Este desafío es tan oportuno hoy, como el día en que fue emitido: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy... que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días”. Deut. 30:19, 20;
Sí, podemos escoger. No tenemos por qué aminorar esa promesa de la Biblia sólo porque no nos habíamos dado cuenta de ella, o porque habiéndonos dado cuenta, la habíamos pasado por alto hasta ahora. Esa promesa nos es monumentalmente importante a cada uno de nosotros. Examinémosla cuidadosa y confiadamente, con firme esperanza en su cumplimiento — sí, aun triunfalmente.
La mayoría de nosotros entiende que podemos en realidad escoger entre el bien y el mal. En nuestra manera de pensar, hablar y actuar manifestamos el bien o el mal, según lo que hayamos eligido. Nuestra vida es feliz o desdichada, productiva o improductiva, en proporción a nuestra expresión o manifestación de aquello que es bueno o malo.
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