La Ciencia Cristiana me atrajo primordialmente porque la idea de sanar a otras personas me intrigaba. En ese entonces no pensaba en mi necesidad de curación aunque padecía de un problema en la columna vertebral y de una “rodilla loca”. A menudo, al hacer un esfuerzo, o sólo al caminar, la rodilla se me doblaba.
A medida que asimilaba lentamente los preceptos de la Ciencia Cristiana, hacía lo posible por sanarme. Cierto día me encontraba solo en casa, y accidentalmente me clavé un destornillador en la mano. Inseguro todavía de lo que debía hacer, tomé la Biblia, y el libro Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y empecé a leer para hallar alivio. Al cabo de unos minutos de estudio el dolor y la sangre cesaron. Específicamente negué que era un ser mortal, tonto, temeroso y lesionado.
Al término de unos días la herida había sanado, pero el dedo medio de la mano no tenía sensibilidad ni movimiento. Al hablar acerca del problema con otro miembro de la iglesia, me recomendó que tratara el error de que los nervios gobiernan el cuerpo. Así lo hice y me curé completamente.
En otra ocasión sentí un dolor tan fuerte en la espalda que me vi obligado a dejar lo que estaba haciendo. Afortunadamente, mi hija de diez años de edad estaba conmigo. Le pedí que orara por mí, a lo que prontamente accedió. ¡Gracias a Dios por las Escuelas Dominicales de la Ciencia Cristiana! Con un poco de ayuda de mi parte, mi hija destruyó el temor que ambos sentíamos, dándome la certeza de la presencia y del amor de Dios. Luego trató el dolor, eliminándolo, en razón de que éste no fue creado por Dios. Cinco minutos más tarde me sentí lo suficientemente bien como para continuar con lo que había estado haciendo. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana solicitándole ayuda, y la curación completa se produjo en dos días.
Ha transcurrido tanto tiempo que no puedo recordar cuándo cesó sus viejos ardides la “rodilla loca”, pero no me ha molestado desde hace ya diez años. Estas curaciones ocurrieron hace algunos años, y todas ellas han sido permanentes. Progresivamente mi estudio de Ciencia Cristiana me ha enseñado a pensar menos en la materia y a aceptar más mi verdadera identidad como el reflejo de Dios, la Mente infinita.
Últimamente, el exceso de peso era para mí un problema. Durante más o menos un año oré de esta manera: “¿Qué aspecto tengo? ¿Quién es responsable de mantenerme con buena figura?” Las respuestas eran sencillas: “Dios me ha formado, por consiguiente no puedo tener una figura desproporcionada. Dios, el Padre-Madre, me creó espiritualmente, no materialmente y Él es responsable de mantener Su creación de acuerdo con Su propósito. No existe poder alguno para oponerse o cambiar lo que Él ha hecho”.
Mi deseo era puro; sólo quería glorificar a Dios y no dar lugar a la vanidad. Simultáneamente comencé a reconocer que era necesario controlar mi apetito. Después dejé de comer tan pronto como saciaba mi hambre. Cuando mi pensamiento se compenetró más de la idea del Cristo, la curación se manifestó. La medida de mi cintura disminuyó más de diez centímetros y así ha permanecido. En la actualidad mis amigos opinan que estoy perfectamente proporcionado.
¿De qué manera podemos agradecer a Dios y demostrar nuestra gratitud por el Mostrador del camino, Cristo Jesús, y por la Sra. Eddy por la Ciencia Cristiana, hermosamente instructiva y demostrativa? Indudablemente, aprendiendo a vivirla.
Milwaukee, Wisconsin, E.U.A.