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Algunas reflexiones sobre la armonía matrimonial

[Original en portugués]

Del número de mayo de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El divorcio existe, y muchas personas aún no saben cómo encararlo — si condonarlo o condenarlo. Se preguntan sobre el efecto que pueda tener en ellos y qué actitud deben adoptar.

La Biblia nos dice que el reino de los cielos dentro de nosotros está. Por lo tanto, la solución para todo problema sólo puede encontrarse dentro de nosotros — dentro de nuestra comprensión de lo que es Dios, el Principio divino que lo gobierna todo en armonía.

El hogar en el que reinan la armonía, la pureza, el amor, la ternura, el respeto y la confianza no puede ser dividido. El gozo no está limitado por las estaciones del año ni por la edad de los que viven en el hogar. Como todos somos hijos de Dios, es natural que nos respetemos mutuamente. En el respeto que rendimos a nuestro creador al respetar a Sus hijos, reside la seguridad de nuestro hogar. El amor y confianza mutuos cimientan la unidad espiritual de esposo y esposa y sirven de arca impenetrable que navega a salvo por el mar de la vida. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy nos da su definición de la palabra “cielo”: “La armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino; espiritualidad; felicidad; la atmósfera del Alma”.Ciencia y Salud, pág. 587;

Como sabemos, la Biblia afirma que “Dios es amor”. 1 Juan 4:8; La Ciencia Cristiana explica que Él no sólo es Amor, sino también Principio, Alma, Espíritu. De esto podemos concluir que en el hogar en que gobierna el Principio — en el cual reina el Espíritu y se respira la atmósfera del Alma — no hay lugar para la discordia. Es por cierto un lugar celestial.

El diviorico es sólo el estatuto legal que ratifica una separación que ya ha tenido lugar, al menos mentalmente. Por lo tanto, el punto principal no es estar a favor o en contra del divorcio. Verdaderamente lo importante es reflexionar si nos dejamos influir por los elementos mortales causantes del divorcio — si permitimos que nuestra relación matrimonial se deteriore hasta ese punto. Cuánto mejor sería que ocupásemos nuestro pensamiento en descubrir medios de manifestar el amor y el cuidado hacia todos — inclusive, y muy especialmente, a nuestro cónyuge, sin descuidar a los demás miembros de nuestra familia, y, en un sentido mucho más amplio, a nuestra comunidad, ¡y a toda la humanidad! La Sra. Eddy dice en el libro de texto: “El hogar es el lugar más querido en la tierra, y debería ser el centro, mas no el límite, de los afectos”.Ciencia y Salud, pág. 58;

Si consentimos en que la discordia o la ociosidad o la incomprensión se desarrollen en cualquier aspecto de nuestra vida, cosecharemos los frutos de nuestro descuido. Si, por el contrario, ponemos especial cuidado en vigilar nuestros pensamientos y acciones, superando los celos destructivos e irradiando una atmósfera de amor espiritual, solicitud generosa, y confianza sincera, estaremos contribuyendo al bienestar general así como a nuestro bienestar.

Necesitamos expulsar las decepciones que quisieran apoderarse de nosotros. De este modo nuestras esperanzas serán mejor cimentadas; habremos expulsado al enemigo que trata de destruirnos, y estaremos fortaleciendo así la verdadera amistad.

En cierta ocasión, una joven pareja enfrentó una situación que parecía no tener solución. Su matrimonio estaba al borde de la ruptura. Ambos, esposa y esposo, hacía poco que habían cumplido veinte años de edad, tenían dos pequeños hijos, y la discordia aumentaba desenfrenadamente. En esa época no existía el divorcio en el país en el que se habían criado y donde residían. La separación provista por la ley no era una solución plausible.

Desesperados recurrieron a familiares y amigos en busca de ayuda, pero fue en vano. Un día la situación pareció llegar al punto donde no se podía retroceder. En ese estado se dieron cuenta de que el problema radicaba en ellos mismos y que sólo a ellos les concernía hallar la solución. Comprobaron que la ayuda humana había fracasado. El recurso que les quedaba era acudir a Dios.

El esposo era Científico Cristiano y la esposa, en ese entonces, no lo era, pero tenían en común una oración, el Padre Nuestro — de modo que ese mismo día resolvieron que orarían el Padre Nuestro juntos. Después de mucho orar — individualmente y conjuntamente — luego de algunos años el problema se solucionó. Hoy, habiendo celebrado sus bodas de plata, contemplan el pasado algunas veces para recordar con gratitud las lecciones que aprendieron al vencer su dificultad por medio de la oración.

En casos en que la separación ha ocurrido, las personas divorciadas no debieran condenarse a sentirse desesperadas o desdichadas. Por el contrario. En ese caso es bueno recordar las inspiradas palabras de la Sra. Eddy: “Las ráfagas invernales de la tierra podrán desarraigar las flores del cariño y dispersarlas a los vientos; pero esta ruptura de lazos carnales sirve para unir el pensamiento más estrechamente con Dios, porque el Amor sostiene el corazón angustiado, hasta que cese de suspirar a causa del mundo y empiece a desplegar sus alas para remontarse al cielo”.ibid., pág. 57.

El reino de los cielos dentro de nosotros está, y nuestra felicidad siempre depende de utilizar el bien que ya poseemos. El Cristo, la idea de la Verdad, está siempre presente, manifestándonos nuestra compleción y satisfacción individual como semejanza de Dios, y con él podemos erradicar la herida de toda mala experiencia del pasado, vivir en el presente y proporcionar a nuestra vida la dirección que sintamos que es la voluntad de Dios.


Estoy seguro de que
ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades,
ni lo presente, ni lo
por venir, ni lo alto,
ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada
nos podrá separar
del amor de Dios,
que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 8:38, 39

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