A los chicos de mi clase en la escuela les gusta hablar de lo fuerte que son. A mí también. Yo me equivoqué acerca de la fuerza porque cuando pensaba en ser fuerte, peleaba con bolas de nieve.
Ahora sé lo que es ser fuerte. Es escuchar a Dios y no a la mente mortal o a pensamientos equivocados. Ahora estoy contento porque escucho a Dios y a Su amor e ideas. Me hace sonreir. ¡Y me siento muy fuerte!
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