¿Por qué no?
Recuerdo muy bien la primera vez que tuve la idea de que debía intentar escribir un artículo para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Lo único que podía pensar era: “¿Yo? ¿Escribir para las publicaciones periódicas? ¡Eso es ridículo!”
No tenía talento alguno para escribir. Y, lo que es más, no me gustaba escribir. Cuando tenía que hacer trabajos escritos para mis estudios siempre los hacía en el último momento como para salir del paso. Además, mi esposa era la escritora de la familia. ¿Por qué iba a invadir su campo de acción? Así que me repetí: “¡Eso es ridículo!” y añadí determinadamente: “¡Olvídalo!”
Pero no podía olvidarlo. Acababa de completar dos semanas de instrucción en clase de la Ciencia Cristiana, durante la cual había aprendido más acerca del Cristo, la Verdad, y de mi verdadera identidad como la semejanza espiritual de Dios, y no la de un mortal descuidado, restringido, limitado, sí hasta un estrafalario mortal que parecía que yo era la mayor parte del tiempo. Oré para que la Mente divina me revelara qué más podía hacer para cooperar con el movimiento de la Ciencia Cristiana en su misión de ayudar a la humanidad.
El mensaje simple y angelical persistía: “Escribe”.
La Sra. Eddy nos dice: “La elocuencia repite los acentos de la Verdad y el Amor. Esto se debe más bien a la inspiración que a la erudición”.Ciencia y Salud, pág. 88; Así que oré aún con más fervor para identificarme con este hombre creado por Dios, la Mente divina, la Verdad infinita, el Amor que lo incluye todo.
Poco a poco, hasta casi podía verme tomando una pluma y viendo el resultado. Pero luego surgía la gran pregunta: “Realmente, aun con la ayuda de la Mente, ¿sobre qué tema tienes suficiente conocimiento como para escribir de un modo inteligente, comprensivo e intelectual, y más aún, metafísico?”
Mas oraba nuevamente para comprender más a fondo mi verdadera identidad espiritual; y finalmente comencé a ver que lo único que hacemos al escribir es expresar la Mente divina. Es la Mente y sólo ella la que nos dirige en lo que hemos de escribir, nos brinda lo que necesitamos, crea lo espontáneo, y nos apoya durante todo el proceso. Lo único que expresamos es lo que ya está presente.
Y entonces me vino el tema sobre el cual debía escribir: la alegría. Bueno, después de todo, pensé, una de las cosas que había demostrado a través de los años era alegría. La alegría es espiritual y completamente independiente de circunstancias, personas y habilidades humanas. La alegría es algo que el hombre posee por el simple hecho de ser quien es, la expresión de Dios, y, por lo general, es algo que se comparte.
Ya estaba en camino. Estudié lo que la Sra. Eddy dice sobre el tema, tomé un lápiz y comencé. Luego de varias revisiones, una de ellas a pedido de los Editores, el artículo fue publicado. ¡Qué alegría saber que algo en lo que yo había tenido parte (pues, por supuesto, Dios fue la fuente de inspiración) iba a ser difundido por el mundo!
Ahora, después de varios artículos publicados y, debo admitir, después de varios rechazos, quisiera compartir con futuros colaboradores de las publicaciones periódicas, lo que más me ha ayudado. En primer lugar, cualquier actividad que emprendamos debe estar basada en la verdadera oración — no la oración caracterizada por el egoísmo y la vanagloria, sino en un deseo profundo, desinteresado y humilde de servir mejor a Dios y de ayudar más a la humanidad. Con esta clase de motivo, acompañado de una comprensión de Dios y el hombre como lo aprendemos en la Ciencia Cristiana, estamos listos para emprender la tarea. ¡Y qué alegría el hacerlo!
