El aumento en el crimen y en la incidencia de suicidios son evidencias del mal que debieran sacudirnos profundamente hasta llevarnos a la acción. Ciertamente debiéramos saber más acerca de la manera en que operan las influencias del mal, y cómo podemos luchar contra ellas eficazmente para contrarrestarlas. Este fenómeno de autodestrucción en formas variadas predomina cada vez más en muchas sociedades. ¿Qué hay detrás de ello?
A la luz de la Ciencia Cristiana nadie tiene por qué dejarse llevar por el mesmerismo a la destrucción de sí mismo. Pero hay que tomar medidas mentales definidas y de oración para identificar lo que está detrás de este mal y establecer la protección necesaria contra él, tanto para nosotros mismos como para los demás.
Uno de los primeros pasos es comprender claramente que Dios, el bien, es Todo, que el bien es omnipotente y omnipresente. A medida que establecemos esta verdad científica en nuestro pensamiento y en nuestro diario vivir, nos damos cuenta de que el mal es un engaño, una ilusión, una influencia hipnótica. No es real en ningún sentido científico. Es decir, no hay causa real para el mal; mas puede parecer terriblemente real a quien no está armado con la verdad — con una comprensión práctica del pleno poder del bien, Dios. Es por eso que un paso primordial en nuestra protección debe ser el darnos cuenta de que Dios es Todo, y que el mal no es nada.
La creencia en el mal se llama, en la Ciencia Cristiana, “mente mortal”. Es el opuesto hipotético de Dios, la Mente divina, y, como lo indica su nombre, es aquello que muere, todo lo que es negativo, malo, autodestructivo, aquello que querría obrar por medio del deseo de matar, destruir e inducir a uno a la destrucción de sí mismo. Al hablar de los maestros de la Ciencia Cristiana la Sra. Eddy dice: “... el maestro tiene que preparar a sus alumnos adecuadamente para defenderse contra el pecado, y protegerse de los ataques del supuesto asesino mental que trata de matar moral y físicamente”.Ciencia y Salud, pág. 445;
Uno de los más notables ejemplos de la operación de esta mala influencia está registrado en la Biblia, cuando Jesús fue tentado por el diablo. Fue llevado al pináculo del templo, y el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo”. Mateo 4:6; Se le hizo esta sugerencia so pretexto de probar la fuerza de Dios para preservar al hombre. ¡Qué engaño! Pero Jesús lo reconoció claramente y no se dejó engañar.
Pero, ¿y que decir de la gente que hoy en día tiene la tentación de echarse abajo mental, moral, y físicamente? ¿Se dan cuenta de la naturaleza hipnótica de estas sugerencias? ¿Se dan cuenta de cómo pueden reconocer estos errores y rechazarlos firmemente? Estos errores pueden venir por intención malévola, o por creencias generalizadas de la humanidad; pueden tomar la forma de accidente, experimentar con drogas, falta de firmeza moral, intención criminal. Pero es la misma mente mortal que está tentando a su víctima. Mediante las verdades de la Ciencia Cristiana podemos ver claramente la irrealidad de estas sugerencias, negarlas a fondo y destruirlas completamente. Porque en realidad no existe más que una Mente, la cual es totalmente buena, por lo tanto el mal no tiene lugar, ni oportunidad, ni influencia.
Un paso muy efectivo para contrarrestar estas creencias malévolas es no personificar la influencia errónea, sino verla como una sugerencia falsa — sin causa ni efecto. Nunca se le debe permitir que tome el pronombre personal “yo” y que nos utilice como instrumentos para su crimen. Quisiera hacerse pasar por nuestro propio pensamiento y decir: “Quiero hacer el mal. Quiero hacerle daño a alguien. ¿Por qué no experimentar con el mal? No me importa nadie, y mucho menos yo mismo”. Por ejemplo, si sabemos que quienes trafican en drogas tratan de fomentar este vicio que lleva a la destrucción del adicto, debemos estar alerta y rechazar esta influencia malévola. Podemos verla como el asesino mental que está trabajando.
A esta altura bien podemos sentirnos renovados fortaleciendo nuestro pensamiento con las verdades de la Ciencia — que existe solamente una Mente infinita, un Ego, el Amor divino, evidenciándose en los móviles verdaderos que ayudan y sanan, en las ideas correctas que fortalecen las características morales y espirituales de nuestra propia naturaleza. El Principio divino gobierna al hombre. El Amor es el antídoto del odio en todas sus formas. Nos identificamos como la expresión del Amor, actuamos de acuerdo al Amor, y sentimos el poder sostenedor y preservador del Cristo, la Verdad. Jesús sintió esto y fue preservado de la influencia del mal.
