La curación no puede ser negada. Siempre tiene lugar como el resultado concreto de nuestro convencimiento de la verdad. Es la evidencia inevitable, real, tangible de la comprensión espiritual y, por lo tanto, incluye mucho más que la mejoría de condiciones exteriores.
La curación no puede ocurrir sin la convicción de la verdad. Cristo Jesús enseñó: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32; Sin embargo, a veces podemos ser tentados a pensar que lo que produce la curación es nuestra afirmación de la verdad acerca de algún problema. Eso sería empezar con el problema y no con la Verdad divina. La Verdad es absoluta. No conoce el mal, los malestares o la enfermedad. La Verdad revela su propio ser perfecto y nada más. No tiene que hacer nada a nada. Permanece para siempre como la realidad espiritual, inamovible e irrevocable. La curación se evidencia por medio de la convicción de que la perfección simplemente es.
Una convicción total, entonces, no es una mezcla de bien y mal en la que el bien tiene mayor peso que el mal. No se trata de una combinación armoniosa o de un arreglo provisorio. Es el cénit del pensamiento. Es la convicción completa, concluyente, absoluta de que Dios, el bien, es y que el mal no es. Así es que comenzamos con la Verdad, con la realidad espiritual, y razonamos desde ese punto de vista.
La convicción y la curación van de la mano. Logramos la convicción de la certeza de la Verdad por la manifestación de la curación que la acompaña. Ningún elemento de tiempo o demora tiene parte en la curación, porque la Verdad está siempre presente y demuestra activamente su propia naturaleza en todo lo que constituye nuestra experiencia actual.
Tampoco puede dejarse de reconocer la curación. La curación debe tomar una forma visible; debe manifestarse de una manera que pueda identificarse y entenderse. Las Escrituras nos dicen: “Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. Marcos 16:20;
¿Cómo podemos cultivar una convicción que sana? La Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Mary Baker Eddy, escribe: “Permaneced firmes en la verdad del ser en oposición al error de que la vida, la sustancia o la inteligencia puedan estar en la materia. Abogad con una convicción sincera de la verdad y una percepción clara del efecto invariable, infalible y seguro de la Ciencia divina. Entonces, si vuestra fidelidad aun no llegara más que a la mitad de la verdad de vuestro alegato, sanaréis al enfermo”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 418;
Esto requiere que vivamos de acuerdo con nuestras convicciones, morando en el espíritu de las mismas. No es suficiente saber la letra de la verdad. Tenemos que creer en ella, vivirla, sentirla, confiar en ella. Sólo de esta manera podemos persuadirnos con firmeza de la eterna presencia de la Verdad. Debiéramos estar tan conscientes de la presencia de Dios que podamos continuar firmemente con la convicción de que coexistimos con Él.
Al tener esta percepción de la autoridad, el dominio y la supremacía de la ley de Dios, podemos negar con convicción las pretensiones engañosas del temor, el sufrimiento, el desaliento, y cosas semejantes. En la Ciencia Cristiana razonamos desde el punto de vista de la perfección. Esto le da validez a nuestro rechazo del mal de toda clase. La totalidad de la Verdad desenmascara la nada evidente de cualquier supuesto opuesto, no dejando nada para que sea corregido.
El comprender que en realidad no hay nada que cambiar purifica nuestro objetivo. Demuestra que la curación no es nada que se nos agrega para hacernos perfectos sino la prueba de nuestra comprensión actual de lo que es la perfección. Una vez que se ha comprendido algo, permanece en la consciencia. En esta luz, la curación no puede ser desarraigada ni invertida.
Un temperamento regenerado es el resultado de una comprensión correcta de la letra de la Ciencia y de vivir el espírítu, que culmina en una convicción sanadora. El abandono de actitudes malas y de malas acciones es el resultado natural del pensamiento que está centrado en Dios. Las exigencias del egocentrismo ceden a medida que vemos sólo el bien que está presente. Un reconocimiento completo de las cualidades espirituales del hombre libera el pensamiento y el cuerpo y borra las apariencias físicas discordantes.
¿Sucede todo esto en un sentido quimérico de las cosas? No, se demuestra que este cambio en la consciencia es verdadero por la curación tangible que lo acompaña. El poder irresistible de la Verdad cambia nuestra confianza en un sentido mundano de las cosas al mostrarnos lo que es actualmente verdadero acerca del hombre. A medida que este cambio tiene lugar nos convencemos cada vez más de la certeza de la Verdad y de nuestro actual estado espiritual de existencia allí mismo donde parece estar el físico. De este modo, la convicción se transforma en comprensión espiritual. La curación es inevitable, porque lo que es real se está manifestando.
A medida que percibimos el amor de Dios para con el hombre y el universo vemos que la convicción y la curación son inevitables. En vista de que Dios es la única causa, entonces todo lo demás, el hombre y el universo, debe ser el efecto de Dios. Esta causa divina original incluye su efecto. El efecto es tan indispensable para su fuente como lo es la fuente para su efecto. El uno no puede ser conocido sin el otro. Coexisten en unidad. Éste es nuestro parentesco inseparable con Dios.
La seguridad de que podemos ser sanados, aquí y ahora, nos libera de un falso sentido de que pueda haber alguna otra causa aparte de Dios. No puede haber ninguna separación de Dios. El bien infinito ya es nuestro. Somos la manifestación perfecta de la Verdad, del Amor. La bondad de Dios incluye a todos y a todo en su abrazo. Cada uno de nosotros da testimonio de Su bondad.
En la proporción en que nos identificamos con la Verdad y el Amor, logramos la convicción de que nunca podemos flaquear, deteriorarnos o perder nuestra libertad; y se realiza la curación. Ya que Dios, solo, lo hace todo simplemente siendo Él mismo, la convicción y su evidencia sanadora son inevitables. La Sra. Eddy escribió a uno de sus alumnos: “La curación se logrará más fácilmente y será más inmediata a medida que usted perciba que Dios, el bien, es todo, y que el bien es el Amor. Usted debe ganar Amor y perder el falso concepto llamado amor. Debe sentir el Amor que nunca fracasa — ese concepto perfecto del poder divino que hace que la curación no sea más poder, sino gracia. Entonces tendrá el Amor que echa fuera el temor, y cuando el temor desaparece la duda se desvanece y su trabajo estará hecho. ¿Por qué? Porque nunca estuvo sin hacer”.We Knew Mary Baker Eddy, Segunda Serie (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1950), pág. 25.
