A veces, al contemplar la escena humana que presentan los gobiernos hoy en día, uno puede preguntarse: ¿Cómo puedo encontrar un gobierno justo al cual apoyar? ¿Resulta práctico basar mis decisiones para ello en el amor a Dios y al hombre cuando parece haber tanta discordancia y confusión? Cuando a la Sra. Eddy se le preguntó cuáles eran sus tendencias políticas, respondió: “En realidad, no tengo ninguna, como no sea la de apoyar a un gobierno justo; amar a Dios supremamente y a mi prójimo como a mí misma”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 276;
En la Ciencia Cristiana aprendemos que si deseamos amar a Dios supremamente tenemos que comenzar por aceptar que Él es Principio divino, el único poder gobernante que dirige el universo. Debido a que Dios es Espíritu, Él está siempre presente; y debido a que Dios es Vida, la Suya es la única actividad que se lleva a cabo por doquier. ¿Significa esto que debemos suponer que un gobierno que parece ser deficiente es realmente espiritual? No, pero podemos, y debemos, espiritualizar nuestro concepto de gobierno y saber que el concepto totalmente espiritual, el gobierno que Dios ejerce sobre todo, es un hecho ahora mismo. Esta verdad, comprendida, satisfará la necesidad humana de un gobierno mejor.
En las siguientes palabras de Isaías encontramos autoridad bíblica para definir un gobierno que se basa en lo espiritual: “Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará”. Isa. 33:22; En algunos países, una democracia constitucional o parlamentaria funciona mediante tres poderes separados, pero relacionados entre sí: el poder judicial, el legislativo y el ejecutivo. ¡Cuán alentador es saber que Dios es la base espiritual de cada uno de ellos! A medida que comprendemos esto ayudamos a ver cada vez más que la relación que existe entre estas tres funciones no puede ser entorpecida por influencias en conflicto, tales como el orgullo, la justificación propia, el egotismo o las falsas ambiciones.
Puesto que Dios, el Principio divino, es también Mente, y debido a que el hombre, según nos lo dice la Biblia, es la semejanza de Dios, podemos orar con confianza para saber que todos reflejamos una Mente. No tenemos por qué aceptar que la confusión, la histeria colectiva o influencias erróneas difundidas por las noticias de la prensa o por otros medios de información, puedan hacernos sentir que estamos desamparados o hacernos caer en el cinismo. Tampoco debemos caer en la apatía — aterrados tal vez por la aparente magnitud del problema. La Mente divina, la Verdad, está emitiendo continuamente una provisión inagotable de ideas sanadoras e iluminadoras. Al recurrir a Dios en busca de dirección, recibimos estas ideas, las cuales nos ayudan a tomar nuestras decisiones diarias.
Saber que Dios, el Principio divino, es también Amor nos ayuda a saber cómo amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos e impide que nos hundamos en un sentido equivocado del amor que se basa en la personalidad humana. La pereza mental busca soluciones rápidas y fáciles, a menudo basadas en nuestras simpatías o antipatías hacia determinados individuos. Puede ser señal de inmadurez emocional el idolatrar a algunas personas y defender cada una de sus acciones, mientras se desaprueban las de otras rehusándose a admitir que éstas también son capaces de hacer lo bueno. Una lealtad hacia las personas basada erróneamente contribuye a aumentar los problemas en lugar de solucionarlos.
El amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos sanará el oportunismo político que quisiera destruir a unos para beneficiar a otros. El sentimiento personal que se llama a sí mismo amor pareciera ser capaz de convertirse en lo opuesto: egoísmo, odio, animalidad, envidia, venganza, destrucción, asesinato. No debiéramos desear nada que tenga que ver con este sentido limitado y limitativo de la personalidad.
En la historia bíblica que encontramos en Génesis 4:1-13, vemos que Caín sintió tanta envidia de su hermano Abel que lo mató. ¿Por qué? Simplemente porque Abel había presentado una ofrenda a Dios más aceptable que la presentada por Caín. La manera de pensar semejante a la de Caín ha estado operando ampliamente en la historia humana — ya sea en el plano intelectual, social, político o religioso. Casi todo gran líder, incluyendo a la Sra. Eddy, ha sido difamado y sus actos tergiversados por la mente carnal, la cual es antagónica a todo lo bueno. Pero nada ha podido jamás matar la idea-Cristo. El bien que una persona representa finalmente triunfa. El Principio, la Vida, apoya cada manifestación del bien.
Refiriéndose a la historia de Caín y Abel, la Sra. Eddy dice: “Dejad que la Verdad descubra y destruya el error en la forma que Dios determine, y dejad que la justicia humana siga el modelo de la divina”.Ciencia y Salud, pág. 542; Caín pensó que podía esconderse a voluntad, pero esto era imposible. Como lo dice la Biblia: “Salió, pues, Caín de delante de Jehová”. Gén. 4:16; El peor castigo que puede haber es el de sentirse separado de Dios. Reconociendo la constante operación de la justicia divina, no tenemos por qué temer que el error pueda, en cualquier forma, permanecer oculto o escapar a su castigo total.
Dado que el mal oculto en todos los aspectos de la experiencia humana parece ser un perenne problema, tenemos que estar dispuestos a orar fervorosamente para que la hipocresía sea desenmascarada dondequiera que se encuentre. ¿Se encuentra en cierta medida en nuestro propio pensamiento? La definición que la Sra. Eddy da del término “velo” en el Glosario de Ciencia y Salud es interesante. Dice en parte: “Una cubierta; encubrimiento; ocultación; hipocresía”.Ciencia y Salud, pág. 596;
Los hipócritas a menudo son los primeros en condenar a otros. Cristo Jesús se enfrentó con esta tendencia perniciosa en la experiencia de la mujer tomada en adulterio. Cuando le preguntaron qué castigo se le debía imponer a la mujer, Jesús se rehusó a caer en ninguna controversia sobre la ley de Moisés. Simplemente dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Cuando todos los acusadores se fueron uno tras otro, “acusados por su conciencia”, Jesús dijo a la mujer: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Juan 8:7, 9, 11. ¿Salió la mujer muy fácilmente de esta situación? ¿O fue la firme, pero compasiva, actitud de Jesús un ejemplo de cómo la justicia humana puede seguir “el modelo de la divina”?
La justicia divina exige reforma así como arrepentimiento. Desenmascarando y destruyendo tanto la injusticia como la justificación propia, ya sea que se presenten en el plano individual, nacional, internacional o global, y confiando en el Principio, el cual es Alma, ayudaremos a sanar y a purificar cualquier situación. Destacando los dos mandamientos eternamente pertinentes exigidos por Jesús, la Sra. Eddy nos ha mostrado el camino. Amando a Dios supremamente y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, obedeceremos la ley de Dios y ayudaremos a establecer gobiernos justos en la tierra.
