Rechace, acepte, espere — ¿qué tienen que ver estas tres palabras con la Ciencia Cristiana? ¿Cómo podemos usarlas en la curación?
Rechazar — ésta es una palabra fuerte, ¿no es así? En el tratamiento según la Ciencia Cristiana, o la oración sanadora, aprendemos que es necesario ver el mal, o el error, como irreal y rechazarlo en nuestra consciencia.
Alguien puede preguntar: “¿Qué beneficio nos puede aportar el hacerlo?” Bien, simplemente éste: ver que no existe el problema, comprendiendo que no es parte de nuestro ser verdadero, el cual es imagen espiritual de Dios, nos separamos del problema. Así, rechazando, o echando fuera, una creencia de enfermedad, tristeza, pecado y todo lo que no es bueno, despejamos el cauce de nuestro pensamiento y abrimos el camino para que se establezca la bondad de Dios. Esto nos conduce a la segunda palabra: acepte.
¿Se ha encontrado Ud. alguna vez arrastrando penosamente un problema diciendo: “Esto no es real, esto no es verdadero, Dios no lo creó” y luego preguntándose: “¿Por qué no me sané?” Por cierto que el hecho de negar la realidad del error es un gran paso en la dirección correcta. Pero el paso siguiente es afirmar lo que sí es verdadero, aceptando su perfección como parte de la creación de Dios.
Digamos que quiere Ud. plantar algunas legumbres, pero la tierra de su jardín no es buena. Cuidadosamente quita la tierra mala — ¡estupendo! — pero no hay modo por el cual esas legumbres vayan a crecer hasta que no llene ese hoyo con tierra buena y plante las semillas. Tiene sentido, entonces, el decir que después de rechazar los pensamientos inapropiados y estériles debemos aceptar inmediatamente la perfección absoluta de Dios y del hombre. De esta manera, en lugar de dejar su consciencia abierta para que siga entrando el mal, la está llenando con lo que realmente le pertenece.
En un artículo de la Sra. Eddy, que se ha titulado “Lo que dice nuestra Guía”, leemos: “Queridos Científicos Cristianos: Tened vuestra mente tan llena de Verdad y de Amor, que ni el pecado, ni la enfermedad, ni la muerte puedan entrar en ella. Es evidente que no se puede añadir nada a la mente que está llena”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210;
Perfecto, ha rechazado el mal y aceptado el bien, pero ¿qué decir de la tercera palabra: “esperar”? En mi vida he hallado que después de que se ha producido una curación o que un problema ha sido resuelto, el esperar que el bien continúe afirma mi comprensión del Cristo, la Verdad. En realidad, el bien no está solamente a veces presente; sino que está con nosotros siempre.
Un diccionario dice: “Esperar implica un alto grado de seguridad y generalmente incluye la idea de preparación o de previsión mental”. Así es que, el prepararnos para el bien espiritual, sabiendo que está siempre presente, fortalece nuestra confianza en la totalidad de Dios.
Alguien me dijo que un niño, con el cual me había hecho muy amiga, había perdido la vida. Oré para verme libre de la creencia de que esta tragedia pudiera afectar a uno de los hijos de Dios. Y, entonces, aceptando sinceramente la verdad de que Dios es Vida y que la Vida es eterna, tuve que admitir que ella no puede perderse. Por eso, tenía que esperar que el niño continuara viviendo una vida alegre, activa y animada. Yo también (al igual que todos los demás) continuaría reflejando la Vida divina de esta manera, sin carecer tampoco de nada.
En ningún momento me sentí desconsolada o apenada por esta experiencia, sino que he visto que la alegría y la gratitud a Dios por ser nuestra Vida verdadera nos libra de la muerte y de la tristeza. Cristo Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Esta Verdad a la que él se refirió es el Cristo que sana.
De este modo vemos que estas tres ideas realmente están íntimamente relacionadas. Cuando confiamos en ellas para vencer la enfermedad, para resolver un problema de relaciones humanas o para recobrar un sentimiento de alegría cuando algo nos deprime, siempre da resultado.