Hace algunos años, la revista Time publicó un artículo intitulado “La astrología y el nuevo culto de lo oculto”. Terminó con la siguiente conclusión: “Pero hay mucha gente perturbada, que se rehusa a responsabilizarse personalmente por su vida insistiendo en el gobierno de alguna forma de fuerza exterior. Para ellos, un astrólogo de prestigio puede parecer una necesidad — y tal vez lo sea”.Time, 21 de marzo de 1969;
¡Cómo contrasta esto con las enseñanzas de la Biblia, que habla del dominio del hombre otorgado por Dios y de nuestra responsabilidad individual de actuar en obediencia a la ley de Dios! Leemos que cuando Moisés les enseñó a los hijos de Israel a obedecer los Diez Mandamientos, les advirtió: “Guardad, pues, mucho vuestras almas ... no sea que alces tu ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos, y les sirvas”. Deut. 4:15, 19; Esto demuestra incuestionablemente que la astrología viola el primer mandamiento, “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3;
La pretensión básica de la astrología está en la importancia supersticiosa dada al momento exacto del nacimiento que se supone lo deja a uno en una relación específica con el ordenado y predeterminado movimiento de los astros y los planetas. Sugiere que uno tiene un destino fijo determinado por una “ley” astrológica operando misteriosamente, de cuyos efectos le es imposible escapar. Esto, a su vez, ha producido a través de los siglos una vasta acumulación de supersticiones que tienen una aureola de respetabilidad seudocientífica. De ahí la gran atracción que la astrología ejerce hoy en el ámbito universitario, como un ejercicio atrayente e imaginativo para el intelecto humano.
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