Se nos dijo a mi esposo y a mí acerca de una bebita que tal vez podríamos adoptar, pero que había nacido con los pies defectuosos y necesitaría atención médica. La empleada de la oficina de asistencia pública sabía que nosotros éramos Científicos Cristianos y que no usábamos medicamentos para curarnos. Nos sentimos muy agradecidos de que estuviera dispuesta a confiarnos a la bebita, y también por la oportunidad de enfrentar esta prueba. Se nos informó que la beba tenía los pies enyesados y que era necesario que estuviera así hasta que cumpliera tres meses de edad. Después tenía que usar unas botas especiales correctivas.
La noche antes de ir por ella, mi esposo y yo estuvimos orando para verla como la hija de Dios, como Su idea perfecta y completa en todo sentido. Tratamos de borrar de nuestro pensamiento el limitado cuadro médico. Pero todavía teníamos un pequeño temor por lo que pudiéramos encontrar. El pensamiento expresado por la Sra. Eddy en un corto artículo sobre “Ángeles” en Escritos Misceláneos nos trajo un gran consuelo: “Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (pág. 307). No es posible describir nuestra alegría cuando al día siguiente al llegar a la puerta de la clínica nos recibieron con estas palabras: “Les tenemos muy buenas noticias. A la nena le han quitado el yeso de los pies antes de lo que se pensaba”.
Como nuestra hija todavía no estaba legalmente adoptada, teníamos que llevarla con regularidad al hospital para que la examinaran. Después de varias visitas, el especialista nos dijo que era necesario corregirle un pie y sugirió que para ello había que hacerle una operación inmediatamente e insistía en que era el único medio de curar el pie y prevenir una deformidad. El problema, según él, se debía a una tirantez en la parte de atrás del pie, que le impedía el movimiento manteniéndolo en una posición anormal. Tanto mi esposo como yo comprendimos en seguida que debíamos liberarnos mentalmente de toda tensión. Cada vez que íbamos al hospital nos sentíamos tensos y temerosos pensando cuál sería el diagnóstico.
Habíamos pedido ayuda mediante la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien nos dijo que leyéramos lo siguiente (Hebreos 12:12, 13): “Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”. También nos dijo que para que nuestra senda fuera derecha debíamos liberar nuestro pensamiento de los obstáculos de rigidez, resentimiento y terquedad, y dar entrada a las nuevas e inspiradas ideas del Cristo, la Verdad. Nos esforzamos por hacerlo — por expresar más bondad y paz, permanecer tranquilos y confiados, amar sinceramente toda la situación y dejar que Dios sanara a nuestra hija. Al liberarnos del problema y confiar en Dios, se eliminó toda tensión y en nuestra próxima visita al hospital fuimos sintiéndonos animados y contentos. No sólo fue maravilloso oír al médico especialista decirnos que la operación no era necesaria, sino también ver que su actitud hacia nosotros había cambiado completamente, ahora era más amable y comprensivo.
En ningún momento durante esta curación, necesitó la nena las botas correctivas que antes se habían considerado necesarias, y a los diez meses nuestra hijita podía caminar y treparse por todas partes. Ahora, dos años después, es una nena muy activa y completamente normal en todo sentido.
¡Cómo expresar toda mi gratitud por tener la Ciencia Cristiana y haber podido recurrir a ella en momentos como éste! Su toque sanador a toda necesidad humana, inspira confianza y esperanza de bien ilimitado por más oscuro que parezca el cuadro material; me siento muy feliz al saber que el Cristo, la Verdad, está conmigo siempre. En las palabras de Cristo Jesús (Mateo 28:20): “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Chilwell, Nottinghamshire, Inglaterra