Hace algún tiempo recibí una llamada telefónica de mi hermana, que vive en otra ciudad, diciéndome que le pidiera tratamiento metafísico a una practicista de la Ciencia Cristiana para su hija mayor, una jovencita de catorce años. Su hija, debido a unos mareos que había tenido en el liceo, la habían llevado al oculista y habían encontrado que sufría de miopía avanzada.
En seguida llamé a la practicista, solicitándole ayuda. Ella me respondió que no mirara ese cuadro irreal, que afirmara sólo la realidad de la creación de Dios.
En el momento en que mi hermana llamó, yo estaba por empezar a leer la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y eso es lo que hice. Después leí yb artículo en un Heraldo que citaba el pensamiento de la Sra. Eddy según aparece en su libro Rudimentos de la Ciencia Divina (pág. 9): “El poder espiritual de un pensamiento correcto y científico, sin un esfuerzo directo, un argumento oral o aun mental, a menudo ha curado enfermedades inveteradas”.
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