Cuando los mares del pensamiento mortal se agitan,
a menudo veo flotar sobre el embate tempestuoso de las olas,
una idea — la posibilidad concebida de la calma —
una calma tan profunda que los mares son ahora meros murmullos.
Y caminando viene él hacia mí (es la idea-Cristo),
entra en mi barca, y la tormenta cesa.
Sólo queda esta inconmovible y profunda paz,
que resplandece con amor.
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