El hombre no es una estadística.
Los diarios, centros de empleo y oficinas de gobierno afanosamente compilan estadísticas acerca del número de personas, tipos de empleos y tendencias del mercado. Pero las estadísticas no determinan ni siquiera describen verdaderamente las posibilidades o condiciones de un individuo respecto del trabajo. Las estadísticas acerca del empleo no tienen por qué ser más amenazadoras que las noticias acerca del largo de las faldas, que también suben y bajan pero no tienen efecto alguno sobre nuestra identidad.
La verdad del ser es que la individualidad y el destino del hombre son espirituales. Por lo tanto, la perspectiva de su existencia está determinada y se define espiritualmente. Como dice la Biblia, “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24; Pablo lo dice aún más concisamente: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28; “Permaneced firmes en la verdad del ser”, dice la Sra. Eddy, “en oposición al error de que la vida, la sustancia o la inteligencia puedan estar en la materia”.Ciencia y Salud, pág. 418;
Supongamos, sin embargo, que alguien siente que se ha convertido en una estadística sin quererlo, en una de miles de personas en busca de empleo. ¿Cómo puede superar su creencia de depresión e incertidumbre?
Las estadísticas humanas se deben ubicar en la perspectiva que les corresponde. Son sencillamente datos que, interpretados correctamente, pueden ser útiles para educadores, sociólogos, gobiernos y empresas con el objeto de planear nuevos programas y anticipar necesidades humanas y la época futura en que pueden presentarse. Tienen que ver con cantidades de personas y no con sus cualidades. Por cada conjunto de hechos que indica una “alza”, por lo común es posible encontrar otro (o una interpretación distinta) que señala una “baja” y viceversa. Es posible que sea aconsejable abrigar un sano escepticismo.
Más aún, mientras las estadísticas se basen en el concepto falso de que el hombre es una persona limitada — una cómica mezcla de fuerzas físicas y mentales manipulada por el azar y el impulso — la identificación estadística de las actividades laborales de esta persona tiene poquísima importancia.
Si uno está buscando empleo, el paso práctico es hacer una constante “solicitud” al Principio fundamental que rige toda la creación, esto es, mantenerse firmemente en la fe de que Dios y el hombre son inseparables como Principio e idea divinos. Este Principio divino crea, motiva, provee y sostiene todo lo que realmente existe. Gobierna el ser verdadero. En este continuo espiritual no hay lugar para la economía de escasez o de oferta superflua. Como idea individual de la Mente única e infinita, cada uno de nosotros incluye todo el bien impartido directamente por el Principio.
La información acerca del número de personas y sus posibilidades de empleo según sus aptitudes o profesiones tiende a destacar las dificultades finitas de la condición humana. La Ciencia Cristiana nos capacita para responder a las posibilidades infinitas del ser, como lo hizo Cristo Jesús. Como lo expresa la Sra. Eddy: “El gran Metafísico obró por encima y más allá de todo sentido de la materia, hasta llegar al sentido exacto de las posibilidades del Espíritu. Comprobó que la salud y la armonía, la perfección de mente y cuerpo, son la realidad del hombre; mientras que la discordancia, manifestada como enfermedad y muerte, era para él lo contrario, por lo tanto, la irrealidad del hombre; del mismo modo que en la Ciencia una consonancia es evidentemente la realidad de la música, y una disonancia la irrealidad. Esta regla de la armonía tiene que aceptarse como verdadera en lo que se refiere al hombre”.Escritos Misceláneos, pág. 187;
La salud y la armonía en nuestra ocupación nos son tan necesarias como la salud de la mente y del cuerpo. Las percibimos en la experiencia en la medida en que reconocemos las posibilidades del Espíritu.
Las conclusiones sacadas de las estadísticas, sin embargo, pueden tener un valor si las invertimos. Suelen indicar la limitación específica que el pensamiento mortal se describe de sí mismo. Por lo tanto, destacan problemas en la escena humana que necesitan nuestra atención en oración, ya sea que estemos o no directamente involucrados en ellos.