Una forma de esta misma sugerencia malévola, la influencia de la mente mortal, viene cuando el mal nos tienta disfrazado de bien. En los tiempos bíblicos existía la tradición de sacrificar animales en adoración a Dios. En tiempos primitivos se llegó aun a sacrificar seres humanos. Esto era una costumbre instituida, una creencia que se debía a la educación de aquellos días. Era un acto malévolo que alardeaba de bueno. Culminó en el dramático incidente de que se le dijera a Abraham que sacrificara a su amado hijo Isaac, su único hijo. La creencia tradicional le habló y trató de inducirlo a sacrificar lo que le era más querido.
Pero, ¿puede alguien imaginarse que Dios, que es Amor, le mandara a Abraham que hiciera eso? De ninguna manera era Dios quien le hablaba. Era la creencia tradicional lo que él estaba escuchando. Al orar — pues él debe haber estado orando durante esta experiencia — recibió el pensamiento angelical que lo salvó tanto a él como a Isaac de esa criminal costumbre. ¡Qué alivio, saber con claridad que Dios es Amor, y que nunca induce a nadie a hacer el mal! Jamás induce a nadie a destruir a otro, o a sí mismo.
Hoy en día algunas veces el asesino mental se presenta en forma de destino, de bravata, de “a ver que sucede”; puede venir como sugerencia de mala suerte, o adoración al diablo, o pronóstico de un horóscopo; puede venir como odio, crítica, celos. Pero el mal nunca es real, tome la forma que tome. No tiene propósito divino, no tiene intención divina. El hecho de que Dios, el bien, es Todo, borra la creencia en el mal, ya sea como causa o como efecto.
Otra forma moderna que asume la sugerencia malévola es la negación de las normas morales. Las palabras de la Sra. Eddy mencionadas hablan de matar moralmente. Todo lo que tendiera a separarnos del divino Principio o Vida es definido como pecado, y puede ser identificado como asesino mental. La mente mortal querría sugerir que el mal es el bien, y que las normas morales son anticuadas. Éste es el esfuerzo del error para separar al hombre de su Principio divino, de aislarlo, de disipar su fuerza, y así destruirlo. Un fenómeno de este mal es la conciencia adormecida — que nos lleva a hacer cosas que normalmente no haríamos. Esta influencia destructiva en muchos casos ha tenido un efecto muy devastador en la estabilidad de hogares.
El remedio es no personificar el error sino ver la influencia errónea en su verdadera naturaleza de sugerencia hipnótica, reprenderla a fondo, y abandonarla para obtener un sentido aún más claro y penetrante de la presencia y guía de Dios. Por medio de la oración podemos reflejar una conciencia más perspicaz, ver claramente la línea de demarcación entre el bien y el mal, y mantener nuestra unidad con Dios, la Mente divina. El pecado se destruye a sí mismo, pero esto no significa que el individuo tenga que acompañarlo.
Nunca debemos consentir en nuestro pensamiento o en nuestra vida que el hombre es un miserable pecador o que está bajo condena. Esta teología equivocada es completamente invertida en la Ciencia Cristiana. Podemos liberarnos del pecado y probar su irrealidad. Podemos obtener el salvador conocimiento de que el hombre es el hijo amado de Dios y que eternamente está bajo el cuidado y el gobierno del Amor divino. Éste ciertamente es el mensaje que Cristo Jesús trajo a la humanidad, y hoy en día es el mensaje de la Ciencia Cristiana a la humanidad.
Aparece aún otra forma del asesino mental, como la tentación de “darse por vencido”. Por una razón u otra uno puede sentirse inútil, abandonado, frustrado. Puede sentir que tiene pocas oportunidades, que es inadecuado; puede estar encarado con un veredicto de algo incurable, o con una creencia de la cual necesita “escapar”. Todas éstas son formas de la misma mentira de la mente mortal. Han de ser refutadas, cada una y todas. Un claro repaso de los hechos de la bondad infinita de Dios y del estado del hombre como hijo de Dios, la “imagen de Su amor”,Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 51; disipará el mesmerismo de la desesperanza, e impulsará al individuo a nuevas y más elevadas vistas de Dios y del hombre, a estar alerta para descubrir las falsas sugerencias y destruirlas.
No existe poder en el mal. El bien es infinito, la única Mente. No hay razón fundamental en la destrucción de sí mismo. Esta mentira es sencillamente el falso sentido que habla, y nunca debe permitírsele que engañe a nadie. Refutemos esa mentira como Jesús lo hizo, y tratémosla como una tentación, y nada más.
En la comprensión científica que la Ciencia Cristiana nos proporciona no necesitamos ser ni el agente ni la víctima del mal. Con esta comprensión podemos identificar al asesino mental como el “mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44. y podemos científicamente y por medio de la oración liberarnos de cualquier influencia hipnótica o atracción al mal. En la Mente única y en el hombre a semejanza de Dios, la idea espiritual de esta Mente, no existe elemento destructivo de sí mismo — no hay lugar para el mal de ninguna clase.
