[Este artículo sobre la Escuela Dominical aparece en inglés en el The Christian Science Journal de esta misma fecha.]
Por cierto que no hay nada de malo en querer ver a las Escuelas Dominicales de la Ciencia Cristiana desbordándose de alumnos. Con casi la mitad de la población mundial en edad de asistir a la Escuela Dominical, es correcto esperar que haya más que un leve interés entre los menores de veinte años en una religión que ofrece una comprensión sanadora de Dios y del hombre. ¿Qué puede hacer nuestra iglesia filial para atraer a esos niños de su comunidad hacia lo que ofrece la Escuela Dominical?
La primera respuesta y la definitiva es recurrir a Dios — estar consciente de la relación establecida que existe entre Dios, nuestro Padre-Madre, y Sus hijos. Esto significa dejar de lado todas las mentiras huecas que niegan el gobierno de Dios, ya sea que digan que la enseñanza no es lo suficientemente buena, que la Ciencia Cristiana no atrae lo suficiente, que los niños no son los “angelitos” que solían ser, o cosas por el estilo, y ejercer nuestro poder soberano para ver lo que Dios, la Mente, ve — Su creación del todo buena, una con Él, eternamente. Entonces se prepara el pensamiento para recibir la respuesta específica. La respuesta debe venir, no como poniendo fin a algo malo y empezando algo bueno, sino como el bien eterno, reconocido y expresado en la tierra como en el cielo. Esperamos y encontramos maestros diestros, entusiastas y una enseñanza práctica y relevante, porque el Cristo, la Verdad, es el maestro. Sabemos que la Ciencia Cristiana atrae porque, más que una organización de seres humanos reunidos alrededor de una buena idea, es la Ciencia del ser. Y vemos que los niños, independientemente de la supuesta generación humana a la que pertenecen, siempre son los hijos perfectos del bien, que es Dios.
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