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Escuela Dominical

Del número de diciembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


[Este artículo sobre la Escuela Dominical aparece en inglés en el The Christian Science Journal de esta misma fecha.]

Las Escuelas Dominicales y el progreso

Por cierto que no hay nada de malo en querer ver a las Escuelas Dominicales de la Ciencia Cristiana desbordándose de alumnos. Con casi la mitad de la población mundial en edad de asistir a la Escuela Dominical, es correcto esperar que haya más que un leve interés entre los menores de veinte años en una religión que ofrece una comprensión sanadora de Dios y del hombre. ¿Qué puede hacer nuestra iglesia filial para atraer a esos niños de su comunidad hacia lo que ofrece la Escuela Dominical?

Comencemos con la verdad

La primera respuesta y la definitiva es recurrir a Dios — estar consciente de la relación establecida que existe entre Dios, nuestro Padre-Madre, y Sus hijos. Esto significa dejar de lado todas las mentiras huecas que niegan el gobierno de Dios, ya sea que digan que la enseñanza no es lo suficientemente buena, que la Ciencia Cristiana no atrae lo suficiente, que los niños no son los “angelitos” que solían ser, o cosas por el estilo, y ejercer nuestro poder soberano para ver lo que Dios, la Mente, ve — Su creación del todo buena, una con Él, eternamente. Entonces se prepara el pensamiento para recibir la respuesta específica. La respuesta debe venir, no como poniendo fin a algo malo y empezando algo bueno, sino como el bien eterno, reconocido y expresado en la tierra como en el cielo. Esperamos y encontramos maestros diestros, entusiastas y una enseñanza práctica y relevante, porque el Cristo, la Verdad, es el maestro. Sabemos que la Ciencia Cristiana atrae porque, más que una organización de seres humanos reunidos alrededor de una buena idea, es la Ciencia del ser. Y vemos que los niños, independientemente de la supuesta generación humana a la que pertenecen, siempre son los hijos perfectos del bien, que es Dios.

Una verdad espiritual que ha causado un profundo impacto en el pensamiento humano lleva en sí misma el ímpetu para convertirse en motivos y acciones que se pueden percibir en amor y en buenas obras. Esto es lo que se ve y lo que demuestra que la comprensión ha sobrepasado lo intelectual.

Una iglesia filial grande en los Estados Unidos vio declinar continuamente, y durante bastante tiempo, el interés por su Escuela Dominical. Los miembros se vieron impelidos a designar un comité para que orara específicamente sobre el problema. En una reunión, un miembro del comité observó que parecía haber una conspiración contra los niños — en vista de las guerras, el abuso, la explotación, los malos entendidos, la desconfianza, y el odio rotundo que a veces se muestra. Se decidió que el comité iba a trabajar sobre la inferencia de que el mundo no quería a sus niños ni quería dedicarles tiempo. Los miembros volvieron a sus hogares esa noche resueltos a amar a los niños del mundo de la manera que Dios los ama. Estaban dispuestos a ver lo que Dios ve — la manifestación de Sí mismo, del Amor. Como lo dice un himno (Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 58):

Tu bondad compartiremos viendo sólo Tu creación.
Nuestra sea Tu alegría...

Estaban seguros de que ésta era la necesidad. Durante las semanas siguientes la asistencia promedio a la Escuela Dominical aumentó de un número menor de treinta alumnos a mucho más del doble.

La oración puesta en acción

¿Cuál es la prueba del amor? ¿No es acaso que nos apreciemos e interesemos lo suficiente como para actuar con prudencia y buena voluntad para con los demás? Esta misma iglesia más tarde encontró expresión para sus oraciones de una manera totalmente diferente. Una nueva asistente del Superintendente de la Escuela Dominical empezó a contar historias de la Biblia a los niños que encontraba cuando salía en la biblioteca móvil. La biblioteca móvil había estado yendo a una zona pobre de la ciudad. Los niños respondieron tan bien a las historias que ella invitó a algunos a asistir a la Escuela Dominical. Se comunicó con los padres y ofreció el transporte; pero cuando vino a llevarlos un domingo de mañana, en lugar de los ocho o nueve niños que esperaba, ¡habían cuarenta! Tuvo que tomar medidas de emergencia, y fletó un ómnibus. Cuando la “tropa” llegó muchas fueron las caras de sorpresa, pero después, en una reunión de los miembros de la iglesia, se votó por gran mayoría proveer un ómnibus todos los domingos. Ahora unos cuarenta niños vienen en ómnibus.

