La moral es el elemento fundamental de la civilización. Es la esencia misma de la civilización; el cemento de la sociedad. Es lo que estabiliza las relaciones humanas y las protege.
A medida que la humanidad ha empezado a comprender la espiritualidad, se ha ido civilizando más, se ha vuelto más humanitaria y ha reconocido la necesidad de reglamentos que protejan los derechos de los individuos y de la sociedad en general. La fuerza impulsora para bien, siempre ha sido espiritual, aunque generalmente no se la ha reconocido como tal.
Tanto al judío como al cristiano, la moral le ordena: “No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás”. Éx. 20:13–15; También exige muchas otras cosas, pero estos tres mandamientos del Decálogo mosaico son leyes básicas en una sociedad civilizada, y por muy limitado que haya sido su cumplimiento general a través de los siglos, sin su poderosa influencia en el pensamiento universal habría un caos total en el mundo de hoy. El pensador reconoce que esto es verdad. Hasta los que no son religiosos tienen que reconocer que esto es cierto.
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