Una de las primeras evidentes curaciones que tuve cuando era yo un estudiante relativamente nuevo en la Ciencia Cristiana, fue la magnífica liberación de terribles jaquecas. Y la curación fue instantánea.
Esas jaquecas las tenía cada dos o tres semanas, y aunque con dificultad lograba permanecer en mi trabajo durante el día, al caer la noche ya estaba completamente incapacitado para hacer nada. En una ocasión volví a casa de mi trabajo sin ni siquiera poder soportar la idea de comer la sabrosa cena que mi esposa había preparado, sino que me fui directamente al dormitorio y de paso tomé Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Aquella noche esta enfermedad me resultó aún más intolerable porque estábamos invitados a casa de un amigo a una velada que prometía ser extraordinaria.
Me acosté, sosteniendo todavía Ciencia y Salud en la mano. Estuve así sólo un momento cuando me vino este pensamiento: “No vas a lograr bien alguno acostado aquí, tienes que leer el libro”. Me senté por un momento y leí un par de oraciones, cerré los ojos, y volví a acostarme. Otra vez la voz callada y suave repitió: “Tienes que leer el libro”. Y otra vez me senté y leí.
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