El bien misericordioso de Dios está aquí para todos. Cuando era niña me imaginaba sueños buscando alivio del ambiente viciado que me rodeaba. Trataba de escapar de los dolores del hambre que sufre la niñez en una ciudad demasiado poblada, y de una educación inmoral. Esto era inanición espiritual en grado superlativo.
Pero sentía amor por lo bueno en el hombre y la esperanza de ser liberada del deprimente cuadro que este ambiente ostentaba como real. El dulce sentido del Cristo estaba allí, pero yo no sabía su origen.
Después de ser “hippie” durante varios años, y estar envuelta en la cultura de esa nueva generación, me di cuenta de que estaba viviendo ilícitamente y que había caído en el círculo de las drogas. No me gustó lo que vi; estaba perdiendo la fe en mí misma y en los demás.
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