¿Con qué frecuencia tienen resultado inmediato los tratamientos que nos damos a nosotros y a los demás por medio de la oración? Y de estos, ¿cuántos de ellos traen curación instantánea? ¿Parecen lentos algunos de nuestros resultados en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana y posiblemente atribuibles a “causas naturales” en lugar de que estos resultados sean rápidos y que destruyan definitivamente las llamadas leyes de la causalidad material? No deberíamos titubear en evaluar nuestros resultados en la curación. Nuestra necesidad bien podría ser hacernos la simple, pero fundamental, pregunta: ¿Entendemos realmente qué es lo que cura? Si podemos contestar a esta pregunta en términos simples y directos, podemos ser verdaderamente eficaces en nuestro trabajo sanador.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!