Mientras cursaba mis estudios secundarios tuve la maravillosa experiencia de hacerme de “mi mejor amiga”. Juntas íbamos al teatro y a los bailes, nos confiábamos nuestros secretos, compartíamos nuestras opiniones acerca de nuestros pretendientes, intercambiábamos chistes y, verdaderamente, disfrutábamos de nuestra mutua compañía.
Sin embargo, en segundo año de secundaria, mi amiga se hizo socia de un club al cual yo no me uní. Esto me abrumó. Se rodeó de nuevas amistades. En algo era diferente a mí. Ya no podía conversar con ella con entera libertad. Me sentí perdida. ¿Cómo podría nuevamente tener una gran amiga como ésta?
Desde entonces he aprendido que tenemos muchos amigos en nuestra vida. En determinados momentos ellos necesitan seguir su camino y nosotros el nuestro, pero la verdadera amistad jamás se destruye. ¿Por qué?
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!