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[Original en alemán]

Poco después de conocer la Ciencia Cristiana...

Del número de enero de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Poco después de conocer la Ciencia Cristiana sané, mediante la devota oración de una practicista de la Ciencia Cristiana, de una afección a la tiroides que me aquejó durante muchos años.

La practicista me dio algunos ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana para que me los llevara a casa. Mientras leía los testimonios de curación y los magníficos artículos, me embargó una sensación de gozo y esperanza. Sentí que una tierra nueva y un cielo nuevo se abrían delante de mí. Entonces noté que mi manera de ver las cosas cambiaba día por día. Estaba ansiosa de embeber más y más esta gloriosa verdad. Pasaba casi todo mi tiempo libre estudiando los libros de texto de la Ciencia Cristiana, es decir, la Santa Biblia y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y leyendo los Heraldos. En poco tiempo sané física y mentalmente.

Un entendimiento de Dios obtenido por medio de mi estudio de la Ciencia me ha fortalecido, renovado y alentado a solucionar problemas en los negocios, que de otra manera no habría podido resolver.

Después que fui aceptada como miembro de una iglesia filial, experimenté una maravillosa curación un día en que me preparaba para asumir mis tareas en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Mientras caminaba apresurada para evitar llegar tarde, me caí de pleno en la acera.

Mi primer pensamiento fue que el hombre verdadero nunca puede caer fuera del control de Dios. La comprensión de que siempre vivo en Dios restableció mi equilibrio mental. Entonces noté que mi muñeca derecha evidentemente se había fracturado y que ambas rodillas estaban magulladas. Me esforcé por adoptar una posición firme en la verdad, y así me fue posible continuar caminando e iniciar mis tareas sin dolor. Reconocí claramente que todo está incluido en la Mente, y que en la Mente no existen experiencias perjudiciales. Sentí que la curación comenzaba.

Entonces leí un testimonio en un Heraldo en el cual el testificante narraba una experiencia similar a la mía. En breve tiempo su brazo había sanado y le había sido posible desempeñar sus tareas. Del mismo modo ocurrió conmigo. Durante tres días no hice esfuerzo alguno con mi brazo, pero si debía asir algo, lo hacía sin temor. La mano que caía flácida se tornó totalmente útil de nuevo. También las rodillas sanaron rápidamente.

En otra ocasión el día en que debía servir en la Sala de Lectura, me sentí mal. Me era difícil mantenerme de pie. Las palabras de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud vinieron a mi pensamiento (pág. 234): “Tenéis que dominar los pensamientos malos en el primer momento, o ellos os dominarán en el segundo”. Continué mi camino orando. Después de llegar a la Sala de Lectura encontré un inspirado pensamiento en un Heraldo. Presentaba un hecho que iluminó completamente mi consciencia, a saber, que Dios es Vida y que Dios es Amor, y que esta verdad destruye todo mal, inclusive la enfermedad. Instantáneamente me sentí bien, feliz y libre.


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