Margarita y Bernardo eran hermanos. Vivían en una casa de color marrón que tenía un árbol grande en el jardín. En el árbol había una casita en la que ellos jugaban con sus amigos.
Muy a menudo, cuando estaban jugando en la casita del árbol, su perrito, Patillas, retozaba en el jardín olfateando las plantas y jugando con su hueso.
Un día Margarita y Bernardo escucharon el chirrido de los frenos de un automóvil. Inmediatamente salieron de la casita y vieron a Patillas tendido en la calle. Un muchacho bajó de su automóvil y trajo a Patillas a los niños. Dijo: “Lo siento. No lo vi cruzar la calle”.
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