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La Ciencia divina descubre la naturaleza mental de la electricidad

Del número de febrero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La electricidad, como energía material, mueve máquinas y disipa la obscuridad en nuestros hogares. Hablando desde el punto de vista humano, puede ser una fuerza constructiva cuando se la controla adecuadamente. Pero la electricidad no nos puede hacer pensar inteligentemente, como tampoco nos puede ayudar a disipar de nuestro pensamiento la obscuridad del temor, el odio, la envidia y la desesperación. El único poder que lo puede hacer es la inteligencia divina que se expresa en las verdaderas fuerzas de pensamiento o energías espirituales de la Mente.

Aunque la electricidad ha sido considerada por mucho tiempo como una energía material, su naturaleza, como una forma de consciencia ilusoria, ha sido descubierta únicamente por la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy explica en un párrafo que tiene el subtítulo marginal “Electricidad elemental”: “La electricidad no es un fluido vital, sino la forma menos material de consciencia ilusiva, — un estado material, que carece de inteligencia y no forma eslabón alguno entre la materia y la Mente y que se destruye a sí mismo”. Y agrega: “La electricidad es el excedente violento de la materialidad, que falsifica la verdadera esencia de la espiritualidad o verdad, — siendo la gran diferencia que la electricidad no es inteligente, mientras que la verdad espiritual es Mente”.Ciencia y Salud, pág. 293;

La electricidad, entonces, desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, representa un falso estado de pensamiento producido por la llamada mente mortal, que falsifica las verdades espirituales del ser tal como existen en la Mente divina. También representa la influencia del magnetismo animal que es tan característica del proceso de pensamiento de la mente carnal.

Se supone que todos los pensamientos mortales son formados por cargas electroquímicas, y transmitidos mediante ellas, en el cerebro. Anulamos esta pretensión al comprender y afirmar la verdad espiritual de que Dios, la Mente inteligente, es la única causa infinita y que el hombre es Su efecto, el hijo o reflejo de Dios. Nuestro deber es comprender la inexistencia de cada pensamiento mortal que pretende resistir la actividad de la Verdad omnipotente, y comprender científicamente que no hay poder opuesto a Dios. De esta manera podemos liberarnos de las sugestiones mentirosas de la mente mortal. Pablo dijo: “Haya, pues, en vosotros esta mente que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5 (según la versión King James de la Biblia); Esta Mente es la única Mente divina e infinita, que todo lo sabe y que es todo actividad; es la fuente continua de cada pensamiento verdadero del hombre y es su único creador.

La Sra. Eddy descubrió la naturaleza mental de la electricidad porque buscó la explicación de todo fenómeno en la consciencia y no en la materia. Según la Ciencia Cristiana todo es Mente y la Mente es Dios. El hombre, a la imagen y semejanza de Dios, refleja la Mente divina. Es la identidad consciente que emana de la Mente. Por consiguiente, la consciencia verdadera del hombre tiene que ser la expresión de la Mente. La así llamada mente que expresa pensamientos malos, limitación, pecado, enfermedad y muerte es una falsificación de la Mente verdadera, y una personalidad mortal es una falsificación de la individualidad verdadera, la idea espiritual de Dios.

El aceptar teorías que declaran que la vida está en la materia y mora en un cuerpo material, que la actividad depende de los músculos, que hay inteligencia en el cerebro y está controlada eléctricamente, inflige limitaciones y sufrimiento a quienes no se oponen a ellas mediante la comprensión de la Verdad. La Ciencia del ser nos muestra que la Vida es Dios y, por lo tanto, no puede estar confinada en un cuerpo material. De la misma manera, la verdadera actividad se revela como el desarrollo espiritual de la Verdad, totalmente independiente de la materia. La inteligencia verdadera es una cualidad de Dios, la Mente divina, y no puede de ninguna manera estar comprimida en una masa esponjosa de materia orgánica llamada cerebro. El entender esto impide que seamos lesionados por las fuerzas falsas y destructivas de la mente carnal.

El negar que las fuerzas físicas, incluyendo la electricidad, pueden ser causa, presencia y poder ayuda a destruir la creencia en el mal en su raíz misma, dejándolo a uno libre para manifestar las energías infinitas del bien, el poder de la Verdad, del Espíritu. La Ciencia Cristiana traduce el universo, de la materia, otra vez al Espíritu, y revela la creación espiritual de Dios como la única creación. En el universo todo armonioso de Dios las energías creativas de la Mente son reveladas como influencias que impulsan al bien. Se manifiestan en la experiencia humana al vivir cualidades del Cristo, como el amor, la inteligencia, la armonía, la paz.

