El error verdaderamente desaparece ante una consciencia espiritualizada. Envío este testimonio con la esperanza de alentar a otro que esté tal vez acosado por un gran temor. He demostrado la verdad de las palabras de Pablo (Romanos 8:6): “El ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Algunos tal vez tendrán que profundizar o trabajar con más ahínco que otros, pero la victoria aguarda al esfuerzo sincero por lo espiritual.
En mayo de 1959 tuve un parto prematuro que ocasionó grave pérdida de sangre. El partero insistió en que fuera al hospital, y sentí que debía acceder. El partero llamó a otros dos especialistas, y solicitaron autorización para operarme al día siguiente. Mi esposo y yo somos Científicos Cristianos, y yo había decidido no operarme. Como resultado, en cuatro días me dieron de alta y regresé a mi hogar.
Una semana después uno de los médicos me llamó por teléfono y me pidió que fuera a su consultorio para someterme a nuevos exámenes médicos. Le respondí que estaba segura de poder cuidarme y que no necesitaría más atención médica. Entonces me informó con firmeza y francamente que era evidente que había algo maligno y que debía recordar que tenía tres hijos pequeños y un esposo en quienes pensar y que ellos merecían toda mi consideración en este asunto.
Jamás había conocido otra religión que la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). A través de los años las curaciones siempre se habían producido — a veces rápidamente, otras veces lentamente — y era muy natural que yo deseara resolver este problema de la misma manera. Sin embargo, el temor por el futuro de mi familia me abrumó gran parte del tiempo. Tenía a mi alrededor libros y literatura de la Ciencia Cristiana, y la ayuda dedicada de un practicista de la Ciencia Cristiana, quien muchas veces apaciguó mis temores; pero no podía hallar sosiego, ni sabía por dónde empezar.
Ese verano mi esposo y yo asistimos a una conferencia sobre Ciencia Cristiana. En un momento dado la conferenciante declaró que cuando parece que los problemas no terminan nunca, tal vez necesitemos más de la letra. Esto me sorprendió, pues muy a menudo oímos decir que necesitamos más del espíritu. Luego de semanas y meses de estudio aprendí que no se puede expresar plenamente e espíritu de la curación por medio del Cristo hasta aprender, mediante el estudio de la letra, lo que el espíritu requiere de uno.
La conferenciante relató la curación de un hombre que tenía una enfermedad incurable. Había aceptado este veredicto, pero decidió que antes de morir quería saber todo lo que podía acerca de Dios; de modo que tomó las Concordancias de los escritos de Mary Baker Eddy y empezó a buscar las referencias sobre Dios. Antes de haber llegado a la mitad de su estudio, se dio cuenta de que había sanado.
Sentí como si hubiera recibido instrucciones que debía seguir. Apenas pude esperar hasta llegar a casa para empezar. Luego, cuando abrí las Concordancias de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy y vi todas las páginas que contenían referencias acerca de Dios, me sentí momentáneamente confundida, sin saber por dónde empezar, pero llegó el mensaje angelical de que procediera con orden y empezara con la primera referencia.
Debido a que la imagen material de la enfermedad aparecía tan grande en mi pensamiento, me era difícil concentrarme en las cosas espirituales; de modo que decidí transcribir algunos de los párrafos. Escribí extensamente, y esto me ayudó a retener el mensaje.
La educación espiritual que recibí como resultado de este trabajo es más grande de lo que jamás podría expresar en palabras. Al cabo de tres semanas era una persona nueva, mental y físicamente; me sentí tan elevada que aunque me sentí libre, no pude dejar este programa de estudio. Después de considerar todas las referencias sobre Dios en Ciencia y Salud, decidí continuar con los siete sinóminos para Dios; y aun antes de terminar con Ciencia y Salud, empecé el recorrido a través de los otros escritos de la Sra. Eddy. ¡Qué recorrido!
En la página 453 de Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “La medicina del Científico Cristiano es la Mente, la Verdad divina que hace al hombre libre”. Empecé a considerar cada declaración en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy como una cucharadita de verdad sanadora, y vi que podía tomar grandes dosis de esta medicina, contrariamente a las dosis de medicina material que muchas veces deben tomarse en forma limitada.
Este adelanto espiritual me reveló que el error principal que necesitaba ser eliminado era la “indignación justiciera”. Disfrazada de justicia, la indignación puede parecer muy justificada; pero cualquier clase de indignación es mente mortal y debe ser eliminada de la vida humana.
La parábola de Jesús del sembrador (ver Lucas 8:4–15) se convirtió en una vara firme en mis manos — en especial los versículos que tratan de la semilla que cayó sobre la piedra y la explicación de Jesús de que esto se refiere a aquellos que reciben la palabra con gozo, pero que en tiempos de prueba, se apartan. Pude ver que aun cuando durante años había disfrutado de la lectura del mensaje espiritual contenido en la Lección-Sermón semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, como también de los cultos y conferencias, cuando un error aparecía todavía me entregaba prontamente a la manera de pensar de la mente mortal. ¡Oh, cuánto aprendí mientras leía la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy del principio al fin, además del trabajo con las Concordancias! ¡En verdad puedo decir que nací de nuevo!
En una breve comunicación de mi maestro de Ciencia Cristiana al comienzo de esta experiencia, él me envió esta referencia bíblica (Isaías 30:15): “En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza”. Acepté de buen grado esta enseñanza, y desde entonces la he considerado como un valioso pequeño consejo que me ayudó a seguir adelante en la dirección correcta. Abandoné todas mis otras actividades y jamás tuve ni el deseo ni el tiempo de retornar a ellas, aunque eran humanamente buenas. Se me reveló que debía saciar a toda costa mi gran hambre y sed por las cosas espirituales.
Durante aproximadamente seis meses sólo hice las tareas hogareñas más apremiantes. Lo que podía esperar, dejé que esperara. No recibía invitados en mi hogar, pero dedicaba todo momento disponible para aprender cuanto podía acerca de Dios. Durante las primeras semanas de esta experiencia no dormía ni de día ni de noche, pero el descanso llegó cuando empecé un programa concreto de estudio. No experimenté ni cansancio ni efecto nocivo alguno debido a esto. Estaba aprendiendo que la victoria puede llegar cuando se obedecen las reglas, y busqué diligentemente estas reglas. No fue fácil ponerlas en práctica, pero la perseverancia ha pagado grandes dividendos.
El consejo de Jesús (Juan 8:51): “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte”, me llevó a la búsqueda de los cuatro Evangelios, que escudriñé cuidadosamente para familiarizarme con sus dichos. Reflexioné acerca de sus parábolas y he llegado a la íntima concusión de que la obediencia estricta a ellas resolverá cualquier problema. La sabiduría que contienen, cuando son comprendidas espiritualmente, es inapreciable y sin medida.
Como resultado de esta curación tuve un solo deseo — el de ayudar a otros, que tal vez estén tropezando, a que lleguen al mismo grado de paz que he disfrutado durante tantos años, a pesar de todos los obstáculos. Este deseo da un propósito a mi vida, fortalece y alarga mis días. No conozco momentos de ocio, porque hay mucho más para aprender.
Mi gratitud por el ejemplo de Cristo Jesús no tiene límites, y por el gran valor de la Sra. Eddy, que hoy comprendo mejor que nunca. También estoy agradecida por los trabajadores dedicados que continúan extendiendo este medio de salvación por todo el mundo. Es mi mayor deseo ser uno de ellos.
Long Beach, California, E. U. A.