Cuando se pide la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, el paciente no espera — o por lo menos no debiera esperar — que el practicista efectúe la salvación completa del paciente. El tratamiento del practicista puede efectuar en el paciente un necesario cambio de carácter; hasta puede causar que éste adopte un concepto de vida totalmente nuevo. Aún así, el paciente, al pedir ayuda, tiene una necesidad específica que le ha impelido solicitar la oración sanadora de un practicista con experiencia.
La vida humana incluye muchas creencias que forman parte de la personalidad y que necesitan ser transformadas y espiritualizadas. Se requiere el trabajo de toda una vida para poder dejar atrás todas aquellas nociones humanas que carecen de sustancia verdadera y permanente. Una persona puede progresar cada día en esta espiritualización y cristianización gradual hasta que descubra plenamente su perfección inalterable a imagen de Dios. Cuando ese proceso de despertar es específicamente interrumpido, el individuo puede encontrar provechoso pedir la ayuda del practicista para vencer lo que esté alegando obstruir su desarrollo espiritual. El paciente puede tener la impresión de que la obstrucción es una condición discordante de la materia, tal como dolor. El practicista reconocerá que el problema es un concepto erróneo sostenido por una supuesta mente mortal. Al escribir acerca de esta mente, la Sra. Eddy nos instruye: “Eliminad el error principal o el temor que gobierna esta llamada mente inferior, y quitáis la causa de toda enfermedad así como la acción morbosa o excitada de cualquier órgano”.Ciencia y Salud, pág. 377;
Habrá, por supuesto, muchos factores en la vida de cualquier paciente que ameriten ser sanados. Pero el propósito primordial del practicista es echar fuera el error principal que es la causa subyacente de la dificultad. La eliminación de cualquier número de errores menores ciertamente contribuirá al bienestar general del paciente, mas hasta que el error principal no sea desalojado, será muy probable que el paciente continúe necesitando de los servicios del practicista.
Cuando desafiamos un error principal, lo hacemos sobre la base de nuestra comprensión de una verdad principal. Toda pretensión de discordancia de parte de la existencia mortal puede ser invertida por la ley de Dios, que disipa el error específico. El discernimiento correcto de la mente humana descubre el error y lo obliga a rendirse.
¿Cómo puede un practicista conocer el error principal que es necesario desarraigar? El paciente mismo puede estar demasiado impresionado por los síntomas físicos para poder percatarse adecuadamente de su verdadera necesidad. Por otro lado, el que el practicista explore o analice la mente mortal en una búsqueda intensiva del error sería conducir la investigación solamente en el nivel de esta mente. No se encuentra ahí ninguna solución verdaderamente sanadora. La Ciencia Cristiana enseña el método seguro para percibir y eliminar el error principal.
El practicista se libera a sí mismo de las limitaciones de la mente humana. El entiende que todo lo que verdaderamente sabemos proviene de la Mente divina, Dios. Toda verdad es revelada en la consciencia por el Cristo, el mensaje divinamente salvador de la Mente. Cuando se echa a un lado el sentido material, el entendimiento espiritual ilumina el pensamiento individual con intuiciones que evalúan correctamente nuestro estado de pensamiento. La Sra. Eddy escribe: “Tales intuiciones revelan todo lo que constituye y perpetúa la armonía, capacitándole a uno para hacer el bien, pero no el mal. Alcanzaréis la Ciencia perfecta de sanar cuando podáis leer la mente humana de esta manera y percibir el error que queráis destruir”.ibid., pág. 85;
Cristo Jesús fue un ejemplo inapreciable de cómo discernir con precisión el pensamiento de un individuo. Su despejada percepción espiritual le permitía reconocer la verdadera necesidad de aquellos a quienes ayudaba.
Un instructivo ejemplo que ilustra esta superlativa cualidad mental fue el que Jesús dio cuando sanó al hombre paralítico. Jesús respondió a la fe de aquellos que trajeron al hombre enfermo. Aparentemente reconoció la necesidad que el hombre tenía de estar libre de pecado y le perdonó de inmediato. Mas el hombre no se levantó y caminó en ese momento. Los escribas y fariseos se sintieron incapaces de aceptar esta presencia y poder del Cristo. La Biblia anota que ellos empezaron a cavilar en sus corazones: “¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” Lucas 5:21; Jesús percibió lo que pensaban en su interior, y esto aparentemente estaba retrasando la curación. Él eliminó este error principal, esta resistencia específica al Cristo. Entonces mandó al hombre a levantarse, y la curación fue inmediata. Aunque el enfermo pudo haber estado seguro de que su problema era la parálisis, Jesús vio la necesidad de perdonar el pecado, desafiar la inercia, y más allá de eso, de corregir un error primordial — el antagonismo teológico a lo que él le estaba enseñando a la humanidad.
De modo que el practicista (quien a menudo puede ser el paciente orando por sí mismo) aprende a reconocer el error principal mediante el discernimiento del pensamiento. Cristo Jesús nos da firme autoridad para este curso de acción. Uno aún puede preguntarse: “¿Pero cómo puedo aprender a ejercitar esta capacidad pronta y eficazmente?” La vida de Jesús enseña cuál debe de ser la respuesta, y en pocas palabras la Sra. Eddy muestra el camino: “Nos acercamos a Dios, o la Vida, en proporción a nuestra espiritualidad, nuestra fidelidad a la Verdad y al Amor; y en esa misma proporción conocemos toda necesidad humana y podemos percibir el pensamiento del enfermo y del pecador con el objeto de sanarlos”. Más adelante ella continúa: “La habilidad mayor o menor de un Científico Cristiano para percibir el pensamiento científicamente depende de su genuina espiritualidad”.Ciencia y Salud, pág. 95.
Así que no es ningún secreto, ningún profundo misterio. No hay ninguna fórmula. Lo que se requiere es sencillamente pureza de pensamiento — espiritualidad genuina.
Podemos estar agradecidos por la sencillez de esta demanda. Ni uno solo de nosotros está desprovisto de la capacidad para moverse en dirección de mayor espiritualidad. Cada día nos trae nuevas oportunidades para identificarnos a nosotros mismos en oración como expresiones de pureza, receptividad y bondad. Cada encuentro con nuestro prójimo provee una ocasión específica para medir la sinceridad de nuestro deseo de espiritualidad.
Dios derrama Su bendición sobre el hombre. Esa bendición es totalmente espiritual. Es la sustancia misma de la existencia del hombre. Nuestra fidelidad a Dios, de la cual estamos espiritualmente dotados, enriquece nuestra capacidad para eliminar el error principal y sanar.
