Hace treinta años comencé el estudio de Ciencia Cristiana, con el deseo de sanarme de un agotamiento nervioso, por el cual me habían dado de baja en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Esa curación se efectuó en pocas semanas, después de haber aprendido concienzudamente a obedecer una declaración en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 261): “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo imperecedero, lo bueno y lo verdadero, y traeréis éstos a vuestra experiencia en la medida que ocupen vuestros pensamientos”.
La luz espiritual que vino con esta curación fue una revelación para mí. Sentí la inspiración durante semanas cuando vi claramente que el hombre vive realmente en el ahora siempre presente del Espíritu. Antes buscaba satisfacción en un modo de vida que incluía el juego y el tomar bebidas alcohólicas, aun cuando la satisfacción que yo pensaba se derivaba de esta clase de vida sólo era temporaria y siempre venía acompañada de efectos posteriores desagradables. Ahora había visto que hay una “altura” espiritual con buenos efectos solamente, mucho mejor que la obtenida por medio del alcohol. Me afilié a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y a La Iglesia Madre, y me dediqué a llevar la luz a personas receptivas, dondequiera que las hallaba. En mi trabajo en instituciones penales, encontré a muchas personas receptivas en las prisiones de esta región y he visto a muchos hombres sentir, como yo, el contacto del Cristo. Estos hombres obtuvieron libertad bajo palabra y se convirtieron en buenos ciudadanos.
He tenido muchas curaciones físicas. Una muy notable fue cuando tuve gripe con fiebre muy alta y estaba en cama. Un practicista de la Ciencia Cristiana me dijo: “Ya sea que esté usted mejor o peor, es sólo una creencia”. Esto me hizo dejar de contemplar la materia para ver si estaba mejor. Oré para ver mi perfección como hijo de Dios. Cuando vi esto, sané instantáneamente y me fui a trabajar.
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