¿Con qué frecuencia tienen resultado inmediato los tratamientos que nos damos a nosotros y a los demás por medio de la oración? Y de estos, ¿cuántos de ellos traen curación instantánea? ¿Parecen lentos algunos de nuestros resultados en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana y posiblemente atribuibles a “causas naturales” en lugar de que estos resultados sean rápidos y que destruyan definitivamente las llamadas leyes de la causalidad material?
No deberíamos titubear en evaluar nuestros resultados en la curación. Nuestra necesidad bien podría ser hacernos la simple, pero fundamental, pregunta: ¿Entendemos realmente qué es lo que cura? Si podemos contestar a esta pregunta en términos simples y directos, podemos ser verdaderamente eficaces en nuestro trabajo sanador.
Podemos empezar por descartar la opinión que aún prevalece de que la Ciencia Cristiana es meramente un sistema de curación que actúa por medio del poder de la mente sobre la materia. En ningún lugar del libro de texto, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice que es la mente humana la que cura. Ella escribe: “La mente humana carece de poder para matar o sanar, y no tiene dominio sobre el hombre de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 151; La Biblia dice claramente que el poder de Dios es el poder que sana: “Yo soy Jehová tu sanador”. Éx. 15:26;
El pensamiento humano que no está espiritualmente inspirado, no puede sanar a nadie de nada. La creencia humana es la causa del problema, no la respuesta, y la creencia de que la salud es material es tan errónea como la creencia material en la mala salud. Puesto que toda la materia es una ilusión y debe disolverse en su nada original, no hay posibilidad alguna de encontrar la verdadera curación en ninguna forma de apoyo o creencia material.
Una curación es mucho más que meramente sentirse cómodo en la materia. El estar felices por sentirse bien físicamente es a menudo seguido de desarmonía y malestar en el cuerpo. La curación es una experiencia espiritual en la cual las creencias de la mente mortal son reemplazadas por la revelación que la Mente divina hace del ser espiritual perfecto.
La Sra. Eddy escribe: “Deberíamos comprender que la causa de la enfermedad se forma en la mente humana y mortal, y que su cura viene de la Mente divina e inmortal”.Ciencia y Salud, pág. 174;
Dios, la Vida, la Verdad, y el Amor divinos, es lo que sana, y debemos prescindir de cualquier intento para sanarnos o sanar a otros meramente afanándonos humanamente. Aunque tengamos muchas veces que luchar con el discordante testimonio de los sentidos, el esfuerzo de la mente humana para sanar no es el tratamiento en el que Dios, la Mente, habla la verdad a la consciencia humana y el enfermo y el pecador son sanados.
Cuando las creencias mortales ceden a las ideas inmortales de la Mente divina, todo lo que puede aparecer en la consciencia que refleja a esta Mente es lo que esta Mente divina armoniosamente sabe, ve, y siente. Cristo Jesús conocía los pensamientos de Dios porque era humildemente receptivo a ellos. Dijo: “NO puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”. Juan 5:19;
Lo que necesita ser sanado son las creencias discordantes y displicentes de la mente humana — y la mente humana, aunque puede volverse receptiva a la verdad sanadora, no tiene por sí misma el poder de curarse. La verdadera curación es el efecto de la acción de la Mente divina en la mente, humana, pero no de la mente humana sobre sí misma. Puede parecer como algo que sucede en el pensamiento humano, pero la consciencia humana que llega a ser la mejor transparencia para el Espíritu divino, o Mente, es la que más refleja el poder sanador.
La Sra. Eddy escribe: “Si el Espíritu, o sea el poder del Amor divino, testifica de la verdad, éste es el ultimátum, el procedimiento científico, y la curación es instantánea”.Ciencia y Salud, pág. 411; Posiblemente esto pueda ilustrarse mejor por medio de una experiencia verdadera en la que se emplearon dos formas diferentes del tratamiento por la Ciencia Cristiana. Debe aclararse que en lo que respecta al tratamiento por medio de la oración científica como se usa en la Ciencia Cristiana, este tratamiento sanador puede tomar muchas horas, o hasta días, de oración consciente y persistente de parte del practicista, o puede ser simplemente una sola comprensión positiva de la Verdad.
Un adolescente llamó a un practicista en busca de ayuda. Se había caído de la bicicleta y creyó que posiblemente se había roto el tobillo. El practicista lo consoló razonando sobre la presencia, el poder y el amor de Dios, y luego de la llamada continuó el tratamiento negando, por medio de la oración, el accidente y afirmando el amor y el poder absolutamente protector de Dios. Los resultados de este tratamiento fueron bastante buenos puesto que el muchacho se sintió mejor y no tenía tanto dolor en la pierna.
A la mañana siguiente llamó nuevamente al practicista y le dijo que todavía no podía caminar. Esta vez el practicista no le dio un tratamiento basado meramente en el razonamiento humano iluminado espiritualmente. En cambio, se identificó con la única Mente divina, sabiendo que esta única Mente era la suya. Se vio a sí mismo como el reflejo o imagen y semejanza de Dios, sabiendo únicamente lo que la Mente divina sabía. Al perder, en cierto grado, un sentido personal del ser y al reflejar el Ego divino, entendió que el gran Yo Soy de la entidad del muchacho conocía únicamente la perfección, al armonía, la acción sin esfuerzo — el pensamiento moviéndose en la libertad de la Mente perfecta, sin tener consciencia de dolor o de limitación material.
Comunicó brevemente la verdad positiva que inundaba su consciencia y colgó el teléfono. No continuó el tratamiento. No pudo, porque sintió que no había nada discordante para ser tratado.
Luego de unos minutos, la madre del muchacho llamó diciendo que éste había sanado instantáneamente y estaba saltando a su alrededor con gran alegría.
La diferencia entre estos dos tratamientos es la diferencia que hay entre lo inadecuado del razonamiento humano, aun cuando esté inspirado espiritualmente, y el poder del conocimiento divino. Razonar humanamente con respecto a Dios y al hombre puede ser una buena manera de empezar un tratamiento y, sin lugar a dudas, esto trae buenos resultados. Pero la consciencia absoluta y científica del Espíritu infinito — que a menudo se consigue únicamente luego de mucha oración espiritualizada — es un paso enorme más allá del razonamiento.
Este paso más profundo trae resultados instantáneos porque es experimentar el conocimiento que Dios tiene de Sí mismo. Es ser lo que el hombre es, la expresión misma de Dios, no una mente separada pensando en Dios. No hay temor, debilidad, cansancio, enfermedad, pecado o muerte en este conocimiento, porque Dios conoce únicamente el amor, el poder, la fortaleza, la salud, la pureza, y la vida. Este conocimiento es estar profundamente unido a la consciencia perfecta, y trae liberación de los conflictos de la mente humana.
Pablo nos asegura: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Rom. 8:16. Cuando entendemos que el Espíritu es el que da testimonio, el que sabe — y vivimos en conformidad con esto — entonces aparece en nuestra experiencia como el poder irresistible del bien que ninguna forma de mal, enfermedad o muerte puede resistir.