Apoyo unido

Nunca es suficiente esperar o contar con una persona enérgica o con un comité eficiente para que haga que todo funcione. En el orden democrático de una iglesia filial es esencial que cada miembro sea devotamente activo en el desempeño de la función que le compete, sí, impávido frente a lo que otros puedan o no estar haciendo. Pero si una iglesia y una Escuela Dominical van a demostrar crecimiento duradero, debe haber un apoyo concertado para hacer lo correcto. La acción correcta es definida por Dios e impelida por Él, no por una mayoría o minoría de mortales, y hasta un solo miembro puede afirmar y comprobar esto. La desunión o la falta de apoyo para emprender una acción progresista es tan sólo un desafío al gobierno de Dios, desafío que carece de sustancia y al que se le puede enfrentar como a cualquier otro.

En una iglesia filial un puñado de miembros oraron sinceramente pero sin éxito para ver expresada en su Escuela Dominical la abundancia de Dios. Parecía prevalecer entre algunos miembros un marcado sentimiento de intolerancia hacia los niños, y el resto sentía desaliento y consternación. Por último, los que estaban orando fueron alertados a rechazar la creencia de diferentes mentes capaces de odiar o temer a algo. Los resultados fueron casi inmediatos. Hubo progreso continuo en la Escuela Dominical, la cual contó con el apoyo regular de los miembros.

Expectativa

Otra iglesia, unida por el deseo de ver la atracción irresistible de la Verdad manifestada en la Escuela Dominical, aprendió una lección inolvidable sobre lo que es la expectativa, cuando sus oraciones recibieron respuesta repentina. Cuando un domingo llegaron trece alumnos nuevos, se encontró que en la Escuela Dominical no había maestros preparados para enseñar a estos alumnos ni mesas en las que sentarlos. Vale la pena confiar en el buen resultado de nuestras oraciones. Cuando Cristo Jesús dijo que los que tienen hambre y sed de justicia son bendecidos, no estaba prometiendo una dura piedra. Él dijo (Mateo 5:6): “Ellos serán saciados”. Es conveniente recordar que hay poder en buscar primeramente el reino — es decir, en empezar con la Verdad. Es un poder suficiente para satisfacer todas las necesidades humanas, desde el pan en la mesa hasta trabajadores diligentes en la iglesia y niños en la Escuela Dominical.

Nada puede detener el progreso

Si el deseo de que la Escuela Dominical progrese es sincero, encontrará expresión en medios dirigidos por Dios. Mucho más que un simple aumento en números, el verdadero crecimiento se manifiesta en gracia — y la gracia se expresará activamente. “Más que nada”, escribe la Sra. Eddy, “necesitamos la oración del deseo ferviente de crecer en gracia, expresándose en paciencia, humildad, amor y buenas obras” (Ciencia y Salud, pág. 4). No importa cuál sea el problema, se trate de la pérdida de interés en la Escuela Dominical, de enfermedad, pobreza o de cualquier otra cosa, la respuesta es siempre acercarse a Dios con nuestro entendimiento, expresar nuestros deseos en formas prácticas y motivadas por Dios y nunca poner en duda el resultado.

Detrás del deseo sincero está el Cristo en acción, la Verdad ideal que demanda ser expresada. Nada puede detener esta demanda. Entre el género humano y la posibilidad de la perfección actual sólo está la hueca ilusión del tiempo, que croa débilmente: “Debes esperar”. A eso nuestro Guía ha respondido por cada niño, hombre y mujer (Ciencia y Salud, pág. 39): “ ‘¡Ahora!’ clamó el apóstol, ‘¡es el tiempo acepto! ¡he aquí ahora es el día de salvación!’ — queriendo decir, no que ahora los hombres tienen que prepararse para la salvación o seguridad en un mundo futuro, sino que ahora es el tiempo de experimentar esa salvación en espíritu y en vida”.

[Preparado por la Sección Escuela Dominical, Departamento de Filiales y Practicistas.]

[Esta columna aparece trimestralmente en El Heraldo de la Ciencia Cristiana.]

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