La electricidad, como fuerza material, parece estar dentro de un cuerpo, de un átomo, invisible para los sentidos materiales y por consiguiente operando sutilmente. Esta forma de pensamiento mortal es más insidiosa que la manifestación visible de la malicia, que nosotros llamamos un hombre malvado. Al ver la manifestación del mal en un mortal motivado por el odio o el temor, podemos protegernos contra ella. Mas la electricidad, como entidad material falsa, pretende poseer y controlar el cuerpo humano por medio de procesos involuntarios eléctricos, químicos, y biológicos. La ciencia médica cree que estados emocionales del pensamiento tales como el odio, la envidia, el temor, los celos y la tensión pueden perturbar el proceso eléctrico normal y provocar enfermedad.

La Ciencia Cristiana nos muestra que no estamos desamparados ante las sugestiones agresivas de la mente carnal. La Ciencia nos capacita para establecer en nuestro pensamiento la verdad de que Dios, el Espíritu, es omnipotente; que la electricidad, como una pretensión del magnetismo animal, es una suposición, una creencia falsa sin causa ni ley verdaderas; y que el hombre a la semejanza de Dios está siempre bajo el gobierno infalible del Principio divino. El hombre verdadero es la compuesta idea de la Mente, que tiene siempre el poder de las energías espirituales y está gobernado por el Alma. Cuando nuestro pensamiento está reflejando claramente la naturaleza y presencia de Dios, se corrige todo lo que la mente mortal designa como peligroso o destructivo. El percibir la omniacción de la Verdad nos permite demostrar que cada fase de nuestra experiencia actual está bajo el gobierno de Dios, el bien, sometiendo las fuerzas eléctricas del cuerpo al gobierno de la inteligencia divina, hasta que no las necesitemos más.

Recuerdo una experiencia que tuve un verano cuando me encontraba de vacaciones en las montañas. Era un sitio hermoso en las alturas de los Alpes. El paisaje era imponente. Se podía subir y caminar por los senderos de la montaña durante horas. Una sola cosa me preocupaba: había frecuentes tempestades eléctricas en esa región, aparecían muy súbitamente y lo dejaban a uno con una sensación inconfortable.

Un día, cuando había salido para hacer una larga caminata, me vi de pronto frente a una feroz tormenta. El centro de ella, con nubes obscuras y amenazadoras, parecía dirigirse directamente hacia mí, y no había en muchos kilómetros un lugar en donde refugiarse. Hablando desde el punto de vista humano, parecía que no había nada que yo pudiera hacer sino ceder a lo inevitable. Sin embargo, a medida que recurría en oración a la Mente divina para que me guiara, me vino la idea de analizar la situación más detenidamente. Pude ver que de acuerdo con el concepto mortal la atmósfera estaba peligrosamente cargada con electricidad y la pretensión era que ciertas fuerzas materiales tenían que desatarse antes de que fuera restaurada la armonía. Entonces percibí claramente que el infinito ya estaba lleno de la presencia de Dios. Todo lo que realmente estaba acaeciendo era la Mente divina expresándose a sí misma por medio de sus ideas y acondicionándolas perpetuamente con sus fuerzas omnipotentes y constructivas. En este universo de la Mente la armonía era la verdad espiritual. No había electricidad destructiva ni fuerzas reprimidas de la mente carnal que tuvieran que liberarse antes de que se restableciera la armonía.

Recordé lo que dice la Sra. Eddy en el libro de texto, Ciencia y Salud: “El Principio divino y la idea divina constituyen la armonía espiritual, — los cielos y la eternidad. En el universo de la Verdad la materia es desconocida. Ninguna suposición del error entra allí. La Ciencia divina, la Palabra de Dios, dice a las tinieblas sobre la haz del error: ‘Dios es Todo-en-todo’, y la luz del Amor siempre presente ilumina el universo”.Ciencia y Salud, pág. 503. En ese momento sentí realmente que el Amor divino estaba iluminando mi consciencia con la gran verdad de que Dios es todo. Era como si estuviera bajo la protección de un escudo invisible. Continué alegremente mi larga caminata y llegué finalmente a mi destino, una casa donde podía descansar y tomar algún refrigerio. La idea de una tormenta inminente había desaparecido tan completamente de mi pensamiento que únicamente después que inicié el retorno noté que había llovido torrencialmente. Pero no había habido descargas eléctricas en la atmósfera ni relámpagos ni truenos.

La Ciencia Cristiana nos muestra que las llamadas fuerzas materiales de una mente negativa no pueden tocar a la persona cuya consciencia está unida a la Mente divina. El estudio diario y la oración nos permiten disipar la atmósfera cargada del error, purificar la consciencia humana de la creencia en un poder aparte de Dios y prevenir que el mal pueda aparecer en nuestra experiencia.

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