¿Por qué no?
Recuerdo muy bien la primera vez que tuve la idea de que debía intentar escribir un artículo para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Lo único que podía pensar era: “¿Yo? ¿Escribir para las publicaciones periódicas? ¡Eso es ridículo!”
No tenía talento alguno para escribir. Y, lo que es más, no me gustaba escribir. Cuando tenía que hacer trabajos escritos para mis estudios siempre los hacía en el último momento como para salir del paso. Además, mi esposa era la escritora de la familia. ¿Por qué iba a invadir su campo de acción? Así que me repetí: “¡Eso es ridículo!” y añadí determinadamente: “¡Olvídalo!”
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