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Se nos dijo a mi esposo y a mí acerca de una bebita que tal vez podríamos...

Del número de noviembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Se nos dijo a mi esposo y a mí acerca de una bebita que tal vez podríamos adoptar, pero que había nacido con los pies defectuosos y necesitaría atención médica. La empleada de la oficina de asistencia pública sabía que nosotros éramos Científicos Cristianos y que no usábamos medicamentos para curarnos. Nos sentimos muy agradecidos de que estuviera dispuesta a confiarnos a la bebita, y también por la oportunidad de enfrentar esta prueba. Se nos informó que la beba tenía los pies enyesados y que era necesario que estuviera así hasta que cumpliera tres meses de edad. Después tenía que usar unas botas especiales correctivas.

La noche antes de ir por ella, mi esposo y yo estuvimos orando para verla como la hija de Dios, como Su idea perfecta y completa en todo sentido. Tratamos de borrar de nuestro pensamiento el limitado cuadro médico. Pero todavía teníamos un pequeño temor por lo que pudiéramos encontrar. El pensamiento expresado por la Sra. Eddy en un corto artículo sobre “Ángeles” en Escritos Misceláneos nos trajo un gran consuelo: “Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (pág. 307). No es posible describir nuestra alegría cuando al día siguiente al llegar a la puerta de la clínica nos recibieron con estas palabras: “Les tenemos muy buenas noticias. A la nena le han quitado el yeso de los pies antes de lo que se pensaba”.

Como nuestra hija todavía no estaba legalmente adoptada, teníamos que llevarla con regularidad al hospital para que la examinaran. Después de varias visitas, el especialista nos dijo que era necesario corregirle un pie y sugirió que para ello había que hacerle una operación inmediatamente e insistía en que era el único medio de curar el pie y prevenir una deformidad. El problema, según él, se debía a una tirantez en la parte de atrás del pie, que le impedía el movimiento manteniéndolo en una posición anormal. Tanto mi esposo como yo comprendimos en seguida que debíamos liberarnos mentalmente de toda tensión. Cada vez que íbamos al hospital nos sentíamos tensos y temerosos pensando cuál sería el diagnóstico.

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