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La moral y su razón de ser

Del número de febrero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La moral es el elemento fundamental de la civilización. Es la esencia misma de la civilización; el cemento de la sociedad. Es lo que estabiliza las relaciones humanas y las protege.

A medida que la humanidad ha empezado a comprender la espiritualidad, se ha ido civilizando más, se ha vuelto más humanitaria y ha reconocido la necesidad de reglamentos que protejan los derechos de los individuos y de la sociedad en general. La fuerza impulsora para bien, siempre ha sido espiritual, aunque generalmente no se la ha reconocido como tal.

Tanto al judío como al cristiano, la moral le ordena: “No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás”. Éx. 20:13–15; También exige muchas otras cosas, pero estos tres mandamientos del Decálogo mosaico son leyes básicas en una sociedad civilizada, y por muy limitado que haya sido su cumplimiento general a través de los siglos, sin su poderosa influencia en el pensamiento universal habría un caos total en el mundo de hoy. El pensador reconoce que esto es verdad. Hasta los que no son religiosos tienen que reconocer que esto es cierto.

Estos Mandamientos, o leyes morales, no fueron meramente la opinión de un hombre, como a veces oímos argumentar hoy en día por algunos que no desean ajustarse a todos ellos. Vinieron como una revelación o descubrimiento. Aunque establecen reglas para el comportamiento humano, son de origen espiritual. Para ser significativos y efectivos en cualquier medida, tenían que ser de un orden más elevado que el del simple razonamiento humano. Son, en realidad, directivas divinas. Cuando se las practica, sus efectos estabilizadores son prueba de su origen divino. Por ejemplo, ¿cómo sería la sociedad sin leyes contra el robo y el asesinato? Sin tales leyes reinaría la barbarie. Esto se aplica también al adulterio y a la promiscuidad sexual. Si no se los reprimiera, acabarían también en barbarie.

Es verdad que la vida civilizada o la rectitud moral (que viene a ser lo mismo), nos hace exigencias que van en contra de los impulsivos instintos y estímulos animales o físicos, pero si no se prohibieran, no habría civilización. Por cierto que la vida se volvería muy primitiva y retrocedería a lo animal. Lo humano siempre debe progresar bajo el impulso del poder trascendental o de la constante influencia espiritual del Ser Divino, o sea, Dios.

El conocimiento deficiente que en general se tiene de las palabras “espiritual” y “divino” hace que a menudo se las relacione con lo que es vago e indefinible, con algo imposible de comprender. Uno de los significados comunes de la palabra “espiritual” se refiere a las dotes más elevadas de la mente humana, a lo intelectual, en contraste con la naturaleza carnal o inferior, lo bestial o animal. Pero Cristo Jesús eleva la espiritualidad a su estado final o más alto, al relacionarla con Dios.

Los que niegan el origen espiritual, o divino, de las leyes morales y su aplicabilidad a estos tiempos, puede que no perciban o que ignoren el hecho de que estas leyes tienen influencia sobre toda raza y nación. Una regla fundamental de la vida civilizada es que los derechos de los hombres no deben ser violados.

La sociedad generalmente aprueba las sanciones impuestas al robo y al asesinato, pero los que hacen caso omiso de las restricciones morales en lo concerniente a las relaciones sexuales, son culpables por violar los derechos de los demás, tan ciertamente como los culpables de hurtos y asesinatos. Son la plaga de la sociedad. La entrega a las relaciones sexuales ilícitas acarrea toda clase de sufrimientos. Una sola ocasión basta para causar pesar y sufrimiento a familias enteras.

Pero el temor a las consecuencias o al sufrimiento jamás ha eliminado la inmoralidad, perversión o promiscuidad sexual. Se necesita una calidad espiritual de pensamiento y un valor moral que tengan autoridad sobre los instintos carnales y animales. El valor moral es el requisito principal para tener éxito en la vida. Sin él, carecemos de rumbo, de un sentido de dirección, y esto es a menudo una amenaza para nosotros mismos y para la sociedad.

Uno de los problemas que enfrenta la juventud y la gente más madura también, es la exagerada atención que se le está dando al sexo en los debates públicos, en los institutos de enseñanza, en los libros, en el cine, la televisión y el teatro. Aunque en algunos casos es con la intención de educar, la mayoría de las veces su influencia es mesmérica y desmoralizadora, mostrando únicamente lo que es feo y degradante. Sin tener en cuenta los aspectos morales del tema del sexo, hay quienes lo tratan enteramente como una exigencia biológica que no está sujeta a ninguna disciplina o restricción.

