El aumento en el crimen y en la incidencia de suicidios son evidencias del mal que debieran sacudirnos profundamente hasta llevarnos a la acción. Ciertamente debiéramos saber más acerca de la manera en que operan las influencias del mal, y cómo podemos luchar contra ellas eficazmente para contrarrestarlas. Este fenómeno de autodestrucción en formas variadas predomina cada vez más en muchas sociedades. ¿Qué hay detrás de ello?
A la luz de la Ciencia Cristiana nadie tiene por qué dejarse llevar por el mesmerismo a la destrucción de sí mismo. Pero hay que tomar medidas mentales definidas y de oración para identificar lo que está detrás de este mal y establecer la protección necesaria contra él, tanto para nosotros mismos como para los demás.
Uno de los primeros pasos es comprender claramente que Dios, el bien, es Todo, que el bien es omnipotente y omnipresente. A medida que establecemos esta verdad científica en nuestro pensamiento y en nuestro diario vivir, nos damos cuenta de que el mal es un engaño, una ilusión, una influencia hipnótica. No es real en ningún sentido científico. Es decir, no hay causa real para el mal; mas puede parecer terriblemente real a quien no está armado con la verdad — con una comprensión práctica del pleno poder del bien, Dios. Es por eso que un paso primordial en nuestra protección debe ser el darnos cuenta de que Dios es Todo, y que el mal no es nada.
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