Uno de los problemas actuales en la oferta y demanda de empleos es el número de jóvenes egresados de escuelas secundarias y universidades que no pueden conseguir empleo. Por consiguiente, parece haber una carencia: de dinero, de actividad, de preparación y de experiencia. Quien esté alerta a la verdad del ser y sus posibilidades puede ver que la carencia es, en realidad, una sugestión de que Dios está ausente. La verdadera necesidad radica en afirmar y comprender que Dios es Todo, omnipresente. Frente al temor de que haya carencia de lo bueno, la consciencia espiritual dice: Dios es la única causa y Dios es el bien. Y esto significa que el hombre, como efecto, es poseedor de todo el bien. La verdad es que el hombre individual está experimentando ahora mismo esta verdad plenamente y con gozo.
Es común oír que la competencia es muy intensa. “¡Parece una lucha en la selva!”
Sin embargo, este cuadro de docenas de pequeños sistemas cerebrales que marchan a la batalla en las oficinas de personal del comercio y la industria nunca puede revelar la coincidencia de la ley divina y las posibilidades humanas. Tenemos el derecho absoluto a afirmar que este rumor carece de todo sentido y a neutralizarlo con la percepción espiritual del hombre como la idea eterna e inteligente de la Mente. Al saber la verdad del ser, nos sentimos tan agradecidos por las constantes bendiciones de la bondad del Amor divino — su desarrollo y sostén del hombre como idea — que el problema se disipa y claramente aparece la solución.
Otro problema contemporáneo es el de la obsolescencia tecnológica, que afecta tanto a empresas enteras como a individuos. ¿Cómo enfrentarlo?
Del mismo modo que cualquier otro desafío humano: permaneciendo en lo que es espiritualmente verdadero y creado por Dios, en lugar de comenzar con la apariencia humana. El Principio que elimina los problemas del desempleo no analiza síntomas. Sólo percibe su propia presencia y poder. El reconocimiento de la presencia del Principio nos hace comprender que es imposible la existencia de discordancia, carencia o dificultad. ¿Cómo puede el Principio coexistir con el caos, el desequilibrio o el estancamiento? El Principio es infalible y su expresión constituye la fortaleza y estabilidad espirituales del hombre.
El Principio se individualiza a sí mismo; sea lo que fuere que al parecer estemos haciendo, la verdad del ser es que Dios, el Yo Soy, está presente y en acción. Lo que se necesita, pues, no es tanto sanar una condición adversa sino dejar que la presencia del Principio revele que para el hombre no existe otra condición que el bien.
“¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz”. Marcos 4:21, 22; Las palabras de Jesús son aplicables a la persona en busca de empleo. Para decirlo más sencillamente: lo que está dentro se manifestará. Percibiendo claramente que nuestra identidad y oportunidad están vinculadas sólo con las realidades espirituales del ser, no nos sentiremos atemorizados por las noticias acerca de si hay o no empleos. La constante afirmación de que Dios, el Principio, es la potencia rectora crea una actitud de escucha, una receptividad a las ideas.
No hay una fórmula para resolver nuestros problemas. Oficina de colocaciones, amigos, avisos en los diarios, entrevistas y resúmenes de antecedentes — hay docenas y docenas de medios para encontrar el empleo apropiado. Lo que sea mejor en una determinada circunstancia se hará presente cuando se haya percibido y establecido en el pensamiento el fundamento científico del ser. Porque no existe ningún poder que resista al Principio. La Sra. Eddy lo resume así: “San Pablo escribió: ‘Regocijaos en el Señor siempre’. Y ¿por qué no, ya que las posibilidades del hombre son infinitas, la felicidad es eterna, y se puede estar consciente de ello aquí y ahora?” Esc. Mis., pág. 330.
