Hoy en día, grupos de personas que representan conceptos sociales y económicos distintos buscan medios y arbitrios para trabajar entre sí con mayor armonía unos con otros, y para evitar en forma permanente los devastadores conflictos militares. Entre los que oran por el éxito de estas conferencias hay Científicos Cristianos activos y dedicados.
Desde hace casi dos mil años las palabras y obras de Cristo Jesús se han considerado, con gran esperanza, como la fuente misma de un orden social ideal, y durante el siglo pasado — desde el advenimiento de la Ciencia Cristiana — el potencial del cristianismo se ha visto con más claridad y mayor proximidad.
Junto con otros cristianos, los Científicos Cristianos toman en serio la oración de Cristo Jesús: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Mateo 6:10; Si bien la consideración importante es la voluntad o reino de Dios, es igualmente importante reconocer la inseparable relación entre el cielo y la tierra que está comprendida en dicha declaración. Jesús conocía y demostraba que la paz en la tierra es el resultado inevitable de la vigencia de la ley divina en la vida diaria de la humanidad.
Uno de los significados de la palabra “cielo” que nos da la Sra. Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana es “gobierno por el Principio divino”.Ciencia y Salud, pág. 587; Este gobierno de la ley divina es universal, imparcial y omnímodo. Nunca cambia, y cuando se lo pone en práctica en la vida diaria, nunca deja de traer armonía a la vida humana en beneficio de todos los interesados.
La Ciencia Cristiana nos capacita para ver que Dios, la fuente divina de nuestro ser, siempre nos rodea y que estamos continuamente manifestando Su naturaleza espiritual y perfecta. Así es que podemos ver y demostrar progresivamente que, en realidad, somos impecables, inmortales y no estamos sujetos a la enfermedad. A medida que se comprende y se vive el cielo en la tierra, nuestro concepto acerca de la tierra se transformará. Empezaremos a reconocer que la tierra, y todo lo que representa, expresa la perfección del creador único y divino.
De manera que no tenemos que abandonar la tierra para empezar a vivir el cielo. Un concepto correcto acerca del cielo y de la tierra nos posibilita a aprender lo que significa vivir el cielo en la tierra. Esto es lo que Cristo Jesús nos capacita para hacer cuando lo aceptamos a él como el Mostrador del camino y lo seguimos.
Nos damos cuenta de que se puede lograr la armonía en la tierra a medida que la buscamos gracias a estos medios espirituales. La armonía que ha de establecerse en la tierra debe tener su cimiento establecido en el cielo.
Hoy en día sabemos mucho acerca de la tierra sobre la que vivimos pero muy poco acerca del cielo en el que vivimos. Debemos saber que el cielo es un estado de consciencia y no un lugar que habitaremos en algún día futuro. Esto nos permite percibir que el cielo está aquí y ahora. Tendremos paz en la tierra en la proporción en que reconozcamos la presencia del cielo. Las negociaciones humanas pueden disminuir las guerras sobre la tierra, pero la paz permanente sólo puede lograrse en la medida en que la voluntad de Dios se obedezca en la vida individual de cada hombre y mujer.
Es posible que la creencia de que el cielo es un lugar en el que habitaremos permanentemente después de que hayamos cumplido una estadía temporal en la tierra atraiga a muchas personas de ánimo espiritual. No obstante, esta creencia nos priva de la certeza de que el cielo puede bendecir a los hombres aquí y ahora en la tierra. Con todo, esta certeza es fuente de una promesa tan grande de la influencia del cielo sobre la tierra que nos alienta a buscar un enfoque totalmente nuevo para aquellos con los que estamos viviendo ahora.
Vivir en el cielo es identificarse con “el reino de la armonía en la Ciencia divina”. Al hacerlo venimos a ser uno con “el dominio de la Mente infalible, eterna y omnipotente”. Aprendemos a morar en “la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema”. Estas citas son tomadas de la definición de “Reino de los Cielos” que aparece en el Glosario de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “El reino de la armonía en la Ciencia divina; el dominio de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema”.ibid., pág. 590;
El término “reino de los cielos” coincide exactamente con la descripción que Jesús hizo del reino de Dios. En Lucas leemos: “Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:20, 21.
La gente descubre que puede vencer las condiciones discordantes que se presentan en la tierra cuando se dan cuenta de que viven en el reino de Dios, reino que no incluye tales condiciones. En lugar de estar tan envueltos en las circunstancias al grado de estar subordinados a ellas, encuentran que pueden dominarlas.
Jesús habló de la puerta estrecha y del camino angosto que llevan a la vida en contraste con la puerta ancha y el camino espacioso que llevan a la perdición (ver Mateo 7:13, 14). Con estas palabras él describió la diferencia entre el cielo y el infierno. Su destacada contribución al mundo consistió en la ayuda que le prestó a la gente para que encontraran el camino de la Vida y lo siguieran. Aquellos que despiertan a las inferencias espirituales de este camino aprenden por experiencia lo que significa vivir el cielo en la tierra.
Al tomar medidas cada día para espiritualizar nuestro pensamiento y reconocer la presencia del reino de Dios, somos guiados por la puerta estrecha al camino angosto de la Vida. Encontramos cada vez más que la bendición de la ley divina de armonía se está manifestando en todo lo que hacemos. Encontramos que el reino de los cielos se convierte en la base de la paz sobre la tierra.
