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Patillas

Del número de febrero de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Margarita y Bernardo eran hermanos. Vivían en una casa de color marrón que tenía un árbol grande en el jardín. En el árbol había una casita en la que ellos jugaban con sus amigos.

Muy a menudo, cuando estaban jugando en la casita del árbol, su perrito, Patillas, retozaba en el jardín olfateando las plantas y jugando con su hueso.

Un día Margarita y Bernardo escucharon el chirrido de los frenos de un automóvil. Inmediatamente salieron de la casita y vieron a Patillas tendido en la calle. Un muchacho bajó de su automóvil y trajo a Patillas a los niños. Dijo: “Lo siento. No lo vi cruzar la calle”.

Margarita y Bernardo sintieron temor y se pusieron a llorar. Parecía que Patillas estaba seriamente herido.

Entonces Margarita recordó algo que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la que asistía. Había aprendido que Dios es Amor. Entendía lo que significaba y lo repitió muchas veces.

Pronto salió la mamá de Margarita, y llevó a Patillas a la cocina y le hizo una cama en una caja.

Todos en la casa comenzaron a orar. Todos sabían que Dios protege y ama a todo lo que Él ha creado — inclusive a Patillas.

Margarita se sentó junto a la caja en que estaba Patillas y leyó himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana en voz alta. A ella le encantaba el himno de Mary Baker Eddy titulado “ ‘Apacienta mis ovejas’ ”.Himnario, No. 304. Así que leyó el último versículo con especial cuidado:

En el triunfo o dolor,
o en la oscuridad,
guía a Tu rebaño hoy
hacia Ti, Señor.
Sana el alma y danos pan
hasta ver la luz;
blancos Tus corderos van
tras de Ti, Pastor.

Todo el temor de Margarita y Bernardo desapareció porque sabían que Dios se estaba ocupando de Patillas. Dios había creado a Patillas espiritual y perfecto, y por eso Patillas sólo podía expresar salud y felicidad perfectas.

Al día siguiente Patillas estaba en pie, caminando hacia el plato de su comida porque tenía hambre. Un par de días después estaba completamente curado y jugando nuevamente al aire libre con Margarita y Bernardo.

Estaban muy agradecidos a Dios por haber cuidado a Patillas, ya que esta curación les demostró que todas las verdades acerca de Dios que estaban aprendiendo en la Escuela Dominical podían ayudarlos en toda clase de problemas.

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