Si bien el primer hijo de Betsabé y David falleció en su infancia, ella después le dio otros hijos, de los cuales el más famoso fue Salomón. Por haberse criado en el palacio real, debe haber observado la manera hábil cómo su padre trataba las muchas situaciones difíciles a las que tuvo que enfrentarse en sus últimos años — rebelión, traición y guerra civil. Así que cuando Salomón ascendió al trono, ya había sido entrenado en la escuela de la experiencia. Leemos en 1 Reyes 2: 12: “Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino fue firme en gran manera”.
David fue un rey guerrero; en cambio Salomón, cuyo nombre significa paz, parece haber dirigido su atención a mantener su reino y a realizar un amplio programa de edificación, que incluyó distintas residencias reales, ciudades y la erección de muros para defensa de la nación (ver 1 Reyes 7:1–12; 9:15–19).
Pero de todos los proyectos de Salomón, el más famoso fue el templo de Jerusalén, planeado por David y postergado según la dirección de Dios para el reino menos belicoso de su hijo. David había acumulado cantidad de materiales de construcción para usarse cuando el trabajo comenzara: piedras labradas para los muros, madera de cedro en abundancia, hierro y bronce para la clavazón de las puertas y para las junturas (ver 1 Crónicas 22:1–6).
Salomón contrató la ayuda de Hiram, rey de Tiro, el contratista más eminente de la época, para que supervisara el proyecto, y suministró los artesanos hábiles y el material adicional necesario para completar la obra. Después de alrededor de tres años las obras empezaron diligentemente. El templo era un edificio relativamente pequeño, porque sus medidas interiores se ha calculado que eran unos veintisiete metros de largo, nueve de ancho y catorce de altura. Las paredes eran de piedras muy gruesas. Estaba adornado en el interior con paneles de madera de cedro, y gran parte del interior estaba cubierto de oro. Según 1 Reyes 6:38 llevó siete años construirlo. Fue erigido en el monte Moriah (ver 2 Crónicas 3:1), al que se lo identifica por lo general con el monte de Sion; y todavía existen partes de sus muros de contención, hechos de piedras tan sólidas que se calcula que pesan unas cien toneladas cada una.
A pesar de la belleza y estabilidad del templo, su significación religiosa era muchísimo más profunda, como Salomón lo explicó con toda claridad cuando lo dedicó, acontecimiento que está descrito vívidamente en 2 Crónicas (capítulos 5, 6 y 7).
Se ofrecieron innumerables sacrificios de ovejas y bueyes, que simbolizaban las ofrendas que la gente traían a Dios y el ofrecimiento que ellos hacían de sí mismos para servirlo a Él; y cuando el arca sagrada estaba ubicada en el santuario especial preparado para ella, los sacerdotes y levitas se unieron en una canción de alabanza acompañados de instrumentos de música. “La gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (5:14).
El capítulo 6 describe el papel de Salomón en esta ceremonia. Empezó por bendecir a la congregación que se había reunido, recordándoles cómo su padre había planeado construir este templo y cómo ahora él mismo lo había terminado de acuerdo con la voluntad de Dios. En lugar de seguir la costumbre antigua de pararse para orar, el rey humildemente “se arrodilló” (versículo 13), y en lugar de hacer alarde de la grandeza de este santuario, declaró (versículo 18): “He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado?” Cuando se puso en pie, según 2 Crónicas, apareció una señal de la aprobación divina (7:1): “Descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas”. El resto del capítulo demuestra que la permanencia de tal aprobación divina no dependía meramente del número de ofrendas materiales sino de la obediencia a la voluntad de Dios.
Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Esfuércense vuestras manos,
los que oís en estos días estas palabras
de la boca de los profetas,
desde el día que
se echó el cimiento
a la casa de Jehová de los ejércitos,
para edificar el templo.
Zacarías 8:9
