Si bien el primer hijo de Betsabé y David falleció en su infancia, ella después le dio otros hijos, de los cuales el más famoso fue Salomón. Por haberse criado en el palacio real, debe haber observado la manera hábil cómo su padre trataba las muchas situaciones difíciles a las que tuvo que enfrentarse en sus últimos años — rebelión, traición y guerra civil. Así que cuando Salomón ascendió al trono, ya había sido entrenado en la escuela de la experiencia. Leemos en 1 Reyes 2: 12: “Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino fue firme en gran manera”.
David fue un rey guerrero; en cambio Salomón, cuyo nombre significa paz, parece haber dirigido su atención a mantener su reino y a realizar un amplio programa de edificación, que incluyó distintas residencias reales, ciudades y la erección de muros para defensa de la nación (ver 1 Reyes 7:1–12; 9:15–19).
Pero de todos los proyectos de Salomón, el más famoso fue el templo de Jerusalén, planeado por David y postergado según la dirección de Dios para el reino menos belicoso de su hijo. David había acumulado cantidad de materiales de construcción para usarse cuando el trabajo comenzara: piedras labradas para los muros, madera de cedro en abundancia, hierro y bronce para la clavazón de las puertas y para las junturas (ver 1 Crónicas 22:1–6).
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