Dios, la Mente divina, la única fuente de la inteligencia y la inventiva, no puede ser insulso y aburrido ni tampoco puede estar limitado y restringido, pasado de moda, trillado, confinado y limitante. Así logramos comprender que, como semejanza de la Mente divina, poseemos y reflejamos lozanía, espontaneidad, utilidad, percepción clara y un desarrollo ordenado. Como escribe la Sra. Eddy: “El hombre, hecho a Su semejanza, posee y refleja el dominio de Dios sobre toda la tierra”.ibid., pág. 516;
El coordinar nuestro pensamiento con estas verdades espirituales acerca de nosotros y los demás, nos capacita para dominar mejor aquello que nos pueda restringir al escribir. Nos ayuda a abrir puertas para ver cómo podemos expresar más las cualidades divinas, de la mejor manera, en cualquier cosa que estemos haciendo y a expresarnos con mayor elocuencia, claridad y libertad dondequiera que estemos. Naturalmente, no todo el mundo tiene que escribir a fin de expresar la plenitud y el dominio otorgados por Dios, pero a medida que oramos para asegurarnos de que nuestra razón para no escribir es buena y divinamente dirigida, recibiremos la inspiración y la perseverancia necesarias para apoyar las publicaciones periódicas del modo que seamos guiados espiritualmente.
Estoy seguro de que este pasaje de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud ha inspirado a muchos principiantes: “El Amor da a la menor idea espiritual poder, inmortalidad y bondad, que brillan a través de todo, como la flor a través del capullo”.ibid., pág. 518; ¡Cuán a menudo la “menor idea espiritual” describe el concepto que tenemos de nosotros mismos! Sin embargo, a esa “menor idea espiritual”, cuando el deseo es desinteresado y divinamente motivado, viene el “poder, inmortalidad y bondad” del Amor divino, la Mente infinita. La Biblia nos promete esto, pues hace referencia al poder de la Palabra de Dios como luz. En su Evangelio, Juan dice: “La luz en las tinieblas resplandece”, Juan 1:5; y en su primera Epístola: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. 1 Juan 1:5.
Nadie monopoliza la inspiración. No hay necesidad de que nadie acapare cuanta inspiración haya adquirido. Nadie debe dudar que su comprensión de la “menor idea espiritual” no le proporcionará todo lo que necesita para ponerse a escribir a todo vapor.
Muchas veces, los artículos comienzan mientras estoy orando sobre alguna dificultad personal, o de alguna manera resultan de mi estudio de la Lección-Sermón semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Por ejemplo, un estudio profundo de algunos pasajes bíblicos o de alguna de las obras de la Sra. Eddy, muchas veces ha resultado en un artículo interesante para mí. Y, por supuesto, no podemos esperar que otros se interesen por el tema sobre el cual escribimos, si antes no nos ha inspirado ardientemente a nosotros mismos. Primero, debemos sentirnos entusiasmados por lo que expresamos y luego los demás se sentirán atraídos. Y, claro, no hay nada mejor que escribir acerca de algo que hemos vivido, algo que de verdad sintamos profundamente y que lo hayamos probado de algún modo en nuestra experiencia.
Nuestras publicaciones, lo mismo que cualquier otra actividad del movimiento de la Ciencia Cristiana, reflejan nuestros pensamientos colectivos acerca de las mismas. Entonces, si deseamos publicaciones más vivas, apropiadas y de mayor actualidad, hagamos nuestra parte y escribamos, enviemos, revisemos y volvamos a revisar, si fuere necesario, artículos más novedosos, apropiados y de mayor actualidad — artículos que nosotros mismos disfrutemos de su lectura. ¡Qué oportunidad más grande es ésta para cada uno de nosotros y qué alegría trae! ¡Y cuántas lecciones aprendemos al hacerlo!
Pienso que no hay mayor prueba para ver cuán humildes realmente somos que recibir un rechazo por correo. ¡Nuestra reacción nos lo dice!
Bien, ahora, mientras humildemente nos dirigimos a nuestros libros y plumas, podemos orar y así apoyarnos unos a otros en nuestros esfuerzos individuales por contribuir más para nuestras publicaciones. ¿Quisieran acompañarme?