Desafortunadamente, a menudo la función sexual se considera erróneamente como una necesidad o apetito corporal que debe ser satisfecho como se satisface el hambre. No hay absolutamente ninguna evidencia en apoyo de este punto de vista, pero sí hay abundante evidencia de que la entrega al apetito sexual no es necesaria para mantener una vida saludable o un concepto normal acerca de ella, tanto en el matrimonio como fuera de él. Sin embargo, el punto de vista de que la función sexual es un apetito o una necesidad, ha sido tomado como un permiso para entregarse a la sexualidad ilícita y como justificativo para la lujuria desenfrenada.

Incluso en el matrimonio, la función sexual puede ser y es inmoral cuando la base del matrimonio es solamente la lujuria. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. clasificarían a un matrimonio tal, como “lujuria legalizada”. En su mensaje intitulado “ ‘Elegid’ ”, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, hace esta declaración: “Todo aquello que no sea divinamente natural y demostrablemente verdadero en la ética, la filosofía o la religión, no proviene de Dios sino que se origina en la mente de los mortales. De acuerdo con la alegoría bíblica, es el sueño adánico, en el cual se supone que el hombre comienza en el polvo y que la mujer es el producto de una costilla del hombre, o sea, el matrimonio cuyo sinónimo es la lujuria legalizada, y la descendencia de la sensualidad los asesinos de sus hermanos”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 4–5;

Casi está por demás decir que esa condescendencia sexual no está de acuerdo con la religión de la Ciencia Cristiana. A menos que el matrimonio se base en la unión espiritual o en las cualidades mentales más elevadas de los cónyuges, carece de raíces, y por regla general, termina en el fracaso. La Sra. Eddy ha escrito claramente y con discernimiento sobre los usos y el objeto del sexo y siempre los asocia con el matrimonio legal. Nos hace ver cómo el estado de estar casado puede ser elevado. Ella escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El matrimonio es la provisión legal y moral para la generación entre la raza humana”.Ciencia y Salud, pág. 56; También escribe: “Para ser normal, debe ser una unión de los afectos que tienda a elevar a los mortales”.Miscellaneous Writings, pág. 52;

Los que niegan la ley moral y abogan por mantener relaciones sexuales ilícitas y desenfrenadas, contribuyen a la degradación de la raza humana. Quisieran destruir todo lo que es bello y puro dentro y fuera del matrimonio intentando autorizar el libertinaje sexual. Jesús estableció las normas morales para los cristianos. Demostró que aprobaba el casamiento cuando asistió a una boda en Caná. Pero consideraba que la infidelidad al pacto matrimonial era un pecado. Cuando perdonó a la mujer adúltera, le dijo: “Vete, y no peques más”. Juan 8:11; El Apóstol Pablo dijo: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor”, 1 Cor. 6:13; y “La voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”. 1 Tesal. 4:3; Éstas son enseñanzas morales cristianas que requieren virtudes cristianas.

La obediencia al mandamiento: “No cometerás adulterio”, fortalece nuestro carácter y posición moral en todos los aspectos de nuestra vida. Cuando se entiende su significado espiritual, aumenta nuestra capacidad intelectual y, por sobre todo, nuestra percepción espiritual.

Es un grave engaño creer que debemos tener relaciones sexuales prematrimoniales para estar condicionados a nuestra experiencia en la vida. Esto es pecado y rebelión contra los mandamientos divinos. Nunca ha salido nada bueno de ello, pero sí ha ocasionado mucho sufrimiento y consecuencias terribles. Todavía constituye una virtud cristiana válida el hecho de que las parejas lleguen al día de la boda, puras y limpias. Un comienzo así presagia el éxito y la estabilidad. La pureza es el sello del cristiano, y la Ciencia Cristiana eleva el pensamiento humano por encima de lo físico o animal a lo humano, y de allí a una comprensión de la naturaleza espiritual e inmaculada del hombre perfecto como hijo de Dios.

La adquisición de la habilidad de utilizar el poder sanador, protector y guiador de la Ciencia Cristiana es la esperanza terrenal del Científico Cristiano. Para progresar en la comprensión de esta Ciencia que capacita al estudiante para demostrar el poder divino, debemos ser limpios de corazón, debemos pensar y proceder de acuerdo con la moral. Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. La Ciencia Cristiana dice: Bienaventurados los de limpio pensamiento, porque ellos entenderán a Dios y serán capaces de demostrar el poder divino.

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