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¿Puede un cristiano ser racista?

Del número de junio de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Si se le hiciera a usted la pregunta “¿Puede un verdadero cristiano ser racista?” ¿qué diría? No obstante, el racismo continúa siendo un gran problema social en los llamados países cristianos del mundo. Esto es algo que cada cristiano, hombre o mujer, tiene que enfrentar. A medida que se desarraigue el racismo del pensamiento de los individuos, será eliminado de la consciencia social.

La mejor manera de solucionar este problema es recurriendo a las enseñanzas y al ejemplo del cristiano por excelencia, Cristo Jesús. Él nos dice y nos muestra el efecto de la comprensión del amor universal de Dios. Amor universal significa que todos están incluidos; ni uno solo está excluido; cada uno comparte por igual el cuidado de Dios. Uno de los seguidores más devotos del Maestro, Mary Baker Eddy, dice de él: “El propósito de la obra de su vida atañe a la humanidad universal”.Miscellaneous Writings, pág. 29;

En realidad, el racismo es sólo un aspecto de un problema mayor: la clasificación por grupos. ¿Acaso no estereotipamos no sólo a las razas sino también a los grupos religiosos? ¿Y qué decir de los grupos de distintas edades? ¿Grupos de distintas ocupaciones? Cuando pensamos acerca de una persona sólo en términos de un grupo al cual pertenece, estamos pensando en términos de un estereotipo.

Pero pensándolo bien, veremos que cada uno de nosotros está clasificado como componente de uno o varios grupos, según su raza, nación, edad, religión, y así por el estilo. El mundo en general asocia ciertos aspectos, cualidades, y características con cada grupo. Por tanto, cuando decimos que alguien pertenece a cierto grupo, la mayoría de nosotros asumimos que las tradiciones y actitudes del grupo gobernarán en gran manera la forma en que piensa y actúa. Debido a esa clasificación no tomamos en cuenta la expresión de la individualidad. Esto es crasa malapráctica. Discrimina. Hace del individuo la indefensa víctima de la masa. Nos enceguece respecto a la identidad individual verdadera de cada persona como la criatura de Dios. Nos roba el privilegio de atestiguar el progreso espiritual individual bajo el cuidado y gobierno de Dios.

Aquí, entonces, se sugiere la respuesta para cada forma de clasificación, ya se base en la raza, la religión, la edad, o cualquier otra cosa — ya sea que parezca originarse en nosotros o ser dirigida a nosotros: Debemos esforzarnos por comprender más claramente la verdadera naturaleza e individualidad del hombre.

La Ciencia Cristiana declara que el ser individual del hombre no es mortal ni material sino espiritual y eterno. No procede de tales ilusiones de los sentidos materiales como raza o herencia. Es la expresión misma de Dios, el Amor divino. No es afectado por lo que presentan los sentidos — el nacimiento, la edad, o la educación — sino que manifiesta la relación del hombre con Dios. En la parábola de Jesús acerca del hijo pródigo, resume esta relación en las palabras del padre a su hijo mayor: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. Lucas 15:31;

Pensemos en las veces en que Jesús actuó contrariamente a la aceptada clasificación, mostrando su discernimiento del valor individual basado en la verdadera identidad. Comió con publicanos y pecadores. Tocó a un leproso. Compartió sus enseñanzas con una mujer samaritana. Una de sus parábolas habla sobre un buen samaritano. Y en el Sermón del Monte ilustró la dádiva universal e imparcial de Dios recordando a sus oyentes que Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. Mateo 5:45;

Ahora bien, como cristianos, como seguidores del Maestro, no estamos tratando de amoldar a todas las razas y grupos por igual a un modelo mortal. ¿Quién podría decir cuál debe ser el modelo? No, nos estamos esforzando por ver a cada persona en su propia individualidad — como el reflejo individual de Dios, el Amor, expresando Sus cualidades.

A medida que hacemos este trabajo de atestiguar el valor individual, la verdadera identidad, y el cuidado de Dios a todos Sus hijos, podemos utilizar como nuestro tema estas líneas de uno de los poemas de la Sra. Eddy:

Está escrito en la tierra, en la hoja y en la flor:
El Amor tiene una raza, un reino, un poder.Poems, pág. 22.

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