialismo y adoptar la espiritualidad como nuestra meta, debiéramos escuchar el consejo de la Sra. Eddy y liberar de todo estorbo el camino del progreso espiritual con la oración. Esto quiere decir que debemos desear la espiritualidad lo suficiente para trabajar por lograrla; dedicar tiempo para estar en comunión con Dios acerca de ella; anhelarla con ese deseo hambriento que no cede hasta estar satisfecho.

El Apóstol Pablo instó a sus seguidores a que oraran sin cesar. Ver 1 Tesal. 5:17; No necesariamente de rodillas o en perpetua vigilia en el aposento o en la iglesia. Pero, ciertamente, en forma incesante en motivo, actitud y consciencia mediante el cultivo de un sentido continuo de la presencia y el poder de Dios, de Su bondad y misericordia, de Su sabiduría y amor. La oración incesante incluye varios aspectos. He aquí algunos:

Humildad. En nuestra experiencia humana continuamente nos enfrentamos con exigencias de la identidad mortal. El egoísmo, el egocentrismo y la obstinación siguen la misma dirección de tratar de satisfacer las necesidades estimulantes de los sentidos físicos. Si deseamos progresar espiritualmente, debiéramos orar por ser humildes, por estar deseosos de conocer y hacer la voluntad de Dios en vez de la nuestra. La humildad conduce a pensar en Dios como el centro de todo, al desinterés, a un creciente amor hacia Dios, el Espíritu. Culmina en la curación perfecta cuando percibimos que la voluntad divina sólo resulta en completa espiritualidad en nosotros.

Petición. Si sinceramente sentimos que necesitamos anhelos y motivos más espirituales, debiéramos pedirlos. En todo momento, Dios nos proporciona todo lo que necesitamos. Mediante la oración estamos conscientes de lo que Él da; y nuestros deseos, anhelos e intereses se vuelven más puros. El pedir debiera comprender algo más que el mero deseo. De ese modo podrá ser examinado detenidamente, y nuestros deseos serán sinceros. Mediante la petición podemos refinar nuestros deseos y asegurarnos de que expresan una necesidad genuina.

Reconocimiento. Una consciencia saciada de materialismo puede negar la existencia del Espíritu y, por consiguiente, ridiculizar la necesidad por lo espiritual. La evidencia del sentido físico contribuye a esto. Pero esta resistencia a las cosas espirituales puede ser neutralizada por la oración al reconocer lo que el sentido material no puede percibir — el universo del Espíritu. Debiéramos reconocer que la espiritualidad es asequible, es otorgada por Dios, es parte de nuestra herencia espiritual, y está al alcance de todos.

Afirmación. Las Escrituras nos han capacitado para comprender que Dios es Espíritu. Las obras de la Sra. Eddy nos han enseñado el “porqué”. Dios no podría ser incorpóreo e infinito si no fuera Espíritu. Mas en la experiencia humana esta verdad necesita ser afirmada y reafirmada. La oración nos permite percatarnos del significado de tal afirmación. Debiéramos reclamar lo fundamental de nuestro carácter como hijos de Dios — que la espiritualidad, la substancia espiritual, constituyen la esencia del hombre creado a Su imagen y semejanza.

Negación. Al mismo tiempo, al orar debiéramos negar las suposiciones contradictorias que dicen que todo es materia, que el hombre es material y que está gobernado por leyes materiales. En lugar de acceder a la voluntad de los sentidos físicos, debiéramos aprender a negarlos, debiéramos ejercitar el “ayuno” al que se refirió Cristo Jesús cuando les respondió a sus discípulos la pregunta sobre el motivo por el cual ellos no pudieron sanar al muchacho lunático: “Este género no sale sino con oración y ayuno”. Mateo 17:21; En la oración podemos luchar mentalmente contra la tentación, los argumentos y las decepciones de la sensualidad y del materialismo hasta que su inexistencia sea comprendida. La oración nos ayuda a ver la incapacidad de la sensualidad y del materialismo para influenciar y su falta de habilidad para satisfacer.

Escuchar. La oración sin el escuchar es como el pan sin cocción. Los ingredientes están ahí, pero carecen del elemento esencial que hace que nuestra oración sea completa. El anhelo de ser más espirituales es menos compensado si manifestamos nuestras intenciones y repetimos nuestro empobrecimiento, que si escuchamos pacientemente a las ideas purificadoras, exaltadoras e inspiradoras con que el Espíritu provee constantemente al hombre. La expectativa hace que el escuchar fructifique. La oración incesante llega a su plenitud con el escuchar. El aposento es el mejor lugar para escuchar. No ese cuartucho de una sola puerta, lleno de cosas, sino el estado de consciencia que invita a escuchar en momentos de soledad, a escuchar en medio del tráfico estrepitoso, entre truenos durante una tormenta — a escuchar apartándonos de todo ruido a nuestro alrededor y escuchar así lo que Dios dice. El aposento para tal comunión es accesible en todo lugar. Al escuchar progresamos espiritualmente. Nuestra intuición se agudiza. Si somos sinceros, oímos lo que debemos obedecer.

Gratitud. Jesús agradecía a Dios antes de que la curación se efectuara. Debiéramos agradecer a Dios por la espiritualidad que esperamos alcanzar, por el progreso espiritual logrado hasta el presente, por las cualidades espirituales que vemos en los demás. La admisión sincera del bien espiritual a nuestro derredor, prepara el pensamiento para recibir más. La visión espiritual se intensifica. La percepción y el discernimiento se agudizan. Varias veces por día debiéramos expresar nuestra alabanza con un silencioso “gracias, Padre”.

Cumplimiento. La prueba de toda oración es vivirla. Si sentimos que no somos amados, necesarios, útiles, es posible que estemos convencidos de que tenemos una gran necesidad de amor. Mas Dios es Amor, y en Su todo no excluye a nadie. Pedir amor, puesto que, el Amor es infinito y siempre presente, nos ayudará a purificar nuestro concepto sobre lo que es el Amor. Pero no nos brindará más amor del Amor de lo que ya está a nuestro alcance. Lo que hace falta es expresar amor, manifestar, en efecto, las cualidades del amor hacia los demás, vivir nuestra oración por amor expresando el amor. Lo mismo es verdad con respecto a la espiritualidad. Nos volvemos más espirituales al vivir nuestras oraciones — al vivir lo que pedimos en nuestras oraciones — pureza, santidad, bondad; al expresar compasión, perdón, afecto; al responder cada vez menos a la rebelión del materialismo, a la inutilidad del sensualismo, a la resistencia de la animalidad, a los placeres engañosos e ilusorios del sentido físico.

Quien sea sincero en sus esfuerzos podrá progresar espiritualmente. Se deberá estudiar la letra, la cual abunda en las Escrituras y obras de la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Debiéramos familiarizarnos de tal manera con el texto que dejará de parecemos extraño. Debiéramos dedicar el tiempo que sea necesario para aprender las cosas del Espíritu. Luego debiéramos embeber lo que hemos aprendido, tenerle hambre y sed, desearlo sincera, consistente y fervorosamente — aceptarlo, vivirlo y asimilarlo. La Sra. Eddy escribe: “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes de que tomen forma en palabras y en acciones”.Ciencia y Salud, pág. 1. Una oración viva por progreso espiritual es oración incesante. Continuamente aumenta nuestra capacidad sanadora.

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