“¿Por qué ha de sucederle todo esto a este hombre tan bueno?” “¿Cómo es posible que esta mujer que está siempre ayudando a todo el mundo se vea constantemente acosada por las enfermedades?” “¿Por qué este niño, que no tiene culpa alguna de lo que ocurre en el mundo, ha de sufrir las consecuencias de la crueldad y el odio?” Ante la imposibilidad de encontrar explicaciones a estos interrogantes partiendo del punto de vista de una creación material, algunos individuos concluyen que Dios envía el mal para castigar a los hombres; otros que estas cosas son los misterios de la vida y que, por lo tanto, está fuera de la capacidad de los pobres mortales el tratar de elucidarlos. Y aun otros, rebelándose contra la injusticia y sintiéndose impotentes para remediarla, optan por apartarse de Dios y de toda religión y se declaran a sí mismos ateístas; se disponen a vivir sólo de acuerdo con los más altos dictados de su conciencia.
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