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Superando presiones en la universidad

Del número de noviembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La primera página del periódico de la universidad, de aquella tarde, contenía una variedad de artículos interesantes. En la columna superior izquierda aparecía una entrevista con los profesores e indicaba que el número de alumnos que se copiaban en los exámenes era mayor que en años anteriores y señalaba una enconada competencia entre los estudiantes.

A la derecha, un informe sobre la actividad de la oficina de empleos de la universidad indicaba que los estudiantes recurrían a este servicio mucho más que en años anteriores, pero que había menos empleos al nivel de la capacidad de los estudiantes.

En el centro de la página un estudio confirmaba que, por lo menos en esa universidad, los estudiantes de primer año tendían a reflejar el código moral de sus compañeros y no el que mantuvieron durante su último año en la escuela secundaria, cuando todavía con sus familias.

La presión para sobresalir a cualquier precio, para triunfar, para amoldarse, parece predominar entre los estudiantes universitarios. Pero también opera una presión más saludable — el mismo periódico de los estudiantes lo mostraba — presión para romper y superar formulismos y moldes restrictivos.

La presión, por sí misma, no es el desafío en la estructura universitaria. Son más bien las suposiciones que causan la presión las que necesitan una evaluación cuidadosa, las suposiciones negativas de que nos falta tiempo, habilidad y oportunidades. Si le damos validez a estas suposiciones, es posible que a veces la presión parezca casi intolerable. Pero esta presión también puede hacernos evaluar las actitudes que suponemos que son parte de nuestra vida y pensar detenidamente sobre ellas.

La persona que se ve frente a prospectos de trabajo limitados quizás se sienta presionada por la suposición de que las oportunidades son limitadas. “Después de todo”, arguye esta suposición falsa, “debes aceptar lo que puedas obtener; no hay tantas oportunidades y alguna otra persona aceptará el empleo si tú no lo aceptas”.

¿Pero, depende realmente la oportunidad de algo fuera de nosotros mismos? Cristo Jesús aconsejó a sus seguidores: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? ... vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:31–33; Jesús no ignoraba las necesidades básicas. Sin embargo, nos dirigió hacia la verdadera fuente de provisión y oportunidad — hacia Dios. Y estableció una prioridad: debemos dirigirnos a Dios, a Su gobierno del ser, para encontrar lo que necesitamos.

Al estar conscientes de la existencia espiritual, encontramos la oportunidad. Debemos comprender que el hombre manifiesta y expresa los atributos de Dios — Su naturaleza — y que encontraremos las oportunidades en la proporción en que expresemos activamente el ser de Dios. Siempre tenemos la oportunidad de ser bondadosos, veraces y justos. Por muy trivial que sea nuestra actividad, podemos exigirnos mayor originalidad, un enfoque más inteligente, una actitud más animada y una perspectiva mayor y más perspicaz.

Tenemos ahora la oportunidad para expresar a Dios; ésa es nuestra razón de ser. Cuanto más utilicemos esa oportunidad otorgada por Dios, más amplias serán nuestras experiencias, incluyendo nuestros empleos. Sabiendo que Dios se expresa como individualidad infinita, y que cada uno de nosotros es la expresión individual del Espíritu divino, no debemos estar conformes con nada que sea inferior a la oportunidad que es compatible con la expresión de nuestra individualidad proveniente de Dios.

Es posible que tengamos que hacer frente a nuestros pensamientos y planes obstinados, para percibir nuestra verdadera individualidad. Pero esa individualidad que procede de Dios es la realidad del hombre — el hombre que verdaderamente somos. Si queremos disfrutar de mayores oportunidades, debemos estar dispuestos a hacer lo que sea necesario hacer, para percibir lo que Dios ya tiene preparado para nosotros. Veamos más allá de la superficie de las circunstancias y de la situación, y preguntémonos: “¿Cómo puedo aprovechar esta oportunidad, ahora mismo, para expresar mejor a Dios?” Siempre podemos hacer eso, sea cual fuere la circunstancia.

