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Echando fuera demonios

Del número de febrero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Cristo Jesús fue famoso no sólo por su prédica sino que por su habilidad para sanar.

“Le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos ... y los sanó”. Mateo 4:24;

La Ciencia Cristiana, concordando con las enseñanzas de Jesús, muestra que el mal bajo cualquier nombre o forma es irreal e importante. Demuestra que el hombre es la inmaculada y serena expresión de Dios. El hombre jamás puede incluir o poseer nada que no sea el bien, y ningún pensamiento erróneo o diabólico puede jamás poseer al hombre. En verdad no hay dos poderes limitados y opuestos, el bien y el mal, sino un solo poder, el bien omnipotente.

Las creencias y teorías acerca de la existencia de demonios personales han persistido en el pensamiento humano a través de los siglos. Una falsa influencia diábolica ha sido personificada en el arte pictórico en la forma de un ser grotesco con cuernos, pezuñas y cola. Tales representaciones son totalmente engañosas porque lo que es siempre enteramente nada, no puede ser representado o transmitido ni en pintura ni en palabras.

Aun en una era que suponemos informada e instruida parecería que todavía muchas personas tienen una creencia latente en un demonio personal — creen en un ser maligno e indescriptible que sabe acerca de su vida y que podría enfermarlas.

Los conceptos supersticiosos subsistirán hasta el momento en que lleguemos a pensar de una manera espiritualmente científica. Las supersticiones fomentadas por revistas y películas, si son aceptadas como verdades, por lectores o espectadores, pueden llegar a exteriorizarse — de acuerdo con la creencia mortal mentirosa — en acontecimientos extraños o aún fatales. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy declara: “La mente mortal ve lo que cree tan ciertamente como cree lo que ve. Siente, oye y ve sus propios pensamientos”.Ciencia y Salud, pág. 86; Pero según la Ciencia, la mente mortal es una creencia que todos podemos dominar mediante la comprensión y vida espirituales.

Cualquier “evidencia” relacionada con la validez de la superstición es falsa, pues, la superstición misma está basada en el misterio y la ignorancia, en un concepto enteramente material y falso acerca del ser. La evidencia que pareciera reforzar la creencia en lo oculto es siempre una farsa — que procede del sentido material que se engaña a sí mismo, pretendiendo que sus percepciones derivadas de la materia son dignas de confianza.

La Ciencia Cristiana, apoyándose sobre la base de una sola Mente infinita y afirmando el poder y la presencia del bien, resuelve los misterios síquicos. Y al desenmascarar el sentido material y sus obras aparentes — y al afirmar el todo del Amor — se opone absolutamente a las pretensiones del mal y a cualesquiera de sus consecuencias aparentes.

En la historia quimérica del pensamiento mortal, han ocurrido aparentemente muchos sucesos extraños e “inexplicables”. Sin embargo, estos no logran realidad simplemente porque sean ampliamente aceptados. La Ciencia Cristiana, cual la brillante y esclarecedora luz del día, nos reasegura de la preeminencia y del todo del bien y eclipsa el mal junto con sus misterios. La Sra. Eddy escribe: “La Ciencia disipa el misterio y explica los fenómenos extraordinarios; empero la Ciencia jamás traslada los fenómenos del campo de la razón a la región del misterio”.ibid., pág. 80;

Para muchos, ésta es una época de crisis espiritual — pareciera haber incertidumbre acerca de la omnipotencia y omnipresencia del bien, que en la Ciencia Cristiana es inseparable de Dios. Se ha dicho que cuando los hombres dejan de creer en Dios, no creen en nada sino que creen en cualquier cosa. El mórbido embeleso con el horror y la violencia quisiera introducirse en el vacío que parece producirse cuando la confianza en Dios se debilita. Al aceptar la comprensión espiritual científica, entonces, Dios, el bien, deja de ser misterioso. La Ciencia Cristiana nos ayuda a lograr una mayor comprensión de Dios, la que podemos demostrar en calma y confianza, en buena salud y estabilidad.

Ayudarnos a conseguir esta comprensión es una de las funciones de la Iglesia, definida así en Ciencia y Salud: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede él.

“La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y a la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos”.ibid., pág. 583; Una función de la iglesia es echar fuera los demonios — todo lo malo, lo negativo, lo triste, el dolor y la morbosidad que están implícitos en este término.

La Ciencia Cristiana ha probado, como lo hizo Cristo Jesús innumerables veces, que el mal — sea cual fuere su forma o disfraz — cuando se le enfrenta con la afirmación de la omnipotencia y presencia del bien tiene que desaparecer en el olvido de donde pareció venir — pero de donde nunca vino. Todos podemos confirmar lo práctico que es el consejo de Santiago: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Sant. 4:7.

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