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El camino seguro

Del número de febrero de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno”. Salmo 23:4;

Este versículo de la Biblia vino a mi mente durante un viaje en avión que realicé hace poco tiempo. Las condiciones atmosféricas a nuestro alrededor estaban cambiando rápidamente. La luz del sol quedó repentinamente oculta tras la neblina y oscuras y espesas nubes. Mis pensamientos se dirigieron hacia el piloto, y me sentí agradecida por todas las ayudas técnicas de que él disponía. Sus comunicaciones le dieron el curso y le dijeron que se elevara. Pudo permanecer en su curso gracias a su obediencia a las indicaciones que recibió de los centros de control terrestre del tránsito aéreo.

¿No es eso, acaso, lo que todos los que hemos vislumbrado la verdad de la naturaleza y supremacía sublime de Dios debiéramos hacer, es decir, seguir el camino trazado por Dios, a pesar de lo que puedan indicarnos las circunstancias materiales? Sea cual fuere nuestra experiencia, buena o mala; sea que nos sintamos solos, enfermos, sin afecto, o por lo contrario, bienamados y felices, lo que Dios nos indica se manifiesta claramente. En realidad, nadie puede lograr salud y felicidad duraderas a menos que las encuentre en el Cristo, la verdadera identidad del hombre como hijo de Dios, que Jesús vino a revelar. Todos estamos buscando, consciente o inconscientemente, ese modo de vida en el cual nuestro Padre celestial nos ha dado todo lo bueno, en el que paso a paso podremos ir probando que cada uno de nosotros es el hijo de Dios.

Es un camino angosto, pero es el único que conduce a la felicidad y a la salud verdaderas. Una vez que comenzamos a caminar por él, cada paso progresivo lo alumbrará e iluminará nuestros ojos para que veamos nuestra meta más claramente — al Dios único y Su idea perfecta, el hombre.

¿Cómo podemos encontrar este camino hacia la salud verdadera? No es tan difícil como puede parecer al principio. Aunque nos encontremos completamente abatidos físicamente, si hemos sufrido por algún tiempo y no hemos podido superar la situación desagradable en la que nos encontramos, el camino está siempre a nuestro alcance. Podemos preguntarnos: “¿Vale la pena desalentarnos, y sirve de algo mantener una actitud apática y displicente?” ¡No! Entonces el remedio radica en volver totalmente nuestro pensamiento a Dios.

Dios es nuestro único médico y nuestra única ayuda, nos revela la verdadera imagen del hombre, que siempre está expresando todas las cualidades que pertenencen a su creador. No tenemos por qué esperar una larga y dura lucha para recobrar nuestro sentido espiritual, nuestro amor, fortaleza y salud, ya que son nuestros en este mismo momento, porque son los atributos de Dios, y nosotros somos Su reflejo.

Nada puede separarnos de nuestro creador ni nada puede quitarnos las cualidades espirituales que lo manifiestan a Él. Somos uno con Él, porque, como lo dijo Pablo: “en él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28; Y la Sra. Eddy declara en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “Si el hombre una vez fue perfecto, pero ha perdido ahora su perfección, entonces los mortales nunca han visto en el hombre la imagen reflejada de Dios. La imagen perdida no es imagen. En la reflexión divina, la verdadera semejanza no puede perderse”.Ciencia y Salud, pág. 259;

Recurriendo sinceramente a Dios, rechazando toda imagen falsa, por muy real que parezca, pronto descubriremos que el hombre verdadero dista mucho de ser desdichado o de estar enfermo. Él no es una estructura física, que tal vez sienta que no puede moverse, actuar o ni siquiera pensar, sino que es espiritual, la manifestación de Dios que está siempre activo. Sabiendo que lo reflejamos, sabemos que podemos movernos, actuar y pensar libremente. Nada podemos perder porque jamás hemos poseído una sola cualidad que nos sea propia. Si admitimos que podemos perder una sola cualidad, estamos culpando a Dios, puesto que solamente si Él pudiera perder la perfección podría perderla Su reflejo. Cristo Jesús lo dijo con estas palabras: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19;

A veces, trabajando de este modo para obtener una curación, me he encontrado con que todavía no podía levantarme. Ése era el momento de preguntarme si comprendía claramente el hecho de que soy el hijo de Dios, que mi Padre-Madre Dios me está amando y cuidando. ¿Estoy apoyándome completamente en la promesa de Cristo Jesús, como la Sra. Eddy lo repite y recalca: “ ‘He aquí que estoy yo con vosotros siempre’, — esto es, no sólo en todo tiempo, sino de toda manera y en toda circunstancia”? Ciencia y Salud, pág. 317;

Lo que sabemos que es verdadero acerca de nosotros mismos, debemos aceptarlo también para toda la humanidad. En la proporción en que hacemos esto descartamos de nuestro modo de ver al mundo, toda creencia en la discordancia, la enfermedad, la guerra y la imperfección. No estamos meramente reconociendo en forma teórica que hay un solo Dios, sino que estamos desechando en forma práctica la creencia en otros dioses.

Así empezamos a ver gradualmente que sólo el bien y la armonía existen, que estamos aquí y ahora habitando en la infinita esfera de acción de la Mente divina única, para la cual los pensamientos malos son desconocidos. Ya que toda clase de discordancia física tiene su supuesta causa en la consciencia, al cambiar nuestros pensamientos y ponerlos de acuerdo con la Verdad espiritual, vemos que el resultado inevitable es la transformación de nuestro cuerpo. Nos volvemos más conscientes de la substancia real, que es espiritual, por siempre saludable y completa.

Cualquiera que sea la tentación que nos quiera hacer creer en la realidad de la materia y de su discordancia, no tenemos por qué estremecernos de temor o de impotencia frente a ella. En la Ciencia Cristiana tenemos el camino seguro que nos conduce a la libertad. Inmediatamente podemos empezar a vigilar nuestros pensamientos y echar fuera todo pensamiento que no tenga su origen en Dios. Cuando le hablamos a esas pretensiones falsas como quien tiene autoridad sobre ellas, desaparecen finalmente y se nos revela la imagen verdadera y armoniosa.

El hecho de saber que Dios es nuestro Padre-Madre y que todas Sus ideas son nuestros hermanos y hermanas, resuelve nuestros problemas de relaciones desarmoniosas. El poner cada una de nuestras cargas a los pies del Cristo y dejar toda responsabilidad en las manos de Dios, nos capacita para erguirnos y caminar libremente. El escuchar la voz de la Verdad y mirar únicamente al hombre perfecto, restaura nuestras facultades de la vista y el oído. El comunicarnos con Dios, no permitiendo que nada, excepto Sus pensamientos, Sus mensajeros angelicales, entren en nuestra consciencia, nos trae la paz verdadera.

Así que tenemos en la Ciencia Cristiana una regla maravillosa que nos sirve de guía y que siempre da resultado, una regla que nos abre el camino que conduce a la salud y felicidad eternas. “El propósito y motivo de vivir rectamente pueden lograrse ahora”, dice la Sra. Eddy. “Llegando a este punto, habéis empezado como es debido. Habéis empezado por la tabla de sumar de la Ciencia Cristiana, y nada excepto una intención malévola puede impedir vuestro progreso. Si trabajáis y oráis con móviles sinceros, vuestro Padre os abrirá el camino”.ibid., pág. 326.

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