¿Y qué decir de la persona que siente la tentación de engañar para lograr éxito? Puede sentirse presionada por la suposición de que la vida es una serie de sucesos que dependen unos de otros y que se relacionan sin ningún orden divino. Entonces será fácil comprender por qué uno puede caer en la trampa de creer que triunfar en cierto caso por cualquier medio es necesario para lograr la meta deseada.

Recuerdo que durante una clase de química, cuando cursaba mis estudios superiores, sentí que mi vida estaba arruinada porque me había sacado una nota regular en el examen final. Esta nota bajaría mi promedio del año, y pensé que no podría entrar a una renombrada facultad de derecho donde obtendría el título y los contactos necesarios para encontrar el empleo que indicara que yo era todo un éxito en la vida. ¡Mi vida quedó destruida cuando todavía me faltaban dos años de estudios para ingresar a la universidad! ¡Qué drama! Comparémoslo con este sentido de la vida: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis”. Juan 5:19, 20;

Estas palabras de Cristo Jesús no manifiestan ningún fatalismo, ni resignación a la predestinación. Este sentido de la vida no es limitativo sino expansivo, porque desvía nuestra atención de los símbolos materiales dirigiéndola hacia la sustancia de la vida. La Ciencia Cristiana, por medio de su libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, explica esta expansión así: “El admitir a sí mismo que el hombre es la propia semejanza de Dios, deja al hombre libre para abarcar la idea infinita”.Ciencia y Salud, pág. 90; Y más adelante continúa: “Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las capacidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dándoles a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas. Eleva al pensador a su ambiente natural de discernimiento y perspicacia”.ibid., pág. 128;

Al comprender esto y llevarlo a la práctica nunca nos encontraremos en un callejón sin salida. La situación no nos gobierna. Cualquiera que ésta sea podemos recurrir a “regiones... más altas” para obtener la solución.

¿Estamos buscando estas regiones más altas? ¿Estamos aprovechando la oportunidad para abarcar más la idea infinita? ¿Permitimos que nuestro sentido del éxito y de los valores vaya más allá de los símbolos hacia la sustancia del ser? ¿Estamos liberándonos de la indolencia fomentada por la suposición de que no existe orden divino ni oportunidad en la vida? ¡Podemos hacer todo esto y debemos hacerlo!

¿Y qué decir de la persona que trata de decidir cuál es su propio código moral? Es posible que sienta la presión de amoldarse debido a la suposición de que uno tiene mayores posibilidades de éxito en la vida si procede como todos los demás. No hay nada malo en desear ser amado, siempre y cuando sepamos que aquello a lo que nos estamos amoldando es lo correcto para nosotros. ¿Cómo podemos saberlo? Viendo si nuestras acciones expresan el Principio divino inteligente, bueno, puro, de la existencia del hombre. No pensemos que es muy pronto para comenzar este proceso. ¿Por qué? Porque nuestros modelos de pensamiento, que dan forma a nuestra manera de pensar, determinan en forma directa nuestras experiencias diarias. El siguiente pasaje de la Biblia en Romanos nos hace reflexionar: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis... ?” Rom. 6:16.

No podemos elegir un modelo de pensamiento materialista y esperar librarnos de las inevitables consecuencias por adoptar ese modelo. Sin embargo, Cristo Jesús sostenía y la Ciencia Cristiana explica, que sólo existe una consciencia verdadera — la divina, que conoce la totalidad y compleción de Dios. Comenzando con esa premisa, podemos darle sentido a nuestra vida. Manteniendo nuestro pensamiento en unidad con el Divino, traemos a nuestra vida el poder infinito.

Podemos partir del punto de vista de que Dios es Todo y preguntarnos, “¿Qué sabe Dios acerca de mí? ¿Qué está haciendo Dios? ¿Cómo se está expresando a Sí mismo?” Podemos hacernos estas preguntas y regocijarnos en las respuestas, aun ante las sugestiones del mal. A medida que lo hagamos, sentiremos una legítima presión: luchar para cumplir el mandamiento de Cristo Jesús — buscar primeramente el reino de Dios, la consciencia espiritual del ser. Entonces “todas estas cosas” serán añadidas.

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