La curación no puede ser negada. Siempre tiene lugar como el resultado concreto de nuestro convencimiento de la verdad. Es la evidencia inevitable, real, tangible de la comprensión espiritual y, por lo tanto, incluye mucho más que la mejoría de condiciones exteriores.
La curación no puede ocurrir sin la convicción de la verdad. Cristo Jesús enseñó: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32; Sin embargo, a veces podemos ser tentados a pensar que lo que produce la curación es nuestra afirmación de la verdad acerca de algún problema. Eso sería empezar con el problema y no con la Verdad divina. La Verdad es absoluta. No conoce el mal, los malestares o la enfermedad. La Verdad revela su propio ser perfecto y nada más. No tiene que hacer nada a nada. Permanece para siempre como la realidad espiritual, inamovible e irrevocable. La curación se evidencia por medio de la convicción de que la perfección simplemente es.
Una convicción total, entonces, no es una mezcla de bien y mal en la que el bien tiene mayor peso que el mal. No se trata de una combinación armoniosa o de un arreglo provisorio. Es el cénit del pensamiento. Es la convicción completa, concluyente, absoluta de que Dios, el bien, es y que el mal no es. Así es que comenzamos con la Verdad, con la realidad espiritual, y razonamos desde ese punto de vista.
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