En el apacible y límpido estanque del conocimiento divino
me sumergí,
y limpio de tumulto y temor,
sano salí.
La curación vino, cuando en absorta comunión,
vi que Dios mora en quietud inviolada.
Impulso obstinado en Él no existe,
ni tropel temerario y discordante —
sólo existe la ilimitada y sanadora quietud de la realidad.
¡Oh tú que estás inquieto,
morad sólo en este momento de tranquilidad!
Sumérjete en esta paz sagrada.
Profundiza en ella —
vislumbra el Ser que, sin esfuerzo, te sostiene a ti y a todos
en el calor y apoyo de su abrazo.
También tú sano saldrás.
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