Desde la adolescencia sufrí de intensas molestias periódicas, a un grado tan serio, que tenía que quedarme en cama por lo menos dos días cada mes con náuseas, dolor y debilidad. Esta situación parecía una desdicha en mi vida, que fuera de eso era activa, y estorbaba drásticamente mi profesión de maestra. Antes de principiar el estudio de la Ciencia Cristiana probé muchos remedios materiales, pero sin buenos resultados, y los médicos no podían ayudarme.
La Ciencia Cristiana llegó a mi vida hace más o menos treinta años y transformó toda mi perspectiva. Por varios años antes de tener la curación pedí de vez en cuando a una practicista que me diera tratamiento para esta condición. Durante este tiempo otros problemas fueron resueltos y mi vida fue regenerada.
En los pocos meses que precedieron a la curación, la practicista que estaba orando por mí me pidió que estudiara las referencias sobre “feminidad” y “maternidad” en los escritos de la Sra. Eddy. Empecé a aprender día tras día algo de mi verdadero ser como reflejo de la maternidad incorpórea y divina de Dios; que yo expresaba sólo lo que yo derivaba de Dios. La definición de “Madre” en el Glosario de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy fue mi punto de partida. Dice así (pág. 592): “Madre. Dios; el Principio divino y eterno; la Vida, la Verdad y el Amor”. Al ir comprendiendo que yo estaba compuesta de ideas gobernadas por la Mente, y no de órganos controlados por la materia y las leyes materiales, se manifestó la mejoría. Esta vez el tratamiento continuó cerca de tres meses. Finalmente sané, y durante los años que han pasado no han vuelto a aparecer las molestias y los síntomas debilitantes.
Nuestros dos hijos han estado casi libres de las llamadas enfermedades infantiles; y cuando alguna de ellas aparecía, era prontamente vencida. La protección que tuvieron los niños del contagio fue el resultado de saber que estaban completamente inmunes al daño por ser ideas espirituales de su Padre-Madre Dios.
Hace algunos años nuestra necesidad de una vivienda fue satisfecha cuando recordé la promesa de Cristo Jesús (Juan 14:2): “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”. Vi que había abundante provisión para todas las cualidades que constituyen el hogar, y que no estábamos buscando una aguja en un pajar. Desde entonces se nos ha bendecido con viviendas adecuadas y agradables dondequiera que hemos vivido.
Recientemente nuestra joven hija recibió una rápida curación de una mano lastimada al cerrarse sobre sus dedos la puerta de un automóvil. Nos rehusamos a aceptar la creencia en los accidentes, y ella pudo utilizar su mano normalmente durante los pocos días que fueron necesarios para completar la curación.
Nuestro hijo cayó contra un muro de ladrillo, golpeándose la boca y los dientes. Él recordó lo que se había hablado en la Escuela Dominical la semana previa (Salmo 46:10): “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Él nos dijo que eso fue exactamente lo que hizo, y en pocas horas todo dolor y molestia desaparecieron.
Estoy agradecida por la oportunidad de servir a la Causa de la Ciencia Cristiana al ser miembro activo de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. En particular he disfrutado de mis deberes como solista, pianista, secretaria y miembro de la comisión directiva. No puedo imaginarme la vida sin la ayuda de la Ciencia Cristiana.
Poole, Dorset, Inglaterra
