La pena capital es sólo la cúspide de un iceberg. Es sólo parte de un tema más amplio que podríamos denominar la pena de muerte. Es evidente que la opinión mundial está dividida en lo que concierne a apoyar el uso de la pena capital. Volviendo al tema más amplio, en la medida en que el pensamiento del individuo sea materialista, en esa medida está apoyando la pena de muerte.
Aunque la muerte es un enigma para la humanidad, muchos consideran que tiene un objetivo en el plan de la existencia. Mientras que el fiscal puede sostener que la muerte es un preventivo de la delincuencia, el teólogo puede considerar que la muerte es la puerta por la cual el hombre bueno entra en el cielo. El suicida puede considerar que la muerte es una escapatoria. El demógrafo nos dice que la muerte impide la superpoblación en el planeta. Sin embargo, la Sra. Eddy sostiene que: “La creencia universal en la muerte no trae beneficio alguno”.Ciencia y Salud, pág. 42; Esta poderosa declaración contrasta diametralmente con los intereses creados que sostienen que, en el peor de los casos, la muerte es inevitable y que, en el mejor de los casos, es esencial para la humanidad. Sin embargo, la muerte es siempre una pena, ya sea que la consideremos como una promesa útil o un castigo cruel. Nuestro apoyo a dicha pena se irá reduciendo a medida que espiritualicemos más nuestro pensamiento.
La Sra. Eddy escribe: “La pena de muerte proviene de nuestra ignorancia de la Vida, — de aquello que no tiene principio ni fin,— y es el castigo de esta ignorancia”.La Unidad del Bien, pág. 40;
La solución del dilema que plantea esa pena de muerte se encuentra en la percepción nueva y constructiva que se deriva de una perspectiva serena y espiritual. A medida que el pensamiento humano se eleve espiritualmente, los aspectos específicos de la pena de muerte, como la pena capital, se resolverán de una manera más satisfactoria y perdurable. La Ciencia Cristiana ilumina la ignorancia de la humanidad respecto a la vida y a la muerte. Revela la naturaleza auténtica de la Vida y demuestra que la muerte es muy distinta de lo que la humanidad supone.
La Vida es Dios. La naturaleza de Dios es eterna, infinita, permanente y perpetua. La Vida es omnipotente, siempre presente. Es interminable e ininterrumpida, está exenta de interferencia, no se ve restringida por oposición alguna y es independiente de la materia.
La verdadera identidad del hombre, como idea espiritual, refleja la esencia misma de la Vida. El hecho fundamental y absoluto de la realidad, estemos o no dispuestos a admitirlo, es que Dios Mismo es Vida eterna y que el hombre infaliblemente Lo representa.
En la totalidad de la Vida no hay lugar para la muerte. La muerte no desempeña papel alguno en Su creación. La muerte carece de validez y es desconocida a la consciencia verdadera. La muerte nunca es una proposición independiente. Sólo existe como una pretensión errónea acerca de la Vida. Las racionalizaciones tradicionales en apoyo de la muerte son inaceptables para quienes entienden verdaderamente que Dios es Amor divino, infinitamente bueno. La Biblia abunda en pruebas, no sólo de que la muerte es un enemigo, sino de que un entendimiento integral de Dios como Vida nos da el triunfo sobre la muerte.
Enoc, que fue fiel a Dios, comprendió su inseparable relación con la Vida. Uno de los cristianos primitivos reconoció el extraordinario significado de este personaje del Antiguo Testamento en estas palabras: “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios”. Hebr. 11:5; La historia de Elías da prueba de que él también triunfó sobre la muerte. Cristo Jesús acalló para siempre la mentira que pretende que la muerte debe ser inevitablemente definitiva.
Por cuanto Dios es Espíritu, la Vida es Espíritu. Como el hombre es la expresión de Dios, es natural que su vida, su verdadera consciencia del ser, sea espiritual. En realidad, el hombre es la expresión del Espíritu. A medida que percibimos esta verdad espiritualizamos nuestro pensamiento. Nuestra espiritualización es la sustancia misma de nuestra vida, el objetivo integral de la existencia y nuestro medio sagrado de glorificar a Dios.
Sólo mediante la espiritualización podemos conocer y comprender a Dios, la Vida. Sólo mediante una consciencia espiritualizada y un pensamiento divinamente puro podemos discernir a nuestro creador, la fuente que sostiene el ser. Los sentidos materiales querrían oscurecer la totalidad de la Vida. Querrían excluir al ser verdadero. El pensamiento materialista es ignorancia de la Vida. Al abandonar esa manera de pensar y reconocer la verdadera naturaleza espiritual del hombre, estamos apoyando y elevando el naciente reconocimiento que la humanidad tiene de la Vida. Pablo lo dice de manera clara y sucinta: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Rom. 8:6. Definir la muerte sólo en términos clínicos es una burda interpretación y un entendimiento equivocado de la verdad de la Vida.
Paso a paso Jesús se espiritualizó a tal grado que pudo vencer la creencia en la muerte, la creencia de que hay vida en la materia. La idea de que la vida es enteramente espiritual triunfó sobre las pretensiones espurias del materialismo.
Todos tenemos hoy en día la oportunidad de eliminar, en alguna medida, el apoyo que damos a la muerte — al materialismo o pensamiento carnal. En la medida en que lo hagamos descubriremos que la muerte, en último análisis, carece absolutamente de todo valor redentor u objetivo útil.
La solución a la pena de muerte avanzará cuando definamos a la muerte con exactitud — como materialismo — y vivamos la vida espiritual más plenamente. Dios nunca puede estar restringido a las creencias mortales erróneas. Ni siquiera el esfuerzo mortal determinado puede separar nunca al hombre de la Vida. Yendo más allá de los esfuerzos humanitarios, quien procura soluciones mediante la oración puede comenzar a espiritualizar todos los aspectos de su pensamiento. En la medida en que lo haga, estará apoyando a la humanidad en su despertar para comprender y apreciar lo valioso de la naturaleza de la Vida.