El Cristo es un poder redentor en la consciencia humana. Es una presencia salvadora que extingue los ardientes sentidos mortales. Sofoca la llama del inflamado pensamiento materialista. A cada uno se nos ha dado la aptitud permanente de responder al Cristo y mantener una cualidad de pensamiento firme y serena. Aunque se nos provoque podemos mantenernos serenos y reposados. Una actitud serena y estable nace del entendimiento de nuestra relación con Dios. La serenidad y la tranquilidad, arraigadas en el sentido espiritual, apagan las explosivas pretensiones de la errada mente mortal y extinguen la mecha de sus pequeñas bombas.
La paz imperturbable es un atributo de Dios, el Alma. El Cristo le revela al pensamiento receptivo esta paz permanente y omnímoda del Alma. Es nuestro amor por el Alma lo que supera las creencias de ira y temor. El Salmista cantó: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”. Salmo 119:165;
Algunos suponen que la única solución para los sentimientos hostiles y emocionales es tratar de contenerlos, tal vez mediante la fuerza de voluntad, o hasta por medio de drogas. Una manera diferente de razonar es que es necesario dejar escapar el vapor, en vez de acumular la ira, el resentimiento o la envidia, como si estuvieran embotellados.
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